Hay que tener esperanza. Sin aferrarse, dicen que esto va a ser lento, de aquí a que todos. ¿De aquí a que todos qué? Somos millones, millones de todos. Esperanza, no expectativas. ¿Cuántos meses hemos estado con expectativas? Las cosas llegan cuando tienen que llegar, dice la gente cuando no sabe qué decir. Bájate del sofá, no arañes la tela. ¿Era de Joyce aquel cuento de las hermanas? Había una cena, con unas hermanas. Desde marzo hay expectativas. Aquel que habla y habla siempre dice: vamos bien. Sí, Chucha. ¿Quién sería Chucha? Una mujer a la que nadie le creía. No te comas eso, te vas a enfermar. Era un cuento de Dublineses, hay dos con hermanas, pero es el del final. “Los muertos”, con razón te acuerdas. Unas hermanas dan una cena, entre los invitados llega este personaje, Gabriel, que es su sobrino. Y su esposa, hay una historia de la esposa. No hay esperanza ahí. Buscas esperanza y piensas en Joyce, raro. Es que es Navidad, ¨Los muertos¨ sucede cerca de Navidad. ¿O es el mero día? Esta Navidad va a ser triste; ¿renacerá la esperanza? Se supone que de eso se trata. No me rasguñes. Kate, una de las hermanas, es saludable como una manzana arrugada. Muy distinta de su hermana Julia: “los ojos lánguidos y los labios entreabiertos le daban la apariencia de una mujer que no sabía dónde estaba ni a dónde iba”. ¿Alguien sabe dónde estamos, qué seguirá de todo esto? Esperanza. Hay muchísimos personajes, las alumnas de las tías, un tipo que se apellida Brown y hace chistes malos. Ahora todos los chistes son crueles. Bájate de ahí o te encierro. Y en una parte la tía Julia canta y todos comentan que su voz ha mejorado con el tiempo. ¿Por qué piensa Gabriel que más pronto que tarde la tía morirá? Siente que una época se va, todo es fútil, el tiempo pasa. Su propio discurso después de aquella cena donde comen ganso. Comen ganso, no pavo. Curioso. Dice que en las generaciones de antaño hay una calidez, una humanidad. Hace mucho que ya no hay calidez. Y aquel antiguo enamorado de Gretta, la esposa, ese que por irla a ver antes de que se fuera al convento, murió. Estaba enfermo y se quedó afuera, en la nieve. En Estados Unidos dicen que hay que aguantar el invierno y luego todo mejorará. Aquí las ramas peladas de la jacaranda serán la promesa. Aguantar hasta marzo y habrá vacuna, medicina, jacarandas. Él me pregunta en el cuarto de al lado: ¿quedará piel después de tanto lavarse las manos? ¿Qué quedará después de contar a los que se nos fueron? “Su propia identidad se esfumaba a un mundo impalpable y gris: el sólido mundo en que estos muertos se criaron y vivieron se disolvía consumiéndose”. Esperanza, tengamos esperanza. Bájate de ahí.
AQ