Sophie Melgar tiene 20 años, pero como si volviera a ser una niña pequeña salió de su cuarto, saltó fuera de su cama y a hurtadillas entró a la habitación de sus padres; se escurrió por el colchón y se acostó entre ellos para abrazarlos.
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La joven vive en Estados Unidos, en la ciudad de Los Ángeles, California, y es una de las sobrevivientes del Covid-19; ayer la dieron de alta.
Durante 14 días estuvo aislada en una habitación de cuatro metros cuadrados, donde sola tuvo que pasar la enfermedad que trae de cabeza al mundo y ha costado hasta ahora la vida de 24 mil personas, incluidos jóvenes como el deportista italiano de 34 años Emanuele Renzi.
En la claustrofóbica habitación de Sophie solo cabe su cama, un ropero y un pequeño escritorio con vista a la ventana. Ahí vivió 14 días. Todo ese tiempo fue como una pesadilla, en donde no hubo mamá para mimarla ni hermanos para disfrutar de unos juegos de mesa.
Su madre, Margarita Melgar, contaba los días para ver nuevamente a su hija enferma. “14 días, 336 horas y 20 mil 160 minutos lejos de ti. Pensé que iba a saludarla esta mañana (ayer), pero saltó a la cama con nosotros como lo hacía de niña. Corrió por toda la casa tocando cada parte y salió para ver pasar a su tío y prácticamente saltó de los escalones para correr y saludar. ¡Nuestra casa se volvió instantáneamente ruidosa de nuevo! Con alegría, lágrimas, risas y abrazos, muchos y muchos abrazos”.
Aún desde su encierro, Sophie se conectó a Skype para que pudiéramos charlar un rato. En el monitor apareció la imagen de una joven con el cabello azul, sonriente y con mucha energía.
—¿Cómo es tener Covid-19? —a lo que respondió haciendo el esfuerzo de mostrar el mejor español que ha aprendido de su madre de origen peruano.
—No es como una gripa normal, ésta es más intensa. Uno de los días cuando yo estaba muy mal no podía respirar bien. Yo estaba muy nerviosa y tenía ansiety (ansiedad), porque nothing (nada), nada de la medicina estaba ayudando. No es muy fácil superarlo porque todo tu cuerpo is completely shot down (completamente mal).
Fue el 13 de marzo cuando Sophie presentó los primeros síntomas: fiebre, fatiga y un fuerte dolor en el pecho.
—¿Qué fue lo más difícil de tu aislamiento?
—Lo más difícil es que yo no pude estar con mi familia. Estuve muy sola en mi cuarto. Ya son dos semanas sin poder tocarlos y hablar con ellos sin puerta o ventana enmedio.
Su familia también estuvo en cuarentena para prevenir contagios, aunque ellos nunca tuvieron síntomas. Así se sentía su madre previo al reencuentro. “Teníamos ansias de verla porque no hemos podido estar con ella quizá en unos momentos muy difíciles. ¿Te puedes imaginar estar encerrada entre cuatro paredes y con el miedo y mi hija con el sentimiento de que posiblemente fue su culpa? y no es la culpa de ella”, dice con la voz entrecortada.
Sophie se sentía responsable de la salud de su familia y de los estudiantes de su escuela. Hoy está feliz de poder tomar el sol, salir al patio con un bronceador diciendo que estaba muy pálida tras el encierro.
Mientras se preparaba para disfrutar, vio a su tío pasar, espontánea le gritó y corrió a saludarlo como si hubiera regresado de un larguísimo viaje.
Sophie ya está sana y el domingo festejará su cumpleaños número 21 con su familia.