Para 2030 desaparecerán 80% de los empleos más demandados hoy y serán reemplazados por otros que requieren formación en áreas STEM: ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Si bien 35% de los estudiantes mexicanos ingresan a carreras STEM -una de las mayores proporciones entre los países de la OCDE-, aún existe una gran área de oportunidad para empatar la realidad educativa y tecnológica con el mercado laboral.
¿Y la A de STEAM? En 2006 una nueva corriente incluyó la A, que significa arte+- diseño, pues considera estas expresiones creativas como la semilla de la innovación.
“Las habilidades blandas son de las facetas más buscadas en los nuevos talentos. 70% de la clave del liderazgo está en estas soft skills”, dice Albeth Rubio, vicepresidenta adjunta de Diversidad e Inclusión en AT&T en México.
No solo urge impulsar estos cinco campos. Datos del World Economic Forum dicen que mientras 30% de los hombres que se gradúan lo hacen de una carrera STEM, la cifra de mujeres solo es de 16%. Y en México son solo 27% y 8%, respectivamente. “Es un tema cultural global, nos han dicho siempre que estas carreras son de hombres”, comenta Aideé Zamorano, gerente de Sustentabilidad de Zurich, que tiene varias iniciativas STEM en marcha.
Existen otros esfuerzos como el de AT&T y la Universidad TECMilenio, pero el más grande es la recién creada Alianza para la Promoción de STEM, que involucra a cámaras empresariales y comerciales, así como a asociaciones civiles. Por eso, en Milenio presentamos cinco casos de éxito para otros jóvenes y niños que buscan inspiración.
Ciencia que cambia al mundo
Karen Fernanda González es una científica a la que le encanta salir del laboratorio a divulgar el conocimiento. Por ello forma parte del grupo de investigación sobre conductores orgánicos, liderado por la maestra María Elena Sánchez Vergara, de la Universidad Anáhuac Campus Norte, en la que cursa el séptimo semestre de Ingeniería Ambiental, y además pertenece al Comité Editorial de la revista Más Ciencia, que edita la Facultad de Ingeniería de la misma universidad.
Este año presentó un proyecto en Quebec, Canadá, en el congreso de la Conferencia Anual 112 de la Air & Waste Management Association, con el que ganó el primer lugar de la categoría Undergraduate Student Poster Competition 2019. “Quiero hacer un cambio en la sociedad, no me conformo solo con estudiar”, comenta Karen, quien luego de cambiar la química por la ingeniería ambiental tuvo que lidiar con los cuestionamientos de su padre. “Se la pasaba preguntándome por qué elegí esta carrera. Es simple: se enfoca completamente al área que me gusta, porque es ciencia que impacta en la sociedad”.
De mente clara, desde la secundaria Karen ha sido merecedora de becas estudiantiles por su excelencia académica. Hoy estudia con una beca universitaria de 70% que mantiene con trabajo duro, y ha ganado un par de años el premio a la excelencia que su universidad otorga al promedio más alto de cada generación. Pero no todo es estudio, Karen también se da tiempo para estar con su familia, jugar con su perrita y para la danza árabe.
Tecnología en la vida cotidiana
Crear soluciones es lo suyo. Su familia quería que fuera médico y a ella le encantan las matemáticas; al final, le ganó su lado práctico y creativo y Vanessa Soto decidió que la Ingeniería Robótica Industrial le daría la posibilidad de resolver cualquier problema y hacer más fácil la vida cotidiana de la gente común.
El proyecto que Vanessa trabaja actualmente es el rediseño del corte de un vehículo podador. “Mi mamá tiene Tecnología en la vida cotidiana un terreno en la zona chinampera de Xochimilco, es un parque ecoturístico que alquila para fiestas y campamentos. Me toca mantenerlo en buen estado, pero podarlo es realmente difícil”. ¡Claro!, existen las podadoras, pero “se descomponen frecuentemente, lo que significa pérdida de tiempo y un gran gasto en reparaciones. Así que la rediseñé para que tuviera un mejor grado de control y siempre esté paralela a la superficie, sin importar las irregularidades del terreno”.
El duende creativo de Vanessa despertó con su gusto por las matemáticas, la física y la tecnología, pero debió defenderlo de su Imaginación. Si no tienes la máquina que necesitas, ¡invéntala! propia familia, de la que cuenta “es muy tradicional y un poco machista, donde el hombre trabaja, la mujer se casa y tiene hijos. Mi abuelita me dice que si no tengo hijos, no voy a servir como mujer; pero mi abuelito materno me ha apoyado mucho”.
Finalmente optó por la tecnológía, pues además de que “no tenía la sangre fría para ser médico”, dice, “la sociedad evoluciona rápidamente y no podemos estancarnos en una sola rama de aprendizaje. Las mujeres debemos integrarnos a las áreas STEAM porque eso enriquece a las empresas, a los equipos de trabajo y a la sociedad”.
Vanessa Soto 22 años Ingeniería en Robótica Industrial ESIME Azcapotzalco (IPN) / Becaria en AT&T Siempre inquieta, Vanessa quiere combinar sus conocimientos tecnológicos con algo que le guste y le sirva a su familia. “Mi mamá y mi hermana se dedican a la repostería, así que uno de mis propósitos, de aquí a cinco años, es tener una cafetería automatizada. Creo que colaborar en un negocio nos puede reunir y hacer crecer como familia”.
