Análisis del crimen

Café Madrid

La reciente popularidad del true crime es parte de una larga tradición literaria en la que buscamos convencernos de que el monstruo es el otro, no uno mismo.

'The Jinx' cuenta la historia del asesino y empresario estadunidense Robert Durst. (HBO)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

Ahora que Vladimir Putin es el enemigo número uno y que, por eso, la prensa ofrece decenas de perfiles con su lado más siniestro y la tele rescata una cascada de documentales sobre su poderío y abusos internacionales, tengo la sensación de estar permanentemente ante a la estructura del true crime (crimen real), entendida como experiencia sensorial de la maldad.

Pero, claro, también sé que esto no sólo se debe a la guerra y a su gran verdugo, sino al auge de la novela negra y de los documentales y las series del género que nutren la conversación cotidiana. Es imposible leer y ver la avalancha de novedades que aparecen a diario, la mayoría de una calidad extraordinaria, pero uno ha de hacer un esfuerzo porque sabe que para conocer a una sociedad hay que fijarse en sus crímenes. Para llevar a cabo esa tarea no está de más, sin embargo, contar con un prescriptor.

Suerte que Vicente Garrido, un profesor de criminología de la Universidad de Valencia, se ha dispuesto a echarnos la mano con su recientemente publicado True crime. La fascinación del mal (Ariel), una guía sobre las obras literarias y audiovisuales más relevantes de los últimos años que, además de disfrutarlas, nos permiten reflexionar sobre la violencia y el sistema de justicia implicado en una serie de crímenes que forman parte de nuestra cultura y, como sostiene Garrido, “hablan de nosotros, de nuestros miedos y esperanzas, de nuestras virtudes (coraje, tenacidad, sentido de la justicia, empatía, sacrificio, responsabilidad, amor, redención) y debilidades (envidia, odio, celos, ambición desmedida, miedo egoísta, traición, deseo de poder y de placer sexual ilegítimos). Y por eso mismo nos enseñan a vivir, a entender nuestras pesadillas y a poder hacer algo al respecto.”


El true crime es la investigación y la reconstrucción de un hecho atroz, así como su análisis, tomando en cuenta la mente del criminal, la escena del crimen, los investigadores, las víctimas, el juicio y la condena. Se trata, en fin, de una estructura aderezada con drama, misterio y suspenso que atrapa y fascina al lector/espectador. ¿Ya vieron O.J. Made in America, The Jinx o The Staircase? ¿Ya leyeron La auténtica Lolita, Mis rincones oscuros o Ifigenia en Forest Hills? Yo llevo varios días aferrado a estas historias.

En realidad, la afición por este tipo de obras no es algo nuevo. Quizá desde las tragedias griegas todo se fue asentando y, muchos años después, a las novelas por entregas o folletines les siguieron las revistas especializadas, como True Detective en Estados Unidos, Alarma! en México o El Caso en España, que vendían miles de ejemplares principalmente porque los sucesos violentos y espeluznantes que contenían habían ocurrido de verdad, cerca o lejos de nosotros, y eso hacía que esos puñados de páginas fueran las más atractivas (y morbosas) de los quioscos de prensa.

En materia literaria, A sangre fría de Truman Capote representa un antes y un después en el género (aunque, bueno, un argentino diría que el parteaguas fue Operación Masacre, de Rodolfo Walsh), porque “Capote informó sobre crímenes reales con el detalle artístico y la belleza estética de una ficción lírica”, señala el profesor Vicente Garrido. Pero no sólo son terceras personas las que se ocupan de poner orden y sentido a un crimen. Muchas veces son los propios asesinos los que, por su necesidad narcisista de reconocimiento, se encargan de dar su versión de lo sucedido.

Luego está el tema de los genocidios, que también entran dentro del género. Hay quien se ha ocupado del Holocausto, pasando por Ruanda, hasta llegar a la dictadura chilena, de la que Nona Fernández, por cierto, ha sido capaz de crear un true crime poético, hermoso y terrible (La dimensión desconocida) que narra las desapariciones, torturas y asesinatos cometidos por Pinochet.

A la par que el libro de Garrido, quizá como complemento, también se ha publicado Homocriminalis. El crimen a un clic: los nuevos riesgos de la sociedad actual (Ariel), de la criminóloga y jurista especializada en personalidad psicopática y delitos violentos Paz Velasco de la Fuente. Su tesis es contundente: todos (no sólo alguien como Putin) estamos diseñados para matar: “pensar que hay monstruos sueltos por el mundo es mucho más sencillo que aceptar que los verdaderos monstruos habitan en nosotros, pero nuestro raciocinio busca a esos malvados entre los demás, quedando así nuestra conciencia más tranquila.”


​AQ

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