La cifra de personas que han pasado hambre en Estados Unidos, en tiempos de coronavirus, se ha incrementado, golpeando especialmente a familias que tienen niños, así lo han revelado diversas encuestadas que dieron a conocer los efectos de la crisis económica que están viviendo varias entidades ante el covid-19.
Los análisis de Brookings Institution mencionan que el 10 por ciento de las madres de niños menores de 5 años afirmaron en una encuesta que pasaron hambre en algún momento de noviembre y diciembre.
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El número no dista mucho de lo reportado por el Departamento de Comercio, quien reveló que el 12 por ciento de los adultos afirma que "a veces" o "con frecuencia" no comieron lo suficiente durante el último mes.
Una de las menores de edad afectada por la pandemia es Kimberly Orellana, de 14 años, hija de padre deportado a El Salvador por los funcionarios de migración de Estados Unidos.
Pese a que ella dice no tener miedo a pasar hambre, el salario de su madre, ahora el único sostén de su hogar, no es suficiente para alimentarla a ella y a sus dos hermanitas.
La niña hace cola frente a una escuela para aprovechar la distribución de productos alimenticios organizada allí por una asociación sin fines de lucro.
"A veces necesitamos un poco de comida para mantener nuestro refrigerador lleno", dice Kimberly, en Cockeysville, al norte de la ciudad de Baltimore, al este del país, durante un descanso de sus clases escolares que ahora se dictan bajo la modalidad en línea.
La organización benéfica Feeding America estima que alrededor de 50 millones de personas se considerarán en situación de inseguridad alimentaria este año, incluidos alrededor de 17 millones de niños.
"Se puede decir que la inseguridad alimentaria es actualmente la más alta registrada en la era moderna", dice Lauren Bauer, responsable de los estudios económicos de la Brookings Institution.
La crisis del coronavirus que golpea a la mayor potencia económica
Para Estados Unidos, el país con la mayor economía mundial y una de las nacionales con más donaciones alimentarias en el mundo, las cifras son alarmantes.
"La alimentación y la agricultura representan alrededor del 20 por ciento de la economía de Estados Unidos, pero el ciento por ciento de la gente come", recuerda Chloe Waterman, directora de programas del grupo Friends of the Earth, quien enfatiza el papel del departamento de Agricultura para contrarrestar el problema.
El inicio de la pandemia en marzo y los cierres de empresas y negocios que siguieron dispararon el desempleo masivo y generaron una grave recesión.
Las escuelas también han cerrado, lo que ha impedido que los niños de familias de menos recursos reciban comidas gratuitas. Según Bauer, la escasez de productos básicos en los supermercados ha afectado en primera instancia a los padres y madres de bajos ingresos.
El Congreso de Estados Unidos respondió permitiendo que las entidades dieran a las familias tarjetas de beneficios por el valor de las comidas escolares, mientras que muchas circunscripciones continuaron proporcionando alimentos a los estudiantes.
Pero hay baches en esa red de seguridad, dice Bauer, especialmente para los padres que no pueden llegar a los lugares donde las escuelas reparten sus comidas gratuitas.
Y el principal plan del gobierno para proporcionar alimentos a las familias necesitadas, el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), es insuficiente para cubrir todas las comidas, trasladando la carga del creciente desempleo a las organizaciones benéficas, sostiene Waterman.
Este es el caso de la asociación Baltimore Hunger Project, que ofrece productos alimenticios los fines de semana en la ciudad de Maryland y sus suburbios. Las solicitudes se han triplicado desde el inicio de la pandemia y la asociación ahora está ayudando a 2 mil familias.
Entre ellas la de Kimberly, que pudo recibir huevos, pan y otros productos básicos para ella y su madre, ambas indocumentadas, y sus dos hermanas nacidas en Estados Unidos.
"A veces es muy difícil, pero tienes que seguir adelante", dice.
"Esto me parte el corazón", dice Ayo Akinremi, un migrante nigeriano que comenzó a acudir allí para hacerse con algo de comida para su esposa e hijos tras perder su trabajo, pero ahora asiste como voluntario.
"Fue un choque cultural para mí venir a Estados Unidos y encontrarme con tanta inseguridad alimentaria", asegura.
OMZI