Sergio Ramírez: “La realidad fluye hacia la novela, y no al revés”

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Desde su exilio en España, el escritor nicaragüense habla de su más reciente novela y de los desafíos que enfrenta la democracia en Occidente.

Sergio Ramírez, escritor nicaragüense. (Foto: Emilio Naranjo | EFE)
Carlos Rubio Rosell
Madrid /

Exiliado en España desde 2021, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez asegura que “el exilio no es un estado al que uno se pueda adaptar”, y que “es muy difícil llegar a tener la serenidad de decir que uno es un desterrado y conformarse con ello. Yo creo que se trata de una inconformidad que lo persigue a uno de manera permanente; una molestia permanente sobre la imposibilidad de volver, sobre saberse exiliado”.

En febrero de 2023, Ramírez tuvo que padecer la infamia de ser injustamente señalado por el Tribunal de Apelaciones de la Circunscripción Managua, junto con otras 93 personas, como “traidor a la patria” por su crítica y férrea oposición a la dictadura de Daniel Ortega, quien paradójicamente fue su compañero cuando, tras la revolución sandinista de 1979, fueron parte medular de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional que sustituyó al dictador Anastasio Somoza. También fue inhabilitado para realizar cualquier gestión o desempeñar un cargo público, ordenándose la pérdida de la nacionalidad nicaragüense al tiempo que le fue confiscada su casa, donde se encontraba la sede de la Fundación Luisa Mercado, creada en 2007 en memoria de su madre.

Pero como esa no es la única molestia con la que tiene que vivir, considera que hay que buscar cómo administrarla y aprecia que si no fuera escritor se sentiría más desgraciado. Al tener la escritura, un ámbito que le acompaña aquí o allá, puede trasladarse a Nicaragua. En ese sentido, afirma en entrevista con Laberinto, “puedo hacer algo que otros exiliados no pueden: volver a mi país a través de mi imaginación. Y esa es una ventaja”.

En El caballo dorado, novela que acaba de publicar, narra usted el viaje de una princesa desde una Europa que ya no existe hasta una Nicaragua convulsa para cumplir el sueño de un inventor. En cuanto a la idea de llegar a Nicaragua, es evidente que hay una especie de regreso sentimental, y más conociendo la situación que vive usted.

Ahora que me lo dice, supongo que eso debe estar en mi subconsciente. Quien regresa tal vez no es la princesa sino yo mismo, en esta situación de vivir con un país perdido.

Esta nueva novela cierra un arco literario que comienza en 1963 con la publicación de su primer volumen de relatos, titulado sencillamente Cuentos, y que pasa por el libro Charles Atlas también muere, con el que comenzó a ser conocido en México, y continúa con obras como Un baile de máscaras o Margarita, está linda la mar, las cuales le consagran en lo que Carlos Fuentes denominaba “El territorio de La Mancha”. ¿Qué define ese arco literario? ¿Cuáles son sus pilares?

En América Latina, los escritores nos movemos necesariamente en una realidad alterada por la corrupción política y fenómenos contemporáneos. Antes eran las dictaduras y hoy es el narcotráfico, el crimen organizado, las dictaduras de nuevo cuño, el autoritarismo y las migraciones masivas hacia Estados Unidos, fruto de la pobreza y la inestabilidad. Este ha sido el barro con el que se ha amasado la literatura latinoamericana y en particular la literatura centroamericana. Sin embargo, la realidad fluye hacia la novela, no al revés; la novela no fluye hacia la realidad. Los materiales de que el novelista dispone son los que tiene a la vista, pero eso no significa que el escritor deba atenerse a un tema porque eso desnaturaliza a la literatura misma. La literatura y la libertad de creación son sinónimos, de manera que uno debe buscar los temas donde está la literatura, no donde está la política. Si la política atraviesa la literatura es porque es un elemento literario. Y en este panorama donde domina la necesidad de imaginar mundos surge esta novela, que no tiene ninguna conexión con la realidad de mi país actual, sino que explora un momento histórico lejano, de comienzos del siglo XX, y que es un viaje entre la Europa finisecular y la lejana Nicaragua, adonde un personaje, la princesa María Aleksándrovna, quiere llevar un carrusel que es una invención que de alguna manera representa la civilización.

Y que también representa la ilusión y la fantasía, pues no hay nada más ilusionante para un niño que dar vueltas en un carrusel, que es como dar la vuelta al universo.

Sí. La novela misma da vueltas como un carrusel, que es lo que yo hacía de niño en la plaza de mi pueblo. Mi padre tenía una tienda de abarrotes frente a la plaza y cuando venían las fiestas patronales y llegaban los camiones, mi fascinación era sentarme a ver armar el carrusel y luego, con tristeza, ver cuando se iba. Tengo en la memoria grabadas muy detalladamente cuáles eran las piezas del carrusel y cómo se armaba y por eso lo detallo en esta novela, que es a la vez un mecano que puede armarse y desarmarse, porque es un mecano y un carrusel que da vueltas y tiene elementos decorativos.

Hace un momento usted habló de la idea de imaginar mundos. Y en esta novela el lector parece subirse a una nube y volar. ¿Hay en el proceso de escritura un componente onírico?

Algunas partes sí, pero en muchas otras he querido hacer creíble la ilusión de la imaginación, darle asideros reales para que el lector sienta que se mete no dentro de un mundo hueco, sino en otro mundo, ligero y a la vez sólido. La invención debe tener solidez, que es lo que da credibilidad a la ilusión. En esta novela hay personajes inventados pero también reales, como es el caso de un personaje mexicano, un mentiroso que fue víctima de sus propias mentiras, porque fue fusilado no por ser sospechoso de ser espía, sino por mentiroso. Encontré a este personaje buceando en la documentación y fui transformándolo mediante la invención.

