Tennessee Williams: ¡No me ayudes, compadre!

Doble filo

'Un tranvía llamado Deseo' se presenta con mucho empeño en el Centro Cultural del Bosque, aunque cometiendo el pecado original de querer “empoderar” a Blanche Dubois.

Puesta en escena de 'Un tranvía llamado Deseo', de Tennessee Williams, en el Teatro del Bosque Julio Castillo. (Foto: Jesús Quintanar)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

I

En 1993, cuando entrevisté en el aeropuerto del entonces Distrito Federal a Edward Albee (1928-2016), le dije que tenía fama de ser muy estricto con los montajes de sus obras cuando los directores querían meter su cuchara en el texto. El dramaturgo estadunidense replicó duro y directo: “Si un director desea hacer lo que quiera, que escriba su propia obra”.

Entonces, le pregunté qué le había parecido la versión cinematográfica de su famosa obra ¿Quién le teme a Virginia Woolf? Respondió: “Yo tuve que aceptar que el lenguaje del cine es distinto al del teatro”.

Me acordé de eso mientras veía Un tranvía llamado Deseo, de Tennessee Williams, en el Teatro del Bosque Julio Castillo, bajo la dirección de Diego del Río y la actuación estelar de Marina de Tavira como la mítica Blanche Dubois.

En el montaje se percibe un entrañable amor colectivo por el teatro, pero eso no elimina los derrapes. Empezar la obra con una especie de prólogo en el que se tira línea acerca de lo que está por suceder, es como si un pitcher le diera base por bolas intencional al primer bateador. Y ya lo dijo el legendario Mago Septién: “contra la base por bolas no hay defensa”.

Tal prólogo es una forma poco afortunada de advertir algo así como “que conste que somos políticamente correctos” o peor tantito: “lo que el autor quiso decir…”. Un teatro no es un salón de kínder o primaria porque el público tiene derecho a sacar sus propias conclusiones sin intromisión alguna.

II

Cuando la puesta en escena de Un tranvía llamado Deseo parece levantar el vuelo con toda clase de recursos e imaginación, surge en los diálogos la palabra “patriarcado” y con eso la nave se va a pique nuevamente.

A manera de defensa tal vez se dirá que en los créditos aparece Diego del Río no solo como director sino también como adaptador. Pues sí, pero las letras chiquitas no deberían ser una patente de corso para meterles la mano a los grandes autores. Por más que lo intento, no me imagino a Tennessee Williams escribiendo “patriarcado” hace casi ocho décadas.

Puede ser válido que los personajes utilicen modismos y groserías a la mexicana, pero de eso a zambutir con tirabuzón lo del “patriarcado” hay un abismo.

Originalmente, Blanche le dice a Estela que se casó con un loco y el adaptador mexicano cambia loco por violento, en su afán por transportar al personaje a los tiempos del #MeToo. Una figura universal como la Dubois no necesita que nadie la “empodere”, se defiende sola.

Decirle al público que los hechos acontecen en 1947, en Nueva Orleans… “o tal vez no”, resulta innecesario. Si las obras perduran en el tiempo y conservan su vigencia se debe a la genialidad de sus autores, no a las advertencias que se hagan en cada función.

La perfecta estructura del Tranvía, su poderosa historia y un aliento poético de altos vuelos conforman una maquinaria que rechaza piezas de repuesto que no sean de agencia.

III

El estreno de Un tranvía llamado Deseo fue un parteaguas en la historia del teatro universal, un terremoto con epicentro en Broadway que provocó sismos en muchos países.

Lleno de simbolismos, el drama de Blanche Dubois se presentó en el Palacio de Bellas Artes en 1948, con las actuaciones estelares de María Douglas como Blanche y Wolf Rubinskis en el papel de Stanley Kowalski, ambos estudiantes del director Seki Sano.

A Seki Sano le cayó del cielo Wolf Rubinskis, quien sin ser un gran actor cuadraba muy bien con el personaje agresivo y fortachón. Rubinskis nació en Letonia, de madre originaria de ese país y padre ucraniano, ambos judíos. “Stanley”, de ascendencia polaca, “nació” en Estados Unidos, dato que sale a relucir en una de las muchas discusiones que él tiene con Blanche.

IV

En el montaje que se presenta actualmente en el Centro Cultural del Bosque, el papel de Stanley recae en Rodrigo Virago, un joven con mucha experiencia en teatro, cine y televisión cuya presencia escénica no impacta como debiera en este gran reto actoral. No es fácil interpretar el papel que consagró a Marlon Brando en teatro y cine, además de ser el contrapunto de una notable Marina de Tavira como Blanche Dubois.

