Los Juegos Paralímpicos nos abren una ventana poco conocida, las historias de luchadores que han superado grandes pruebas en la vida y de las cuales el deporte les brindó una salida, una nueva oportunidad.
La ucraniana Oksana Masters tuvo que vivir con la tragedia de la explosión de la planta nuclear de Chernóbil en 1986, pues debido a la radiación a la que estuvo expuesta su madre, nació con varias malformaciones en su cuerpo.
Masters nació en Khmelnytskyi -aproximadamente a 400 kilómetros de Chernóbil- sin tibias, con una pierna 14 centímetros más corta que la otra, cinco dedos en las manos pero ningún pulgar, un riñón y seis dedos en cada pie y fue abandonada en un orfanato.
"En mi ciudad había fugas de radiación. Un policía iba pasando por las casas diciendo 'cierra' y la gente tapaba las ventanas y las puertas y no salías durante uno o dos días para dejar que la radiación se apagase un poco", relató Oksana en un video publicado en la web de Player's Tribune.
UNA LUZ EN EL CAMINO
A los siete años, Oksana fue adoptada por Gay Masters, una logopeda de Kentucky y se mudó a Estados Unidos, gracias a lo que el deporte contribuyó en su mejora de vida pues logró despuntar en diferentes disciplinas.
Conquistó su primera medalla en Londres 2012 en remo, junto al ex marine doble amputado Rob Jones para después participar en esquí de fondo y biatlón en los Juegos Paralímpicos de invierno de Sochi 2014, donde sumó una plata y un bronce. En 2016 fue a Río como ciclista y en PyeongChang 2018 se coronó en esquí de fondo y en biatlón con dos oros, dos platas y un bronce.
Ahora, en Tokio 2020 ya logró el oro en la contrarreloj de 24 kilómetros que tuvo lugar en el Circuito Internacional de Fuji; su próximo objetivo son los Juegos de invierno de Pekín, en los que competirá en esquí nórdico.
FCM