Las profecías del profesor Harari

Café Madrid

Esta época vertiginosa y carente de liderazgos sensatos es oportuno que alguien sacuda nuestra atolondrada mente con sus planteamientos.

Yuval Noah Harari, filósofo e historiador israelí. (AP)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

En cada lugar al que llega, Yuval Noah Harari es recibido como un gurú y/o un rockstar. Este historiador y filósofo israelí, famoso gracias a su trilogía sobre el pasado y el futuro de la Humanidad (Sapiens, Homo Deus y 21 lecciones para el Siglo XXI), llegó el otro día a Madrid haciendo honor a su popularidad planetaria y a su sobrada capacidad para dejar bien asentadas una ristra de explicaciones y advertencias. Después de hacer cola y de pasar por un par de controles de seguridad, decenas de personas nos sentamos a escucharlo en el Ateneo de Madrid.

A mí me parece un poco sospechoso que varios políticos y empresarios recomienden sus libros (por aquello de que son la élite dirigente y, en teoría, no les da la gana perder sus privilegios) y que se haya hecho millonario a base de pregonar un discurso que, en esencia, ya se ha dicho en otros momentos de nuestra Historia. Pero, al mismo tiempo, reconozco que en esta época vertiginosa y carente de liderazgos sensatos es oportuno que alguien establezca las pistas de la ruta a seguir y, sobre todo, sacuda nuestra atolondrada mente con sus planteamientos.

Harari es un hombre de 47 años que no tiene celular, practica el veganismo y la meditación vipassana, vive con su marido (y manager) en una cooperativa rural a las afueras de Jerusalén, medita dos horas diarias y pasa dos meses del año en un retiro espiritual en la India, es catedrático de Historia en la Universidad Hebrea, cuelga sus charlas en YouTube para deleite de millones de personas y vende libros como panes. Visto de cerca —flaco, calvo, con su rostro afilado, sus manos huesudas, sus lentes finos, sus pies pequeños y su traje siempre sin corbata—, este profesor desprende paz e inspira confianza. Sus ideas, sin embargo, incomodan y asustan.

Así que uno estaba ahí, apoltronado en una incómoda butaca, dispuesto a recibir un buen jalón de orejas. Dijo el influyente intelectual: “si no regulamos pronto las nuevas tecnologías perderemos el control de nuestras vidas. El proceso de adaptación a la Inteligencia Artificial puede ser muy difícil, pues esta es la primera herramienta inventada que puede tomar decisiones propias. Antes el ser humano era el que decidía cuándo usar la tecnología, ahora la tecnología puede usarnos a nosotros. Puede usar nuestros datos para manipularnos, puede clonar nuestra imagen y nuestra voz… Puede, en suma, derrumbar democracias enteras. Hoy no hacen falta agentes humanos para vigilarnos. Los teléfonos y las computadoras nos monitorizan y así se está acabando con nuestra privacidad. Esa, que era una fantasía de dictadores, se ha vuelto realidad”.

Uno se revolvía en su asiento e intentaba esquivar el bochorno ante las profecías del profesor. Pero de nada servía porque, conforme avanzaba su alocución, una sombra distópica se esparcía por todo el auditorio. “La automatización eliminará muchos empleos y creará otros. Lo difícil será la transición y nuestra adaptación a los cambios bajo el capitalismo vigilante. Los países más tecnologizados ganarán poder y recursos económicos, pero puede que la mayoría se queden atrás. Estamos entrando en una era colonial diferente, en la que el control no lo ejercerán soldados sino los datos”, dijo sin inmutarse.

¿Y qué podemos hacer ante tal situación? Porque —ejem, ejem— también estábamos ahí para escuchar propuestas que nos llevaran a vislumbrar alguna solución a corto y a largo plazo. “Necesitamos mecanismos internos de corrección, prensa libre que señale errores y plantee salidas, partidos políticos y juzgados independientes y, principalmente, gestionar las minas de datos de forma responsable y no permitir que se concentren en un solo lugar. Al mismo tiempo, tanto las empresas como los gobiernos, deben estar vigilados para que haya un equilibrio justo y democrático”.

Afuera del Ateneo, el ruido del panorama nacional e internacional (guiado por algoritmos) no era —no es— muy halagüeño, pero por lo menos dentro de nosotros se desató la reflexión y, mientras empezamos a desarrollar nuestro potencial para actuar como sociedad, al día siguiente, el profesor Harari se fue a visitar al presiente de España para explicarle la responsabilidad de dirigentes políticos como él en este cambio de era.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.