Parece una novela sobre la intervención de los fantasmas en la esfera humana, sobre todo porque en las páginas iniciales refiere un encuentro del que dará testimonio un libro iniciático: La primera escucha. Parece también una novela sobre los actos criminales de una secta que busca iluminar las claves de ese libro que unos pocos guardan y han leído. Parece asimismo el diario de una mujer perseguida por la culpa y víctima del abuso sexual de su padre, el autor de aquel libro que refiere el tránsito de los fantasmas de un mundo al otro. Parece, por último, el delirio de una mente disuelta en improbables cantidades de ron y hielo.
Solar (Cáspita) no es nada de eso. De hecho, cuesta saber hacia dónde se dirige. Y no es que se trate de una novela difícil de clasificar, a la que podríamos destinar a la casilla de la crónica, o del ensayo, o de la especulación científica o filosófica, o a todas a la vez. No. Toma tantos caminos, comprende un periodo tan largo de tiempo (digamos que cien años) y crea y muy pronto desdeña a sus personajes para convocar a otros en tan sólo 170 páginas, que acaba por tomar la apariencia de un deshuesadero: piezas que se amontonan sin orden ni concierto.
Javier Elizondo, quien se presenta como un autor que “hace poco prometió no volver a cortarse el pelo”, ha querido escribir sobre una maldición que se extiende a través de cinco generaciones (desde 1962 hasta bien entrado el siglo XXI) y ha obtenido un entramado que a ratos, sólo a ratos, tiene coherencia narrativa, y, en la mayoría de sus pasajes, una desconcertante hilera de asesinatos y personajes gratuitamente nominados a un pabellón psiquiátrico. Casi al final de Solar, por ejemplo, el tataranieto del hombre aquel que dijo haber entrevistado a un fantasma hunde una varilla en el vientre de su madre por órdenes de un perro negro que lo visita en sueños. Y todo porque, en la lógica impuesta por Javier Elizondo, nada es más importante como el tremendismo que debe perseguir a una familia maldita.
Solar trae a cuento una desafortunada sospecha: según parece, un número mayúsculo de narradores mexicanos nacidos en la década de 1980 está más apurado por publicar su obra que por someterse a sesiones rigurosas de buena lectura. Lo suyo, la verdadera tradición, proviene del cine en su versión sanguinolenta y las series de televisión.
Solar
Javier Elizondo | Cáspita | México | 2020
AQ | ÁSS