Buscando energías limpias
El amor por la ciencia la enganchó en preparatoria. Antes, confiesa, no le pasó por la cabeza que un día sería una apasionada de la física, la química y la energía nuclear. Hoy Diana Coronado está recién graduada de Ingeniería Química. “Creo que así como van a las primarias los dentistas y los doctores, deberían ir científicos para encaminar a niños y niñas hacia la ciencia”.
Su curiosidad por saber todo sobre la energía nuclear y en especial "saber cómo debería producirse para no generar contaminación", la llevó a pensar en ser Física, “pero luego supe que si quería trabajar directamente en la producción de energías, en un plano más práctico, era mejor una ingeniería y la química me dio la opción que buscaba. Ya en la carrera buscando energías limpias conocí otras formas de producir energías más limpias a partir de materiales y desechos más inocuosy me apasioné”, dice.
En mayo, Diana fue parte del Foro de líderes juveniles del CEM10/MI-4, en Canadá, donde se discutió la necesidad de impulsar la transición hacia el uso de energías renovables. “Apliqué en una convocatoria, en la cual seleccionaron solo a 60 estudiantes de 25 países; 10 eran de Canadá y los otros 50, de 24 países. De México solo fuimos tres”.
“Mucha gente me decía que elegí una carrera muy pesada y complicada... ¡y lo es! Pero a mí me apasionó, tenía muchas expectativas y las superó”, asegura Diana, que hace poco más de un año entró a Iberdrola como becaria. “Es una gran experiencia porque pude conocer varias áreas de trabajo. Lo mío es estar en planta, directamente en la producción de biocombustibles, que es lo que me gusta más”.
Un universo tridimensional
Para Álvaro Saravia las historias son "como una semilla capaz de cambiar la vida". Su semilla llegó con El gigante de Hierro, una cinta animada que vio cuando niño. “Hay una frase en esta historia que me quedó grabada y me encanta: ‘Tú eres quien escoges ser’. Por eso todos los días busco a la persona que seré en 10 o 20 años, y sé que voy a estar orgulloso”.
Álvaro es cineasta, pero confiesa que llegado el momento de elegir carrera no sabía bien qué estudiar. Se decidió por la animación digital porque “todo el mundo tiene una película o una historia que le cambió la vida y le ayudó a ser la persona que es y la ha llevado a donde está. Y luego, de repente, me topé con SAE México -su universidad- y me pareció fantástico poder contar mis historias de esa manera”.
Ya en sus últimos semestres, Álvaro realizó un cortometraje en solitario, que fue su proyecto de titulación. La temática central es el uso excesivo de la tecnología y de cómo nos aleja de la naturaleza. Luego lo envió a distintos festivales y consiguió participar en la competencia de uno en Brasil, especializado en temas medioambientales.
“Ahí fue donde la gente de Ánima Estudios vio mi trabajo y surgió la opción de trabajar para ellos. Ya conocía sus películas y series, como Ahí viene Cascarrabias, y otras cosas que hace para Netflix, así que pensé que era una gran oportunidad”. Y lo fue, tanto, que dejó de lado la promoción de su cortometraje. “Me gusta y me costó trabajo hacerlo, pero mandarlo a festivales es un trabajo en sí mismo y quita mucho tiempo”.
Desde que entró a trabajar en Ánima Estudios -una de las productoras de animación más importantes en México- hace alrededor de un año, Álvaro ha pasado por varias áreas y ha colaborado en diversos proyectos, en sus distintas etapas de producción y post producción. Pero lo que más le gusta es animar en 3D, así que dedica su tiempo libre a perfeccionar su técnica, que es el vehículo con el que, en un futuro, contará sus propias historias. Un universo tridimensional Creatividad. Contar historias para generar el cambio que soñamos.
Todos los caminos llevan a Roma
Las matemáticas eran su “coco”, pero un día su padre y su abuelo lo retaron a vencerlas y Raúl Navarro decidió “que no me iba a ganar un número”. Lo demás ya es historia.
Una vez que las matemáticas fueron sus amigas, Raúl hizo de ellas un recurso para alcanzar su meta. Hoy estudia Ingeniería Mecatrónica porque piensa que es el camino “para ayudar a las personas”. Quería ser médico, hasta que en una sala de hospital vio salir personas sin un brazo o pierna y decidió que lo suyo era la Ingeniería Biónica. Pero como "es una carrera muy nueva, muy solicitada, complicada, y sobre todo muy costosa, opté por Mecatrónica, una carrera algo incomprendida. Mucha gente piensa que solo haces robots, pero no solo es robótica, también es mecánica, electrónica y control digital... abarca muchas ramas”.
Así que eligió esta ingeniería como un buen principio para poder trabajar en diferentes industrias y, posteriormente, hacer una maestría en Biónica. “Así podré ayudar a la gente como quiero, al mismo tiempo que busco apoyo económico de las empresas para crear prótesis, que es lo que me interesa” .
Y todo gracias a las matemáticas -base de las ingenierías-, con las que mantiene un cálido romance. “Desde hace años doy clases de matemáticas para ayudar a niños que no las comprenden y las sufren, como me pasó a mí. Creo que siempre seguiré con eso, me encanta la docencia”, dice.
Mientras llega a la maestría, Raúl estudia, cultiva su gusto por la fotografía, el basquetbol, el piano y el cajón peruano, y lidera el equipo de robótica de su universidad, con el que planea acudir a la “Guerra de Robots” que el Instituto Politécnico Nacional organiza cada año en agosto.