'Querido don Benito' y el gran vicio de la novela histórica

Libros | A fuego lento

"Sus protagonistas tienen la consistencia de las estampas con las cuales se ilustran las homilías escolares: sin fisuras y sin descalabros".

Portada de 'Querido don Benito'. (Grijalbo)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

La novela histórica parece cada vez más un oficio de propagandistas que de auténticos narradores. Encima de todo, obedece sólo a una receta que cualquier aprendiz sabe poner en práctica. Es más correcta que una dama devota.

Quien tenga alguna duda debería acercarse a Querido don Benito (Grijalbo). Ceñido al género epistolar, Pedro J. Fernández imagina a Margarita Maza en sus años de exilio en Nueva York y Washington, cargando con una prole numerosa y escribiéndole cartas a su esposo, el prócer oaxaqueño, quien vive a salto de mata y aun se las arregla para combatir a las fuerzas de Maximiliano. Son tres años de zozobra familiar y republicana.

Ya que se trata de seguir la receta, las misivas de Margarita Maza ejercen un didactismo bien informado. Son, en realidad, una justificación para dar lecciones de historia nacional. Van de los recuerdos de su infancia a su noviazgo, de las penurias infantiles de Benito Juárez a sus primeros pasos en la política, de las asonadas de Santa Anna a la cobardía de Comonfort, de las vacilaciones de Maximiliano a la sangre derramada por los soldados mexicanos. Y, como si se dirigiera a un lector del año 2020, no hay página en la que no ensalce el valor, el coraje, el sacrificio de Benito Juárez. ¿Qué clase de novelista es aquel que echa mano de las letanías de los libros de texto?

Querido don Benito incurre además en uno de los vicios mayores de la novela histórica: sus protagonistas tienen la consistencia de las estampas con las cuales se ilustran las homilías escolares: sin fisuras, sin descalabros, sin más debilidades que las que imponen los reveses políticos. Al final, queda la impresión de que nada puede ir bien cuando un autor hace de su libro un devocionario.

Por lo demás, no pierdo la oportunidad para citar algunas frases destinadas a una posteridad cubierta de merengue: “Ser mexicano no es nacer en México, es latir en verde, blanco y rojo; es respetar la patria; es entender que somos un país mestizo”; “¿Por qué México debe construirse sobre la sangre de sus hijos?”; “Tengo la idea de que nuestro amor, sí, nuestro amor, puede derrotar al imperio impuesto en México a través de la sangre por Maximiliano y Carlota”.

ÁSS

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