La situación de las unidades de cuidados intensivos (UCI) de muchos hospitales españoles es como la "un hospital de guerra", describen a Efe los médicos y enfermeros que luchan contra el COVID-19.
El personal sanitario lidia con la falta de medios de protección y fármacos, además de una carga de trabajo que les lleva a sufrir ansiedad y dificultades para dormir, según detallan varios profesionales de hospitales de la región de Cataluña.
"Si lo piensas mucho no entrarías a ver a ningún paciente, pero nuestra vocación no nos permite pensar demasiado y sí actuar mucho", explica Carlos, un enfermero que se consideró "casi privilegiado" porque en su centro hospitalario no han tenido que usar bolsas de basura como bata.
Para Carla, anestesióloga, es "angustiante" y "desconcertante" la escasez de sedantes en los hospitales y destaca que, aunque utilizan "alternativas, como algunos gases, no todos los equipos están preparados".
"Utilizamos alternativas como algunos gases pero no todos los equipos están preparados. Piensa que hemos reconvertido en UCI viejos espacios que no utilizaban ya los intensivistas", detalla.
"También estamos recuperando respiradores de hace cuarenta años y usando para uso prolongado respiradores considerados solo de traslado para ambulancias o casos así", añade sobre la situación en su hospital.
Esta anestesióloga subraya que "eleva mucho el nivel de estrés llevar a cabo tareas de otras especialidades por la falta de personal".
A ello se suma la preocupación añadida para no ser un vector de contagio para sus pacientes y compañeros. Solo uno de los entrevistados por Efe afirmó haber recibido un test de la COVID-19 sin presentar síntomas.
"A la mayoría no se nos hace el test porque no se pueden permitir que todo el mundo dé positivo o sea considerado contacto a aislar y los hospitales se queden sin sanitarios", señala Carlos.
Mireia, con apenas 25 años, trabaja en un hospital que en apenas una semana dedicó seis de sus nueve plantas a enfermos de coronavirus.
Como Carla, anestesióloga en otro hospital, Mireia reconoce que no está acostumbrada a que se mueran varias personas al día.
"Yo normalmente estaba en planta, y hay semanas enteras que no muere nadie. Algunos días ahora vemos que fallecen tres o cuatro personas", lamenta la joven, que reconoce que está habiendo "muchos lloros compartidos y complicidad entre compañeros" en las salas de personal.
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También reconoce no haber "digerido aún" la acumulación de camas los primeros días, incluso en los pasillos, aunque "al menos ya no tengo pesadillas, como las primeras tres noches".
Daniel, enfermero, lamenta que además de la escasez de materiales de protección, "lo que peor llevo es no poder estar más tiempo dando la mano a las personas".
"El distanciamiento, entrar corriendo a una habitación solo para dar medicación o controlar el respirador, sin poder dar acompañamiento, no tiene nada que ver con lo que creo que mi profesión tiene que hacer", explica a Efe.
Añade que en su UCI "el más mayor tiene 70 años" y que "no es verdad que no haya jóvenes sin patologías previas muy graves".
También asegura que su peor momento fue la primera vez que se enfrentaron a la "salida" de un cuerpo de la UCI porque normalmente "los cubrimos con una sábana y ya está", pero ahora "los metemos en una bolsa sellada que se recubre con otra de plástico y que tenemos que lavar con lejía. Es una imagen horrible, parece una serie morbosa de televisión", recuerda compungido.
grb