Escenas de René Magritte

Arte

Una joven generación de artistas rinde homenaje al pintor belga que transformó las formas de interpretar el arte, en este libro publicado por Turner.

Magritte visto por Miroslav Sekulic-Struja. (Cortesía)
Víctor Núñez Jaime
Ciudad de México /

Hay una cosa que el público entendido y los críticos de arte aprecian en demasía: el diálogo entre generaciones. De este tipo de experiencias suelen resaltar el aprendizaje mutuo de los consagrados y los noveles. No es común hacerlo entre un muerto y un grupo de vivos, pero el arte no conoce fronteras. ¡Y el surrealismo, menos! Por eso con René Magritte visto por… (Turner) varios pintores e ilustradores contemporáneos se han animado a interpretar pasajes biográficos y lecciones del personaje belga que han influido de manera determinante en sus carreras.

El libro es una especie de ‘acordeón’, de gran despliegue y a color, con un montón de viñetas firmadas por nombres de talla internacional como David B., Gabriella Giandelli, Eric Lambé, Francois Olislaeger, Miroslav Sekulic-Struja y Brecht Vendenbroucke. Todos coinciden en un aspecto: “el ingenio y la provocación de René Magritte cambió la percepción precondicionada de la realidad y forzó al observador de su obra a ser hipersensitivo”.

A su vez, el pintor del sombrero-bombín fue influido por el francés André Bretón, el artista que encontró en México “el surrealismo en la Tierra”. Pero contrario al automatismo del francés, conforme pasaba el tiempo, la pintura del belga se hizo reflexiva y minuciosa y comenzó a caracterizarse por la asociación de elementos disímiles entre los que estableció ingeniosas analogías o nexos insólitos y disparatados, pero convincentes, dentro de la realidad pictórica. En consecuencia, sus referencias se volvieron más “intelectuales”, hasta el punto de que muchas de sus obras deben leerse en relación con las tesis del estructuralismo. En sus cuadros son habituales los juegos de duplicaciones, ausencias y representaciones dentro de otras representaciones.

No es la primera vez que el ilustrador francés, afincado en México, François Olislaeger emprende un proyecto de este tipo. Hace más de un lustro “revivió” a Marcel Duchamp en una tira de papel de seis metros de largo. En esta ocasión, se dedicó a leer biografías y entrevistas de Magritte para poder hacer la parte que le correspondió de este libro: “Personaje que rompe a reír”, una entrevista ficticia al pintor de Esto no es una pipa bajo la forma de cómic sin rejilla, donde sus protagonistas flotan, rodeando y persiguiendo a un pintor que se le escabulle, también, con sus respuestas.

Pero el núcleo de este libro-objeto está conformado por dos carteles. El primero, Nací en lunes, de Gabriella Giandelli (conocida en varios países hispanos por sus álbumes Silent Blanket e Interiorae) que reinterpreta el juego de Magritte entre las palabras y las cosas. Y el segundo, Los días gigantescos, del flamenco Brecht Vanderbroucke, que muestra en una de sus caras un collage con diversos motivos magritianos y, en otra, una historieta muda sobre una pareja que habita el misterioso mundo del surrealista. El volumen se cierra con La luna, la nieve, el techo, del croata Miroslav Sekulic-Struja, que despliega el panorama de un boulevard contaminado por el mundo de los sueños y una serie de reinterpretaciones de las pinturas más conocidas del maestro belga muy querido hoy por los dibujantes de cómics.

Magritte apostaba por una obra que exigiera la participación activa del espectador, pero rechazaba sesudas interpretaciones sobre sus pinturas a las que prefería dotar de cierto halo de misterio. En los últimos años de su trayectoria, el artista se hizo muy popular a nivel internacional y, además del museo que lleva su nombre en Bruselas, sus creaciones están expuestas en centros de arte como el MoMA de Nueva York (El asesino amenazado) o el Thyssen de Madrid (La llave de los campos).

Fallecido hace casi seis décadas, Magritte dotó al surrealismo de una carga conceptual basada en el juego de imágenes ambiguas y su significado denotado a través de palabras, poniendo en cuestión la relación entre un objeto pintado y uno real. Precisamente en cuadros como Esto no es una pipa muestra “el equívoco” que “subyace en la formulación de la pintura como representación de la realidad, y evidencia el décalage entre el lenguaje y la cosa que designa poniendo en cuestión la equivalencia entre la palabra y la imagen, y entre ésta y el objeto”. Escrito y leído así, suena como algo destinado sólo “para los que saben”. Pero en el libro, este grupo de artistas se ha propuesto divulgar una vida y una obra entre un público más amplio para ser revaloradas.

​AQ

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