La biografía póstuma de Henry David Thoreau (1817-1862) ha sido muy agitada y su figura y su obra han servido para abanderar las más diversas causas desde la desobediencia civil y el pacifismo hasta el turismo ecológico. Thoreau, biografía esencial de Antonio Casado da Rocha (Madrid, Acuarela & Machado, 2014) es un ensayo fresco y contagiosamente entusiasta sobre la vida del escritor y su órbita intelectual.
La biografía de Casado no pretende ser exhaustiva, sino enfatizar en detalles significativos y resaltar rasgos que provienen más de la empatía del lector que de la severidad del historiador académico.
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Miembro de una familia industriosa y austera, Thoreau estudió en Harvard, cultivó una íntima amistad, no exenta de conflictos, con el célebre filósofo trascendentalista Ralph Waldo Emerson, trabajó como profesor, fabricante de lápices, agrimensor y fue filósofo aficionado, amante casto y desafortunado y, por temporadas, fecundo ermitaño.
Si bien Thoreau aquilataba la soledad y su libro más célebre, Walden, narra su controvertido periodo de recogimiento en los bosques, también fue un ser sociable y cordial, tertuliano de una extraordinaria constelación artística, filosófica y política de la que forman parte su maestro y amigo Emerson, Nathaniel Hawthorne, Mary Fuller, Amos Alcott y, en su espectro más amplio, toda la fauna de reformadores y utopistas que hicieron de la Norteamérica del siglo XIX un territorio lleno tanto de ambición como de esperanza.
"Para Thoreau se puede ser optimista sin guardar una fe ciega en el progreso"
Entre toda esta nómina de personalidades excepcionales, Thoreau es único y, por ejemplo, aunque la influencia de Emerson es innegable, Thoreau la transforma con su espíritu práctico y su búsqueda de autenticidad. Sus aspiraciones rebasan con mucho el ámbito intelectual y buscan traducirse en una vida cotidiana más buena y más plena. Así, Thoreau es feliz con los trabajos manuales y aparentemente de poca monta, cultiva la frugalidad como una forma de libertad, combina su compromiso con la vida pública (su apoyo al abolicionismo, su indignación por la guerra de su país con México) con la contemplación de la naturaleza y el autodescubrimiento y es valiente e inflexible frente a las distintas formas de coerción y manipulación del Estado o la muchedumbre.
Para Thoreau se puede ser optimista sin guardar una fe ciega en el progreso y se puede ser empático y solidario, sin responder a la inercia de la manada o a la orden del tirano. Las descripciones de Casado sobre su tránsito final describen de manera inmejorable su misteriosa sabiduría: ante su muerte inminente por tuberculosis, Thoreau mantiene la reciedumbre y el buen humor y rehúsa, como se lo pide su tía, “reconciliarse” con Dios, pues dice que nunca han reñido. Luego, un amigo le pregunta por su agonía: “Pareces tan cerca del río oscuro que casi me dan ganas de preguntarte cómo se ve la otra orilla, le dijo. Como ascendiendo por una fatigosa montaña, Thoreau se tomó un momento para contestar: ‘cada mundo a su tiempo’ ”.
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