Truman Capote, dulce tarántula venenosa

Café Madrid

El autor de A sangre fría murió hace casi 37 años; un documental repleto de testimonios de conocidos, amigos y enemigos muestra que, en el fondo, lo que más deseaba el aclamado escritor estadunidense era ser querido.

Truman Capote, autor de novelas como 'A sangre fría' y 'Desayuno con diamantes'. (Archivo)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

La otra noche me sumergí en un maratón de películas protagonizadas por Libertad Lamarque (sí, ¿qué pasa? ¿Acaso soy el único fan que le queda a Doña Liber?). Hacia el final de Bello recuerdo, donde la argentina está acompañada por el españolísimo Joselito y la mexicanísima Sara García y, entre los tres, se encargan de conmover hasta al más duro de roer, mis ojos se desviaron del melodrama hacia un llamativo anuncio: “The Capote Tapes. Descubre al verdadero Truman Capote a través de las miradas inéditas de sus amigos y enemigos”. Y entonces, claro, tuve que hacer a un lado a la actriz machacada por Evita Perón. Total, a los abandonos estaba acostumbrada Doña Liber. Y, pobre sufridora, a perdonar también.

The Capote Tapes es un documental de Ebs Burnough, ex asesor de Michelle Obama que además formó parte del aparato de comunicación de la Casa Blanca. Cuando leyó la biografía de William S. Paley, fundador de la cadena de televisión CBS, se dio cuenta de que un nombre se repetía en varios acontecimientos sociales del protagonista del libro: Truman Capote. Así que leyó y releyó sus libros, empezó a hablar con gente que lo conoció y dio con las grabaciones que George Plimpton realizó para escribir la biografía coral del autor de Otras voces, otros ámbitos. En ellas se basa el filme.


Truman Capote, cuya vida ha sido objeto de otras películas de ficción (Capote e Infamous), se murió hace casi 37 años y dejó inconclusa la que, según él mismo, sería su “obra maestra”. Le puso Plegarias atendidas y en sus páginas, decía, se reflejaría la íntima y verdadera cara de la famosa jet set estadounidense que había conocido bien al haber sido invitado muchas veces a sus fabulosas fiestas, mansiones y yates. Durante 20 años, la novela fue “la más famosa obra no publicada de la literatura norteamericana”, pero alcanzó a dar a conocer algunos capítulos en la revista Esquire (con “personajes reales”) y, debido a ello, se ganó el desprecio de la mayoría de “esos ricos”, por los que él sentía fascinación y resentimiento al mismo tiempo. Por eso pasó “aislado” los últimos días de su vida.

Truman Streckfus Persons, su verdadero nombre, ha pasado a la historia por consagrar y masificar con A sangre fría la novela de no ficción. Pero también le encantaba ser un personaje singular (muchos los llamaban “el pequeño terror” o la “dulce tarántula venenosa”). Hedonista, chismoso, de voz chillona y pluma afilada tenía entre sus principales extravagancias a la superstición: “Siempre tengo que sumar todos los números: hay personas a las que nunca telefoneo porque al sumar su número sale una cifra que trae mala suerte, o rechazo una habitación de hotel por la misma razón. No puedo permitir que haya tres colillas en el mismo cenicero. No viajo en un avión con dos monjas. No empiezo ni termino nada en viernes”.

Además de ahondar en la relación íntima (“enamoramiento”) que el autor tuvo con Perry Smith, uno de los asesinos de A sangre fría, el filme de Burnough cuenta con los testimonios de Lauren Bacall (“su inteligencia lo hacía totalmente único. Siempre quería tenerlo cerca porque no había nadie como él”), Norman Mailer (“¡su actitud era agotadora!”), Gloria Vanderbilt, Babe Paley, John Richardson, Colm Tóbin y… Kathy Harrington, hija de uno de los amantes de Capote, el agente de bolsa Jack O’Shea, a quien protegió “como lo haría un buen padre”, según ella misma. “Lo conocí en nuestra casa y supe de la relación que tenía con mi padre después de haberse separado de mi madre. Era una gran persona y, gracias a él y a sus contactos, yo pude desarrollar una carrera como modelo”, explica ante la cámara.

Así que no estaba todo dicho acerca de la vida de este deslumbrante, frívolo y despiadado escritor. Quería ser el tipo de padre que él nunca tuvo. Pero sobre todo, quería que lo quisieran. Un audio suyo lo deja claro: “La gente no me quiere. Soy un bicho raro. La gente se entretiene conmigo. La gente se siente fascinada por mí. Pero la gente no me quiere”.

Al final, ya lo ven, el documental resultó ser otro melodrama, muy parecido a los de Libertad Lamarque. Pero de ella, también “un bicho raro” entre tangos, coplas y rancheras, mejor hablamos en otra ocasión.

AQ

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