Xavier Velasco: “Entiendo al mundo a través de los perros... les confío más que a la gente”

Lado B

Al escritor los deportes de equipo le dan flojera, gusta de “ver a uno solo peleando”, como en el tenis, una de sus pasiones; sabe calentar bisteces, cocinar huevos estrellados y sobre todo hacer caritas a su mujer para que le ayude.

¿Qué está leyendo? «‘El vendedor de silencio’, de Enrique Serna». (Foto: Jorge González)
Carlos Sánchez Morán
Carlos Sánchez Morán Ciudad de México /

El novelista Xavier Velasco (Ciudad de México, 1964) se acusa de ser él por todos lados, pero insiste en que siempre trata de renovarse y cita a Bowie: “turn and face the strange”, sin mediar nostalgias, porque confiesa con ligereza que las detesta, habla de su amor por el tenis, la ortografía y los perros.

¿Que le gusta escribir libros?

Pues me gusta escribir desde niño, siempre pensé que algún día iba a terminar un libro. El primero es muy difícil, a los demás ya se resigna uno.

¿Qué más le gustaba hacer de niño?

Jugar solo. La escritura salió de no tener con quien jugar, no necesitaba compañeros ni un equipo ni ser el mejor del equipo. Al contrario, la compañía estorba.

¿Tan solo como un tenista en la cancha?

Y creo que por eso me gusta el tenis. Los deportes de equipo me dan algo de flojera, me gusta ver a uno solo peleando. En ese sentido, admiro a los boxeadores, a los tenistas, incluso a los golfistas que están solos con sus errores.

Entonces hablemos de tenis... ¿Nadal o Federer?

Mmm... Ahora Federer.

¿Que le gusta narrar tenis?

Muchísimo. Yo veía a Juan José Arreola con mucha envidia, yo iba a la Copa Davis y veía a este señor con la greña suelta, traje de terciopelo y tenis. Y aparte hablaba del deporte de una manera que yo decía: este sí vio el mismo partido que yo. Desde entonces me quedé muy impresionado con Arreola. Yo no había leído nada de sus cuentos, lo hice después. Me gusta mucho estar ahí, en el tenis, estar de cualquier manera. Narrarlo, ¿sabes?, es una responsabilidad, sufro mucho. No es algo que haga con placer, pero al final me siento bien.

¿Hubiera preferido la raqueta a la pluma?

No, no... soy muy perezoso. Yo para correr necesito una razón muy importante adelante o detrás de mí.

Vayamos a temas serios. ¿Qué es lo primero que le ve a una mujer?

Los ojos.

Eso responden todos.

Pues no sé qué digan los otros... eso me pasa a mí. Bueno, la sonrisa y los ojos.

Volvamos al juego, ¿cuál es su tenista favorita?

Serena Williams.

¿Y eso?

Es una fuerza de la naturaleza, la he visto cerca, la he seguido varias veces. Me parece una tenista sin complejos. Complejos tienen los que juegan con ella.

Hablemos del hombre de casa, ¿usted cocina?

Sé calentar bisteces, hacer huevos estrellados, muy buenas quesadillas y también hacerle caritas a mi mujer para que me ayude.

¿Y lava los trastes?

Cuando son poquitos. Si no, al lavatrastes.

De regreso a la cancha, ¿cuál es su tenista favorito?

Novak Djokovic por el momento. Es un producto de Nadal y Federer. Entre los dos crearon este monstruo, este tercer monstruo que los ha tenido a ellos de maestros y ha sido capaz de superarlos. Es un tipo que tiene una gran capacidad para superar la adversidad. Lo vi perder una semifinal en Roland Garros, una racha de 40 victorias, y una hora y media después estaba en París en el reventón tuiteando desde ahí. Yo admiro mucho eso, es capaz de levantarse del golpe y no mirar hacia atrás.

¿Que los perros son uno de los amores de su vida?

De toda la vida. Por mí no tendría cinco, como tengo, si no 15 o 20. Entiendo al mundo a través de los perros y desde luego les confío mucho más que a la gente. Son los cuates de la chamba, mis compañeros de trabajo. No los tenemos a ellos, ellos nos tienen a nosotros. Hacen lo que quieren con esa casa, somos los que los atendemos.

¿Lo acompañan en la escritura?

Sí, pero van y vienen. Ya me conocen, se alternan: llega uno, llega el otro... Es la única interrupción que soporto.

Para cerrar dígame algo, en Twitter, ira, haiga y fuistes... ¿son pecados capitales?

Son delitos contra la salud. Me afectan mucho las faltas de ortografía, mi madre me quitó la mala ortografía a los 12 años y desde entonces me porto como si nunca la hubiera tenido. Hay quien dice, y estoy muy de acuerdo, que la mala ortografía no dificulta la comprensión de lo que lees, generalmente, pero es como hablar con un frijol entre los dientes: no se te puede tomar en serio. Sé que es una cruzada que está perdida, pero la sigo librando por sentirme bien conmigo mismo.

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