Las cenizas del arquitecto y escenógrafo Alejandro Luna fueron retiradas del vestíbulos del Palacio de Bellas Artes a las 13:42 horas por su hijo, el actor Diego Luna, tras un merecido y sentido homenaje póstumo que familiares, amigos y la comunidad teatral le rindieron al creador que revolucionó la manera de hacer la iluminación y la escenografía en México.
Las muestras de cariño que recibieron Diego Luna y su hermana María, así como los hijos de ambos, fueron muy significativas, al grado que en más de una ocasión el reconocido actor tuvo que secarse las lágrimas y ser abrazado por su hijo Jerónimo y su hija Fiona Luna.
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Previo a la última guardia de honor, registrada a las 13:38 horas, en la que se le rindió un caluroso, efusivo y cariñoso aplauso de despedida al maestro Alejandro Luna, Diego Luna —quien viajó desde Europa para despedir a su padre— agradeció a los asistentes.
“Estamos seguros que esto era muy importante para mi papá. Ay, ca... lo había pensando muy bien, pero sí impone este lugar. Para mi papá el teatro era todo, y si no estás adentro, incluso es difícil entender la intensidad de las relaciones de lo que significa. Nosotros hicimos una ceremonia en casa para despedir a mi papá, muy íntima, pero necesitábamos hacer esto, y agradecemos muchísimo el espacio, que se haya abierto la posibilidad de hacerlo aquí, porque queremos despedir a mi papá con la familia que él escogió, que son ustedes”.
Al lado de las cenizas de Alejandro Luna, y de sus seres queridos —entre ellos Marina de Tavira— Diego Luna expresó: "la colaboración para mi papá era quizá el tipo de relación más compleja y profunda, relaciones que le duraban toda la vida".
“Hoy aquí está alguien muy importante con quien trabajó por décadas, además, la última puesta con el maestro Luis de Tavira, su última obra de teatro. Luis también estuvo en su última fiesta de cumpleaños. A eso me refiero con que la colaboración para mi papá en el teatro fue la oportunidad de tener relaciones de complicidad amorosísimas y de mucho respeto, de mucha locura también. Muchísimos contrastes.
Compartió que en el teatro a su papá Alejandro Luna le pasó todo, al punto que se tuvieron que mudar al teatro para estar cerca de él.
“También se lo agradecemos porque el teatro se volvió casa y ustedes familia. Yo quería leer una cosa que escribió mi papá y que leí anoche, porque me pareció muy pertinente para este momento”.
Con las miradas de toda la concurrencia, incluida Camila Sodi, Diego Luna leyó: “La escenografía no existe, si la escenografía es algo, es parte de la dirección, pero he llegado a pensar que le escenografía no existe. El espectador percibe una imagen única formada por los actores, su ropa, la luz que los hace visibles, una imagen cargada con las ideas y los sentimientos que están transmitiendo y generando, condicionada por el texto, un espacio que depende tanto de la luz como del tono en el que se dice el parlamento. Separar esta imagen, lo que es escenografía, me parece imposible o en todo caso artificial y arbitraria, No puedo decir dónde empieza y dónde termina, no puede ser algo independiente, la escenografía como organización del espacio depende del arquitecto que diseñó el teatro, del movimiento, del actor que abre y cierra esos espacios, del texto que revelaba paulatinamente su significado secreto, del público que asiste esa noche y le da un último sentido".
“¿Has visto qué macabra es una exposición de escenografía? maquetas, bocetos como cadáveres expuestos fuera de su espacio y tiempo efímero; fuera de sus delicadas ligas con los sentimientos de los actores. Creo que la escenografía no existe, existe el teatro. Creo en la fuerza del teatro. Su potencia radica en ser un hecho vivo en el espacio y en el tiempo. Los objetos, los testimonios fuera del montaje teatral desligado de las emociones de los actores y actrices reproducen tristeza. Un museo de teatro es para mí un cementerio, pero no tengo nada en contra de los cementerios”.
Indicó que decidió leer ese texto porque habla de la comunidad teatral, pero también por esa idea planteada por su padre, de que la escenografía no existe, y existe el teatro, y eso se le quedó dando vueltas.
“Porque hoy que mi padre aparentemente no existe, existe el teatro y eso lo contradice, porque si el teatro existe, y ustedes siguen haciendo teatro, mi papá existe. Así que por favor, sigan haciendo teatro”.
Su hermana María Luna expresó su más profundo agradecimiento por este homenaje póstumo, ya que el Palacio de Bellas Artes fue un recinto muy importante para su papá.
“Cuando mi bisabuelo lo traía para hacer una serie de obra de reparación, desde niño para mi papá era vivir el Palacio, y nosotros estamos muy conmovidos de estar ahora con ustedes”. Recordó y compartió que cuando a Alejandro Luna le dieron la Medalla Bellas Artes, se la dedicó a los técnicos y a los tramoyistas, porque sin ellos no habría teatro.
En representación de la secretaria de Cultura Alejandra Frausto, asistió al homenaje la subsecretaria de desarrollo cultural, Marina Núñez, quien disculpó a la funcionaria porque dijo que no pudo llegar ya que se encontraba en el estado de Guerrero.
Referente teatral
En su intervención, la crítica de teatro Luz Emilia Aguilar dijo que Alejandro Luna ha sido un referente esencial a lo largo de medio siglo, "no solo fue puente entre los discursos visuales para la escena de la primera mitad del siglo XX y del siglo XXI, trajo la modernidad".
“Fue un renovador de nuestra arquitectura teatral. Alejandro Luna transformó nuestra concepción misma del arte en más de un sentido, nos trajo la luz a la escenografía”.
El escenógrafo Jorge Ballina, quien fue asistente de Alejandro Luna, dijo: “Alejandro Luna fue un parteaguas del teatro mexicano. Definitivamente ningún otro artista nacional de la escena de los siglos XX y XXI transformó el teatro como lo hizo. En el teatro en México hay un antes y un después de Alejandro. Antes la escenografía solo era un fondo decorativo que no necesariamente tenía que ver con la escena; a partir de Alejandro Luna la escenografía se vuelve espacio y luz integrados a la acción y al discurso dramáticos”.
Asimismo, el joven dramaturgo David Gaitán, luego de extender su afecto más sincero a los integrantes de la familia Luna, les deseó que pronto encontraran tranquilidad.
Contó la gran anécdota que lo llevó a invitar a Alejandro Luna a trabajar en la obra Enemigo del pueblo, que dirigió en 2017.
“Lo hice al grito de 'nada pierdo con preguntar'. Él ya ella era una figura mítica y yo pensaba que en todo caso un rechazo del maestro Luna haría por lo menos una gran anécdota. Si estaba nervioso cuando me contestó, cuando entusiasta aceptó la invitación, entré en pánico. Al contarle a mis maestros y colegas, el hueco en el estómago crecía. Luna puede provocar inteligencia, claridad y sentido del humor en sus pares. Convivir con él significó para mí una cátedra de cómo ser artista, cómo acercarse a la teatralidad, pero sobre todo ser una buena persona en esta profesión”.
El prestigiado dramaturgo Luis de Tavira fue el último en hablar sobre la obra, trayectoria, sentimientos y aportaciones de Alejandro Luna al teatro, su amigo y su entrañable colega con quien trabajó en grandes proyectos.
“Ha muerto Alejandro Luna”, concluyó De Tavira, “le sobrevive el teatro”, los aplausos inundaron el Palacio de Bellas Artes para despedir al arquitecto de la iluminación y la escenografía.
PCL