V

La única mexicana que ha interpretado a Stella y Blanche es Diana Bracho: en los años ochenta como Stella bajo la dirección de Martha Luna y en los noventa como Blanche en la puesta en escena de Francisco Franco.

Cuando Diana Bracho interpretó a Blanche Dubois la visité en su casa. Ahí me dijo que ella y su esposo (ahora ya fallecido) quisieron producir Un tranvía llamado Deseo respetando absolutamente el texto original, con traducción de José Emilio Pacheco.

También comentó que las obras maestras de la literatura ofrecen múltiples lecturas, y por ello es factible que cada actor o actriz tenga una visión particular de su personaje. Agregó que “Blanche es una mujer con dignidad que está sumida en lo más profundo del abismo humano. Antes la veía como un personaje melodramático, pero creo que su inteligencia y sentido del humor la ayudan a distanciarse de sí misma”.

VI

A unos cuantos pasos del Teatro del Bosque Julio Castillo está el Lunario del Auditorio Nacional. En 2014 se presentó ahí, en video de alta definición, Un tranvía llamado Deseo, producción del Teatro Young Vic de Londres, como parte del programa National Theatre Live.

Esa puesta en escena de Benedict Andrews pasará a la historia por la actuación de Gillian Anderson (la agente Scully de Expedientes secretos X) en el papel de Blanche.

Nacida en Chicago, Gillian Anderson fue capaz de reproducir con exactitud el acento sureño de Estados Unidos y mostrar con gran talento el sube y baja emocional de su personaje.

La inglesa Vanessa Kirby (nominada al Oscar por Pieces of a woman), se mostró sensual y convincente como Stella, la hermana de Blanche que es feliz con su marido medio bruto pero que es un tigre en la cama.

El escenario circular giratorio, en el centro de las butacas, ayudó a que tanto los espectadores en vivo como a través de la pantalla vieran con claridad el “punto de vista” de cada personaje, tal como lo escribió atinadamente un crítico británico.

VII

En el actual montaje mexicano, Astrid Mariel y Ana Clara Castañón interpretan juntas a Stella, la segunda de ellas con un avanzado embarazo real que le pone pimienta a la actuación del binomio.

Las vecinas de los Kowalski y el grupo de amigotes de Stanley, incluyendo a Mitch (el pretendiente de Blanche), ejecutan con eficiencia su labor actoral y varios participan como vocalistas e instrumentistas del jazz en vivo que envuelve el drama.

El escenario, al igual que en el caso del Young Vic de Londres, está rodeado por las butacas fijas y removibles, aunque sin girar. El sencillo departamento de Stella y Stanley sólo está en la imaginación de los espectadores porque aquí no hay paredes ni muebles, y al baño por el que tanto pelean Blanche y Stanley se ingresa levantando una tapa del piso (por cierto, en los baños del Teatro del Bosque Julio Castillo no había agua en las tuberías, aunque sí en grandes tambos con palanganas de plástico incluidas… ¡ver para creer!).

VIII

Alguna vez Emilio Carballido me dijo que “el teatro es una carga de electricidad permanente”.

Los “toques” en el cuerpo y la mente los producen obras como Un tranvía llamado Deseo y actuaciones como la de Marina de Tavira (nominada al Oscar por Roma), quien es de las actrices que no se conforman con ser atractivas físicamente sino que también aportan cualidades histriónicas cinceladas con el tiempo y un gran profesionalismo, obviamente con apoyo de un equipo entusiasta que merece los fuertes aplausos que llegan al final.

En esta ocasión a Marina le toca interpretar a la icónica mujer que en su pesada maleta carga tiempos mejores que se han ido, aires de grandeza que se han quedado, una psique a punto de hacer agua y algunos terribles secretos que Stanley develará con toda la maldad de que es capaz.

IX

La corta temporada de Un tranvía llamado Deseo finaliza el 3 de septiembre. Los boletos se agotan porque hay mucho interés por ver la obra y las butacas altas no están a la venta para crear un ambiente de intimidad que ayuda a potenciar el drama.

X

Luego de tres horas en el teatro, que vuelan, el aterrizaje en la realidad llega al bajar por las escaleras de cemento en el Metro Auditorio porque las eléctricas, para no variar, están detenidas.

Tal vez en la estación Deseo las cosas sean diferentes.

AQ

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