‘Suelten a los perros’: un infierno a pequeña escala

Libros | A fuego lento

En los relatos de Luis Jorge Boone no hay nada más definitivo que la constatación de la derrota; sus personajes, en contra de las apariencias, trascienden lo ordinario.

Portada de 'Suelten a los perros', del escritor coahuilense Luis Jorge Boone. (Ediciones ERA)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

No hace falta un adjetivo para definir el realismo que Luis Jorge Boone ejerce con precisión estilística y escrupulosidad psicológica en Suelten a los perros (ERA), cinco relatos en los que no hay nada más definitivo que la constatación de la derrota. O como expresa el protagonista de “Las glorias del cine al alcance de todos” tras concluir su periplo actoral: “había gente que nomás se aparecía en tu vida no para chingarte a ti sino para chingarse algo tuyo o para enseñarte que eso que necesitas con desesperación jamás te pertenecerá”.

Cada relato contiene entonces la misma verdad esencial y sus personajes, en contra de las apariencias, trascienden lo ordinario: parecen menores y, sin embargo, o quizá por ello, son capaces de llevar hasta el límite sus aptitudes inconscientes para la comedia. Sus bancarrotas sentimentales, familiares o vocacionales son el combustible que alimenta el escarnio y la ironía; no se antojan insuperables, mucho menos devastadoras, pero tienen la forma de un estigma. ¿O qué revela “El club de salir a correr los viernes”, en el que un redactor obeso y empleado en casa practica el fatigoso deporte de perseguir durante la noche a los niños que desvalijan los automóviles estacionados frente a su casa, sino la insoportable cotidianidad de quienes carecen por igual de amigos y enemigos? ¿O ese otro relato, “Quimeras por la mañana”, una puesta en escena donde un padre con escasos beneficios filiales debe pasar la velada de año nuevo en la mansión del novio de su exesposa, sino la disposición largamente cultivada para pasar por un mamarracho al que nadie paga por ver?

Creo que ninguno de los momentos fugaces que contiene Suelten a los perros podría generar tantos apetitos insatisfechos si no ocurrieran en ese lugar al que Luis Jorge Boone le ha dado la consistencia y la respiración de una ciudad imaginaria. Monclova es la madre ingrata de esas creaturas sin otro oficio que el de arrastrar los pies, Monclova, el enorme protagonista, donde “nada dura, ni las cosas buenas ni las malas: se las lleva el viento, les da una arrastrada por el polvo y no las avienta hasta que las suelta allá por…”. Como todo infierno a pequeña escala, es un revoltijo de afanes inservibles y tiempos de indigencia.

Suelten a los perros

Luis Jorge Boone | ERA | México | 2021

AQ

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