Devenir trans

Libros | A fuego lento

A pesar de sus buenas intenciones, en el terreno literario 'Transporte a la infancia', de Frida Cartas, no prospera a la sombra de la militancia.

Portada de 'Transporte a la infancia', de Frida Cartas. (Almadía)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Cuando la escritura no está a la altura de los hechos narrados resulta inevitable pensar en las oportunidades perdidas a causa de la impericia o el descuido. Es la sensación que deja Transporte a la infancia (Almadía) de Frida Cartas: la de que el relato de una vida singular ha nacido malogrado.

Estamos en una colonia periférica de Mazatlán durante las décadas de 1980 y 1990. Hasta ese reducto de la marginación nos lleva la narradora desde un presente en el que los términos “violencia de género”, “autodefensa contra la transfobia”, “disforia de género en un nivel corporal”, “roles y praxis” han tomado por asalto al discurso político. De modo que el lector debe respirar hondo para abrirse paso entre toda esa cháchara hasta arribar al propósito mayor de Transporte a la infancia: recrear el tiempo de la configuración de una identidad en pie de guerra contra la dualidad sexual.

Ahí tenemos al niño —hijo de un militar y una obrera sobreprotectora— actuando como “niña” mientras aprende a devolver los insultos y a sustraerse del ambiente hostil. Sabemos muy poco de su mundo interior pero mucho del barrio marginal, de la escuela como tutora de la discriminación, de las calles como abecedarios de la violencia. No es de extrañar que el tono sea previsiblemente realista y que los momentos ejemplares se resuelvan a la manera de los cuadros de costumbres.

Pero, aunque ponga a la memoria en juego de manera narrativa, Frida Cartas no aspira a la literatura sino a servirse de esta para enviar unos cuantos mensajes aleccionadores: “todas las mujeres de alguna u otra forma, seamos trans o no, creamos vida”; “no se violenta al conquistador, masculino, rudo, rico, blanco”; “no hay una generalidad de violencias bajo el nombre del pomposo y protocolario bullying”. Ya que se trata de escribir para denunciar el abuso, y para gestarse y autoparirse, Frida Cartas puede soltar sin pudor estas barbaridades: “Estaba con un par de señoras, dos o tres”; “Una vez que aprendí a no despertar para el baño”; “ni se me anchó la espalda”; “sometían a la dueña a punta de pistola para robarla del efectivo del día”.

El caso es que no hay historia que prospere a la sombra de la militancia, no importa si se presenta cargada de buenas intenciones.

Transporte a la infancia

Frida Cartas | Almadía | México | 2023

AQ

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