El poeta y la casa de citas

Escolios

En El acueducto infinitesimal, Ernesto Lumbreras narra los últimos nueve años de la vida de Ramón López Velarde, que trascurrieron casi completamente en la CdMx.

López Velarde murió el 19 de junio de 1921 en Ciudad de México. (Archivo)
Armando González Torres
Ciudad de México /

¿De qué carisma póstumo ha gozado Ramón López Velarde que, con sólo dos libros publicados en vida, es uno de los miembros del panteón literario mexicano más frecuentados por distintas generaciones de estudiosos?

El acueducto infinitesimal de Ernesto Lumbreras (Caligrama, 2019) es un libro de bella factura editorial y de profunda devoción y erudición lópezvelardeana. El libro narra, acompañado de una vasta iconografía, los últimos nueve años de la vida de López Velarde que trascurren casi completamente en la Ciudad de México.

En efecto, en 1912, el recién graduado licenciado y ferviente maderista viene a la capital a probar suerte, recibe encomiendas burocráticas menores y participa en el diario de raigambre católica, La Nación, publicando crónicas, reseñas, poemas y artículos políticos, en los que, aun en las circunstancias más adversas, mantiene su fidelidad maderista. La caída de Madero y el ascenso de Huerta en 1913 aconsejan la partida de López Velarde, pero pronto vuelve en 1914 para su estancia definitiva, ahora como jefe de su numerosa familia que, ante el recrudecimiento de la violencia en provincia, ha decidido emigrar a la capital.

Lumbreras narra con minucia cada paso profesional y peripecia vital de López Velarde: su círculo de amistades; su inserción en el mundo literario; sus dilemas políticos y sus tribulaciones laborales y económicas; sus frecuentísimos enamoramientos platónicos y sus regodeos en las casas de citas y, sobre todo, el forjamiento de su poética que se concretará en dos libros revolucionarios, La sangre devota y Zozobra, en los cuales se manifiesta una tensión única entre tradición y experimentación, nostalgia y aventura, entraña provinciana y seducción urbana.

Lumbreras coteja y dialoga con lo mejor del acervo de investigación en torno a López Velarde y, al mismo tiempo, aventura sus propias pesquisas, haciendo no pocos descubrimientos puntuales. A lo largo de la narración, emerge no sólo un hombre limpio y honesto, que contrasta con los bandidos y veletas ideológicas que pululan en tiempos de convulsión, sino también una figura literaria compleja, un poeta-crítico, conocedor de sus medios y escéptico de los lugares comunes. Así, las aseveraciones de López Velarde sobre el arte poético; su interés y rica información sobre otras artes, como la pintura y la música; o sus opiniones sobre la actualidad social y política denotan una personalidad anfibia y plenamente moderna.

Se trata pues, de un libro riguroso que mucho aporta al ámbito de especialistas, pero también de un libro festivo con espléndida prosa y juegos literarios, como esa deliciosa conjetura de que los primeros diez ejemplares de Zozobra que el poeta recogió jubiloso de la imprenta un día de noviembre de 1919 no se quedaron en las manos de sus allegados literarios o superiores burocráticos, sino en las de unas bromistas y curiosas muchachas del burdel al que López Velarde fue a celebrar la primicia.

ÁSS

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