No hemos llegado aún a la mitad de No contar todo (Literatura Random House), una deslumbrante novela, y a nuestro paso salen estas palabras: “Aquí la historia es aquello que se esconde en las acciones, el animal que acecha el carácter antes que los actos de los hombres. La historia es esa voz que en mi familia emerge entre otras voces, ese latido que se impone siempre entre los Monge”. Encierran un presentimiento, una declaración autobiográfica y, sobre todo, una moral de la escritura.
No contar todo refiere los desengaños de un abuelo que ha fingido su muerte y ha reaparecido años después —solo para imponer el signo de la huida en su familia— y la de un padre que repite sus pasos al correr hacia todos los lugares posibles. Refiere igualmente un tramo de la historia de Sinaloa —siempre como telón de fondo, nunca para levantar un grito de denuncia—, el momento en que el comercio de amapola era una actividad tan clandestina como rutinaria y en que ya servía para impulsar las ambiciones políticas.
Un tal Emiliano Monge, descendiente de esos hombres, escucha el curso de esas historias sin apenas intervenir, y a la vez que pregunta por su pasado va tejiendo una trama a la que acuden los odios entre hermanos, las pestes a la mesa, los agravios contra un tío y una buena para nada. Entretanto, y, a la vez que escuchamos, igual que Emiliano, los hechos se van de nuestras manos y se presentan con solo una punta de lo que necesitamos saber. Y en ese dar poco y ocultar zonas con la complicidad de los narradores —el padre, en primer lugar, y luego algunos miembros de la parentela—, Monge el narrador intenta poner en marcha una historia que se resiste a dar las cosas por definidas. No contar todo, el título, se ajusta precisamente a esa ambición: novelar no es agotar los registros de una vida en una o dos consignas sino posponer, alumbrar unas cuantas porciones, hacer creer que lo leído puede tomar la apariencia de la verdad.
En qué consiste su estrategia: posponer, alumbrar unas cuantas porciones de esa historia, no complacer al lector.
Maldito Emiliano Monge, No contar todo es la novela que habría querido escribir.