¿Quién no ha escuchado el himno feminista “Canción sin miedo”? Es una canción que sacude conciencias, que estremece el alma cuando en marchas, mítines o conciertos la multitud canta: “Que tiemble el Estado, los cielos, las calles / Que teman los jueces y los judiciales / Hoy a las mujeres nos quitan la calma / Nos sembraron miedo, nos crecieron alas”.
La primera vez que se escuchó fue el 7 de marzo de 2020 en el concierto de Mon Laferte en el Zócalo de la Ciudad de México. Ese día, la artista chileno-mexicana la cantó acompañada de su autora, la coahuilense Vivir Quintana, prácticamente desconocida pese a llevar muchas horas de vuelo componiendo y cantando en donde podía con su inseparable guitarra, que aprendió a tocar desde niña. Con ellas dos, sobre el escenario sumaban 43 mujeres, un número simbólico en la historia reciente del país: el número de víctimas de la llamada “noche de Iguala”, cuyo crimen permanece impune después de once años.
Pese a ser un estreno, la gente la coreaba, “incluso llevaban mantas con frases de la letra”, escribe Quintana en su libro Sobre-Vivir para la música (Sexto Piso, 2025), en el que cuenta su historia. Recuerda que en el escenario Mon le dijo: “Vamos a gritar fuerte, que nos escuche el mundo”. Así fue, su canción atravesó fronteras y ella se proyectó profesionalmente como nunca lo había imaginado. Desde entonces cambió su vida, su nombre se hizo habitual en los medios y sus canciones comenzaron a escucharse en todas partes mientras otros artistas —Aterciopelados, Caifanes, Silvio Rodríguez, Camila Fernández, entre muchos más— alternaban con ella en sus conciertos.
Sobre-Vivir para la música, con fotografías, dibujos, anotaciones de sus diarios, letras de canciones, es una historia de lucha, de persistencia. Divido en tres partes, el libro contiene las tres vidas de Viviana Montserrat Quintana Rodríguez, su verdadero nombre. Primero en Francisco I. Madero, ciudad llamada “El corazón de La Laguna”, y en Torreón, donde transcurrió su infancia y adolescencia; después en Saltillo, donde estudió canto con “un barítono famoso”, comenzó a cantar en bares y se graduó como maestra normalista, y por último en la Ciudad de México, donde tuvo que enfrentar las dificultades de los inmigrantes con nada o poco dinero, hasta que la suerte y un amigo la hicieron coincidir con Mon Laferte.
En las primeras páginas revela el por qué de este libro: “para contar lo que he sido, lo que he perdido, lo que he salvado”. Y, sin ambages, dice: “Yo soy esa mujer a la que le han dicho loca, gorda, fea, terca, exagerada, hipersensible, peligrosa, llorona y quiero decir: ¡Sí he sido todo eso, pero no somos solamente lo que los demás dicen de nosotras!”
“Por todas las compas marchando en Reforma / Por todas las morras peleando en Sonora / Por las comandantas luchando por Chiapas / Por todas las madres buscando en Tijuana / Cantamos sin miedo, pedimos justicia / Gritamos por cada desaparecida / Que retumbe fuerte: ¡Nos queremos vivas! / ¡Que caiga con fuerza el feminicida!”, cantan miles de mujeres en México y otros países en los que las mujeres viven con constante violencia. Vivir Quintana escribió esta canción en nueve horas, a petición de Mon Laferte. “Acababa de pasar el feminicidio de Ingrid Escamilla en la Ciudad de México”, relata en su libro. Con eso en la mente, buscó en Internet noticias sobre otros feminicidios, comenzó a escribir “Canción sin miedo”, que unos días después cantaría en el Zócalo de la capital del país con Mon Laferte.
Desde entonces grabó su primer álbum, participó en un documental de Carlos Pérez Osorio “sobre la legítima defensa y de cómo la música ayuda a acompañar estos casos y estas cosas”, publicó su libro y ha cantando en muchos países. “¿Qué sigue?”, se pregunta, y responde: “Seguiré creando, seguiré cantando y seguiré resistiendo hasta donde la vida me dé voz”.
AQ / MCB