En 2019, Yael Weiss experimentó un tormento gastrointestinal durante los días previos a la publicación de su primer libro de cuentos en español. Cuando las páginas de Hematoma —título de aquel volumen— ya desfilaban por la imprenta, tenía el estómago embriagado de cortisol. “Estaba muy temerosa de la recepción y la crítica”, cuenta en entrevista para Laberinto.
Con la vara de sus expectativas al nivel del fracaso, comenzó a escribir otro libro. “Por si éste no funciona”, se dijo. La apuesta resultó una victoria doble: la temida crítica y los lectores consideraron a Hematoma como uno de los mejores libros de aquel año prepandémico. Además, Weiss confeccionó otra obra ambiciosa: Las cicadas, publicada en 2021 por Elefanta Editorial.
Una tarde decembrina, Yael abre el viejo portón metálico de una casa en Coyoacán. Sobre el atuendo negro, asoma media sonrisa a modo de bienvenida. Calza un par de lustrosas botas doradas que trazan la ruta hacia el espacio donde habita desde hace varios meses. Ahí, flanqueados por macetas de barro y un envidiable inventario botánico, charlamos sobre los nueve cuentos —todos protagonizados por mujeres— incluidos en el libro.
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—¿A qué obedece la elección de personajes femeninos como protagonistas?
A una necesidad propia. No fue por entrar en la moda en la que todo el mundo escribe sobre mujeres. Quizá la intención era ficcionalizar momentos de mi propia vida donde he sentido una duda y una confrontación de deseos e inquietudes, y a partir de ahí escribir historias. Obviamente después me alejo de la experiencia propia para formar personajes y situaciones, para ver cómo se desenvuelven y cómo se resuelven. No quise ser políticamente correcta. No me interesa serlo. A mí me gusta retratar la realidad, lo que nos duele, lo que todavía no está resuelto.
—En varios relatos prevalece la violencia y la crudeza. ¿Por qué te interesa escribir desde esa óptica?
Las relaciones entre las personas son extremadamente complejas. El escritor trata de mostrar esa complejidad, pero sólo toma los aspectos que quiere alumbrar. Es como pasar una criba para recoger las partes violentas donde la buena conciencia se agolpa y la ternura se deja de lado. Yo trato de analizar todos los elementos de la violencia que juegan en cualquier definición de identidad, en todas las maneras de estar en el mundo.
—A mi juicio, los personajes de Las cicadas son seres subterráneos, como esos insectos que dan título al libro y a uno de los cuentos.
Creo que sí. Las cicadas viven 17 años bajo tierra y salen nada más para cantar, en una especie de despliegue vital. Después de una vida larvaria, lenta, fría, salen a la luz del día, dejan su exoesqueleto, cantan, se aparean y mueren en cuestión de tres meses. Son 17 años para ese momento de revelación. Estoy de acuerdo, estos personajes son subterráneos y de repente aflora algo que los convierte en lo que son. Por otra parte, son mujeres menos desadaptadas que los personajes de Hematoma. La diferencia es que en Las cicadas los personajes son verdaderamente sinceros.
—Además de la sinceridad, a estos personajes los hermana la exposición al peligro, que ocurre en distintos matices.
Les gusta exponerse al peligro porque se atreven a ver que algo dentro de ellas no funciona o no ocurre según la imagen que esperaría la sociedad. Me interesa la gente que se expone, que tiene ese impulso por estar en el borde entre la conservación y la autodestrucción, que logra estar ante el abismo y no tirarse.
ÁSS