Durante su carrera como cantante, María León ha demostrado ser “inquebrantable”, como dice uno de sus últimos sencillos; desde niña aprendió que hay caídas pero siempre debe levantarse, así lo hizo cuando sufría bullying y la danza se convirtió en su fuerza y razón para salir adelante.
Esos momentos difíciles ya quedaron atrás… hoy la Sargento León brilla no solo por su paso en Playa Limbo, también por su carrera como solista y la participación que ha tenido en televisión con programas como Bailando por un sueño, La voz kids México y Pequeños gigantes; proyectos que sin duda la mantienen ocupada, incluyendo la nueva gira que prepara, pero que no le quitan un tiempo para relajarse, divertirse y ejercitarse.
Cuando no estás cantando, ¿qué te gusta hacer?
Tengo una hamaca en mi casa, la cual me tranquiliza. De pronto tengo muchas cosas en la cabeza que necesito aterrizar y me gusta todos los días tomarme 15 minutos en la hamaca; si tengo un libro me tomo un poquito más de tiempo, me gusta mucho leer. Me encanta el cine, fíjate que me encantan las películas de comedia que sean muy relajadas, porque de pronto hay tanta intensidad en la vida que cuando voy al cine, sobre todo los fines de semana, quiero algo relajado. Aparte va acompañado de un momento de gula, me compro mis súper palomitas gigantes, sobre todo las que vienen con galleta Oreo, que vienen así súper puercas, ya sabes; sí, me gusta darme esos dos placeres juntos: el cine y un buen atascón.
Oye y tú comida favorita…
La mexicana sin duda, me gusta mucho.
¿De todo?
De todo, unos tacos.
El baile es otra de tus pasiones…
El baile es una parte fundamental de mi vida, porque empecé a bailar por una recomendación médica: yo nací con un problema en las rodillas, pie plano y cadera un poquito desviada, que de pronto me hizo necesitar una operación de rodilla para poder caminar bien, porque daba como tres pasos y me caía; el ballet lo recomendó el doctor para poder tener una rotación de mis puntas hacia fuera, porque eso era lo que no me dejaba tener buena movilidad.
El primer día que llegué al ballet me enamoré, porque de pronto me dio la oportunidad de transformarme en otro personaje, de contar historias, de subirme al escenario y ser alguien que no era yo, porque yo fui una niña súper bulleada, con sobrepeso, las cejas chuequitas y con aparatos; entonces, descansar de mí misma era un aliviane. Ahí nació mi pasión por la danza, más aún cuando fueron pasando el tiempo y, a los ocho años, me di cuenta de que no me iban a operar, porque se me habían corregido suficiente las piernas para seguir con una terapia externa y no tener una intervención, la danza se volvió mi heroína y, desde entonces, nunca la he abandonado.
Aunque le encontré más sentido con Bailando por un sueño, porque le ayudé a mi soñador a cumplir su sueño; hace poco hablé con él y ya tiene una escuela donde no solo da clases de salsa, sino también para personas con capacidades especiales. Entonces, te das cuenta que la danza ha generado un efecto mariposa en otras personas y eso también se vuelve muy importante para mí, es otro tipo de comunicación para mí.
De no haber sido artista, ¿qué te hubiera gustado ser?
Ay, Dios mío…. pues yo creo que escritora, tal vez, me gusta mucho contar historias o comediante de clóset (risas).
¿Deportista no? Con todo tu entrenamiento…
No. En algún momento practiqué basquetbol, voleibol, gimnasia olímpica, sobre todo la gimnasia olímpica, pero hace tiempo. Ahorita estoy retomando artes marciales, a ver cómo me va; ya tengo los nudillos hechos pinole (risas) pero el alma sin destrozar, “Inquebrantable”.
¿Coleccionas algo?
Pues en casa tengo muchos regalos que me dan los fans y me hacen acordarme de lo importante que es seguir en comunicación con ellos, de lo importante que son para mí y de todo el tiempo que llevan apoyándome. Tengo regalos desde hace más de 12 años, como pequeños tesoritos.
¿Tienes algún libro predilecto?
Historia del rey transparente, de Rosa Montero.