Fuimos héroes abre la puerta para que el espectador vea y escuche lo que le sucede a un hombre joven, en una época de tutoriales virtuales, a punto de salir rumbo a su boda. En compañía de sus dos mejores amigos, el novio transita entre las mayores dudas de su existencia frente al abismo que representa el contrato de amor, aunque entre sus deseos se encuentre el de permanecer al lado de quien está cerca de ser su esposa.
Como si el moño negro de corbata fuera el nudo de la horca, en esta comedia escrita por Alfonso Cárcamo se evidencia, con ironía y sarcasmo, la compleja situación en la que se encuentra el hombre contemporáneo que no ha podido zafarse de atavismos en torno al matrimonio, frente a mujeres que le aventajan un buen tramo al dejar atrás algunas ataduras.
El dramaturgo mexicano, actor, maestro, director y guionista nacido en 1974 propone un texto que desgaja el escalofrío masculino ante la cauda de condiciones que arrastra el compromiso de la relación amorosa, con lo que explora emociones, límites y grilletes poco abordados dramatúrgicamente.
La cercanía del ritual que el matrimonio impone, catapulta el honesto sentir del personaje que hace un alto antes de dar el paso para sopesar el presente, mientras deja conocer al espectador un accidentado pasado y echa un vistazo a un incierto futuro.
Las estocadas verbales, los desenmascaramientos, la hábil manera en que el autor hace que los personajes revelen su intimidad, entre tragos de whisky y recriminaciones que solo pueden surgir entre amigos, enriquece al trío que se debate entre la imposición y las necesidades.
La pequeña sala donde se encuentran, en la cual el único sofá pudiera ser su balsa salvadora, dobla sus muros como las hojas de un pop up que, al desplegar el pasado, dejan conocer las circunstancias que han conducido a los tres hombres a la situación en la que se encuentran.
El viaje de años atrás por distintos cuartos de hotel o por la cocina donde arrecia la cruda en la que parecen estacionarse estos fanáticos del Cruz Azul ubica a los personajes en una especie de movilidad suspendida, destacada por el diseño de escenografía, iluminación y vestuario de Ingrid Sac, que viste de frac a los hombres encerrados en un espacio donde las puertas se erigen en apertura y cierre de posibilidades por el túnel del tiempo.
Leonardo Ortizgris, Tizoc Arroyo y Mauricio Issac construyen a unos personajes que se autodescubren mediante la crítica, los reclamos y las verdades amistosas, liberadas en una especie de juego adormecedor de conciencias que termina por liberar secretos.
Antonio Castro, cuya dirección por lo general deja a su elenco hacer sencillamente lo que sabe, lo que pocas veces fructifica, sale ganando en esta oportunidad con el trío de actores que se comunica a través de un combate en constante efervescencia, que sube y baja de intensidad según el vaivén emotivo de los personajes en la disyuntiva de avance o retroceso.
La decepción in crescendo de los tres amigos que no encuentran salida fácil se engancha a la risa que genera en el espectador descubrir el fracaso propio y ajeno, en un remolino apresurado por responder a parámetros que se han vaciado de sentido.
La pericia de Cárcamo en la construcción de diálogos francos, hirientes y reveladores que sorprenden al personaje y al espectador, el trabajo de los actores que consigue la intimidad amistosa entre sacudidas y auto reconocimiento en la progresión de un largo momento decisivo, consiguen un trabajo revelador, entre risas y giros inesperados.
Fuimos héroes es una propuesta divertida que cuestiona los roles de dos heterosexuales y un homosexual en lucha por saber quiénes son y qué necesitan, entre frases de Coelho y de Cioran, como si éstas fueran salvavidas lanzados a una sociedad que ha regido la expectativa amorosa de la mayoría sin cuestionarse por sus auténticos deseos ni por el desafío para conseguirlos.