¿Considera que la novela actual adolece de demasiado realismo? ¿No cree que hay un exceso de apego a la realidad?

Creo que hay una gran diversidad de métodos para construir una novela, pero nunca se puede ser arbitrario con la mentira. La mentira debe ser creíble porque si el lector no la cree la novela no funciona. La mentira tiene que estar sostenida en un lecho sólido de realidad y credibilidad. Hablando de ello, en El caballo dorado hice un gran trabajo de chequeo de datos. Investigué mucho en fuentes del siglo XIX, por ejemplo, y comprobé situaciones que quizá nadie compruebe si son verdad o mentira. He asumido el compromiso de que la ilusión de la imaginación deba estar basada en una realidad comprobable.

En ese sentido, ¿dónde estaría la frontera entre la literatura y el periodismo?

En la literatura, verdad y mentira se funden y no puede haber huella de su soldadura, de dónde comienza la verdad y dónde comienza la mentira. En el periodismo, la mentira no tiene cabida. Si uno va a contar un accidente que ocurrió a las 5:15 de la tarde en un determinado lugar, tuvo que haber sido así. No se puede cambiar el nombre de la calle, de la víctima, de la marca del coche, porque hay un compromiso con los hechos. Así que el periodismo carece de la libertad que la novela tiene: la libertad de mentir.

Respecto al trabajo del lenguaje, ¿cómo lo manejó en esta novela y cuáles son las pautas que sigue en general?

En una novela uno se convierte en imitador y creador de lenguaje a la vez, y busca uno adecuado para cada pieza que está ensamblando. Si uno va a poner un listado de mecanismos de máquinas o piezas de un carrusel tiene que buscar un lenguaje técnico; si va a narrar un envenenamiento hay que buscar un lenguaje forense. Todo depende de las piezas que uno vaya a narrar. En esta novela, por ejemplo, también hay cartas, actas judiciales, manuales, cuentos de hadas, lo que implica distintas texturas de voces. Y esto se hace a partir del lenguaje. Uno tiene que confiar en que domina ciertos tipos de lenguaje o al menos la lengua que usa. Y lo mismo ocurre con las voces de los personajes, pues ahí es donde uno se convierte en fonomímico y da voz a cada personaje. Hay que saber repartir los papeles.

¿Cuál es el bagaje de influencias literarias que hay detrás de esta novela, que se plantea como una novela de aventuras?

Pretendía que esta novela fuera muchas cosas a la vez: una novela de viaje, de aventuras, sí, pero también un cuento de hadas y una novela policiaca. Es también una novela libresca, de modo que rindo homenaje a mis lecturas; por ejemplo, a la literatura rusa, que se encuentra muy presente en el tratamiento de los personajes, como en el viejo príncipe arruinado, jugador de cartas, alcohólico, que le dice a la hija “palomita mía” y tiene mucho qué ver con Chéjov.

Portada de 'El caballo dorado', Sergio Ramírez. (Alfaguara)

Háblenos sobre el actual gobierno de Nicaragua, la dictadura de Daniel Ortega y su mujer, Rosario Murillo. ¿Cuáles son sus impresiones?

Es una situación a la que no le veo salida. Necesitará tiempo. Depende de que quienes tienen que encontrar las soluciones puedan hacerlo o no. Pero en un plazo inmediato no me parece que estemos en una solución democrática en Nicaragua.

Hay mucha inestabilidad en Centroamérica. A nivel mundial, la situación no da confianza a partir de las guerras en Ucrania y Oriente Medio. ¿Qué cree que refleja este momento?

Se libra una lucha muy dura entre autoritarismo y democracia. En la mitad del mundo se está acelerando el autoritarismo. Las opciones electorales son solo puentes para que los candidatos autoritarios se entronicen en el poder y después nieguen las reglas del juego democrático. Pero confío en que la cordura democrática va a terminar imponiéndose frente a los intentos autoritarios.

En España, usted parece haber encontrado cierta estabilidad y un segundo hogar, al punto de que será el comisario de la presencia literaria española como invitada de honor en la próxima Feria Internacional del Libro de Guadalajara. ¿Qué pauta se ha propuesto seguir y qué se quiere exponer?

Estoy muy agradecido con el Ministerio de Cultura de España por haberme dado la responsabilidad de coordinar la presencia española en Guadalajara, porque es una presencia que tiene otros componentes, desde el culinario hasta el de la construcción del pabellón. En estos días me he reunido con el equipo de la directora de la FIL, Marisol Schulz, y está prácticamente lista la propuesta de decenas de escritores españoles que asistirán y que representan todos los géneros literarios. Es una lista que representará también a las distintas generaciones de escritores y las distintas regiones y lenguas que se hablan en este país, como el euskera, el catalán o el gallego. Además, también estarán representados los escritores latinoamericanos que residen en España o que tienen doble nacionalidad.

Ese último aspecto es muy valioso y muy poco considerado, pues cuando un autor sale de su país y comienza a publicar en otro parece que deja de existir para su tierra, y en el país donde reside se le toma poco en cuenta porque no acaba de considerarse un autor local.

Es verdad. En ese sentido, el lema de la presencia española en la FIL de Guadalajara 2024 será “Camino de ida y vuelta”, un homenaje a los escritores españoles que fueron al exilio a México y a otros lugares de América Latina en el pasado, y a los escritores latinoamericanos que viven aquí en España empujados por otros vientos pero que son muy numerosos.

Pensando en eso, Carlos Fuentes habló de “El territorio de La Mancha”. ¿Qué le parece?

Este es un territorio con dos orillas. España es América Latina y América Latina es España, y su literatura también, porque es una literatura híbrida. Lo importante es que aprendamos a leernos más, a los españoles allá y a los latinoamericanos aquí en España.

AQ

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