Para Arturo Javier Flores González (Ciudad de México) el aburrimiento es algo que no va con él. A sus 41 años se define como un contador de historias, su pasión por escribir lo llevó a ganar el Premio Nacional de Novela Justo Sierra O’Reilly 2011 en la Bienal de Literatura en Yucatán, por su obra Te lo juro por Saló.
Es conferencista, autor de tres novelas, cuentos y dos libros de comedia. Así como standopero, profesor de la UNAM y editor en jefe de Playboy México. Durante su infancia se cambió 17 veces de casas. Dice que puede adaptarse con cualquier persona y no le gusta el futbol.
Cuéntame de tu infancia.
Nací en Ciudad de México, mi papá dice que en el Hospital Inglés y que nací fifí, pero con el tiempo se me fue quitando. Nací de ocho meses, soy ochomesino, me estaba ahorcando con la placenta. Mi mamá tenía preclampsia, entonces los dos nos estábamos muriendo, llegó un día el doctor y le dijo a mi papá que solo uno de los dos se iba a salvar. Al final sobrevivimos ambos; viví en 17 casas porque mi papá es muy inestable en ese sentido, yo creo que siempre quiso ser gitano.
¿Cómo te defines?
Ahora ya puedo contestar esa pregunta, porque ya encontré la definición y es contador de historias. Le dicen ahora storytelling, pero me gusta más en español.
¿Qué te gusta más y menos de tu persona?
Lo que más me gusta es que cuando era niño, en algún momento me aburrí y prometí que nunca volvería a pasarme eso y lo he cumplido. Soy muy adaptable, si me pones con cualquier persona me adapto en seguida, es difícil no lograrlo, solo me ha pasado pocas veces, por ejemplo, con los amigos de una ex novia de plano no me hallaba, no me caían mal, pero no encajaba.
“Lo que no me gusta es que soy muy mentiroso, quizás por ser escritor me sale bien. Es difícil que me cachen y luego digo que ya no lo haré. Si de repente olvido un compromiso o llego tarde, invento toda una historia para justificarme y lo peor es que me creen. El día que me cachen y me regañen, se me va a quitar. Todos los días me prometo que no diré mentiras y acabo diciendo una.
Para ti, ¿qué es el amor?
Como decía José Ortega y Gasset, “es un estado de miseria mental, que nos empobrece, paraliza y nos orilla a tomar las peores decisiones”. Pero, es bien bonito, es como una borrachera emocional.
¿Lo más romántico que has hecho por alguien?
Desde escribir un cuento o un poema. Una vez a una chava, en un 14 de febrero le hice una especie de rally para que fuera descubriendo pistas y esas la llevaban a su regalo. Estuvo todo el día entretenida con eso.
“No soy de serenatas, luego me sale mal. En la secundaria me gustaba mucho una niña, me subí a cantar con una banda en un festival escolar y le dediqué Sweet child o mine, canté horrible y cuando bajé del escenario me dijo: ‘qué bonito, pero por favor nunca lo vuelvas hacer’”.
¿Eres feliz?
Mucho, a veces hasta me preocupa que se acabe. Primero porque estoy sano, bueno, como dice mi papá: “no sé cómo esté por dentro, pero me siento bien”. Soy afortunado, porque como decía Confucio: “busca un trabajo que te guste y no trabajarás ningún día de tu vida”. Honestamente, tengo 21 años sin trabajar; solo lo hice tres meses en mi vida, cuando tenía mis bandas de rock y me metí a un 7-Eleven para comprarme un amplificador.
¿Cómo decidiste ser escritor?
No lo decidí, solo me di cuenta. Cuando estaba en la preparatoria me enamoré de una niña que se llama Mariana y anduvimos como tres meses, terminamos y nos volvimos amigos. Un día ella llegó con un libro de Ray Bradbury, Crónicas marcianas, y me lo dedicó. Lo leí y me voló la cabeza, después entré a un taller literario, empecé a escribir cuentos y luego empecé a publicar.
¿Qué música escuchas?
Variada, pero principalmente el rock de todas las épocas, un poco de hip hop. Me interesó entrarle al reguetón, es lo que se escucha ahorita. No te puedes mantener ajeno a las tendencias, tienes que estar enterado, punto.
¿Cuáles son tus cinco bandas preferidas?
Nirvana, aunque tengo años de no escucharla. Arctic Monkeys, Black Mountain, Ghost. Hay una banda que descubrí en Spotify que se llama Heavens.
¿Cuántos tatuajes tienes?
Cinco. El más emotivo es de la tortuga de La historia sin fin. Me tatué la imagen de la película, pero lo hice más por el libro, aunque también por la película porque mi mamá me llevó a verla hace muchos años en la Cineteca.
“El tatuaje del dragón que me hice fue porque cuando mi hija era pequeña nos gustaba jugar a que teníamos un amigo imaginario y era un dragón, se llamaba Flu-flu”.
¿Qué te ha dejado ser un "standopero"?
No aburrirme, si todos los días haces lo mismo te aburres. Todo el tiempo es la adrenalina de subir al escenario, de estar escribiendo, probando… me mantiene con emoción. El standup no se improvisa, es un monólogo que se escribe, o sea, yo escribo un chiste y tengo que ir a un open mind; probarlo y a ver si la gente se ríe. Sino se ríe, ver de qué manera se modifica, se desecha y estarlo intentando muchas veces hasta que da resultado.
¿Qué estás leyendo?
Ahorita estoy clavado con las biografías y estoy con la de Richard Branson.