Hace 15 años Diego Armando Maradona parecía que volvía a la vida. Recién se había puesto un bypass gástrico para quitarse los kilos de más que ponían en riesgo su vida y trataba de rehabilitarse por enésima ocasión de su adicción a las drogas. Fue entonces que se le dio un programa de televisión para que lo condujera, La Noche del Diez; ahí Maradona entrevistó a varias personalidades, incluyéndose a él mismo.
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“Si tuvieras que decir unas palabras en el cementerio a Maradona, ¿qué le dirías?”, se cuestionó. “Qué le diría… Gracias por haber jugado al futbol, porque es el deporte que me dio más alegría, más libertades. Gracias a la pelota”, se respondió.
Aquella noche, Diego Armando lució bien y habló de lo que que había sido vida, de su carrera en el futbol y su batalla contra las drogas. 15 años después, este 25 de noviembre, su corazón dejó de latir para siempre de un paro cardiorrespiratorio. Maradona murió y conmocionó al mundo entero.
UN GENIO EN LA CANCHA
Nadie lo podrá negar. En cualquier debate para definir al mejor futbolista de la historia, ahí debe estar el nombre de Diego Armando Maradona. Sí, el argentino fue único. Poseía una zurda privilegiada y un regate endemoniado; además, ese liderazgo para llevar a sus equipos a lo más alto. Lo demostró con el Nápoles y lo ratificó con su selección.
En 1986 Maradona tocó el cielo. En cuatro minutos, en los cuartos de final contra Inglaterra regaló las dos jugadas más recordadas de los Mundiales, una trampa y una genialidad: La mano de Dios y el gol del Siglo. Sí, así de ambivalente siempre fue.
SIN TONOS GRISES
Siempre fue frontal y reactivo. Se enemistó con dirigentes y entrenadores. Un día amaba a Bilardo, técnico con el que fue campeón del mundo, y al otro lo odiaba; en la cúspide de su carrera sucumbió a las adicciones y ahí todo fue una espiral destructiva.
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De 1991 a 1995 estuvo 30 meses sin jugar por las sanciones de sus respectivos dopajes. La más dolorosa para él fue la del Mundial de Estados Unidos 1994. El último, el que se presentó con Boca Juniors, fue determinante para que se retirara.
Ahí paró la pelota, pero nunca se separó del hombre que encontró en ella la mejor forma de expresarse. Quizá por esa misma conexión, aquella noche de 2005, Maradona tenía claro que su último agradecimiento sería para ésta, su gran amor.