Ayer, tras conocerse la muerte de Isabel II, muchos recordaron el discurso que pronunció en 1947 en Ciudad del Cabo: “Declaro ante todos ustedes que toda mi vida, sea larga o corta, estará dedicada a su servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial a la que todos pertenecemos”.
Entonces tenía 21 años recién cumplidos y aún era princesa. Ayer, con 96 años, Isabel II murió tras estar siete décadas y 214 días en el trono británico y reinar, a decir de muchos, cumpliendo al pie de la letra esas palabras y con un futuro en el que otros tantos cuestionan el papel de la monarquía.
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Por eso, desde temprano, la atención mundial se centró en las noticias que a cuentagotas iban saliendo del Castillo de Balmoral, Escocia, y desde una Londres que se preparaba para el cambio histórico.
Una nueva época que, encarnada en su heredero a la Corona, se pronunció: era “una soberana querida y una madre amada”, su muerte es “un momento de gran tristeza para mí y para todos los miembros de mi familia”, afirmó su hijo mayor, Carlos, de 73 años, ya como el nuevo monarca de Reino Unido y de otras 14 naciones más.
"Sé que su pérdida se sentirá profundamente en toda la nación, los reinos y la Mancomunidad de Naciones, y en innumerables personas en todo el mundo", expresó en su mensaje.
Las últimas horas
Pese a que el deterioro de la salud de Isabel II se aceleró en estas semanas, en sus últimas horas de vida recibió a Boris Johnson para cerrar su ciclo como premier y a la nueva primera ministra Liz Truss; dos de los 15 gobernantes británicos con los que convivió en su reinado, el más largo de la historia en las islas británicas y a nivel mundial, solo superado por Luis XIV de Francia que mantuvo el cetro por 72 años y 110 días.
Ahí queda plasmada la última foto pública de Isabel, de pie, sonriente, impecable en su vestir junto a Truss el pasado martes desde el Castillo de Balmoral en una señal que algo andaba mal: por primera vez en sus 70 años de reinado, no recibía al nuevo primer ministro en el Palacio de Buckingham, sino en su residencia veraniega escocesa debido a la dificultad para moverse.
En 48 horas, la nota de cortesía política cambió al de la preocupación nacional y con eco mundial: algo pasaba, la BBC cambiaba su programación, sus presentadores vestían de riguroso negro, la sesión del Parlamento era interrumpida para “expresarle su apoyo”, y sus cuatro hijos -–Ana, Carlos, Andrés y Eduardo–, y familiares cercanos –incluyendo al ahora heredero inmediato de la Corona, Guillermo, y su hermano Enrique– volaban al castillo tras el mensaje, inusual, de sus doctores que se confesaron “preocupados por la salud de su majestad”.
Entonces se dio la noticia. Después de los de Carlos III y los medios, los mensajes de duelo y condolencias se sumarían durante todo el día, desde prácticamente todos los rincones del planeta con mandatarios a la cabeza pero también artistas, cantantes, líderes religiosos y millones de personas que plasmaban su pesar en internet.
Tributo inmediato de Truss: “El mundo está en estado de shock (...) la reina fue la roca sobre la que se ha construido el moderno Reino Unido, que es un gran país gracias a ella”.
Y apoyo al heredero: “Hoy la Corona pasa, como lo lleva haciendo desde hace más de mil años, a nuestro nuevo monarca y jefe de Estado, el rey Carlos III”.
Desde ayer, en medio de la intensa llovizna londinense, miles de personas se congregaron frente al Palacio de Buckingham para entonar el himno “God Save the Queen” y colocar cientos de ramos florales.
Desde hoy iniciarán los cambios, desde los grandes hasta los pequeños y más simbólicos; por ejemplo, en el dinero. De acuerdo con The Guardian, hay billetes por “4 mil 500 millones de libras esterlinas en circulación con el rostro de la reina, por un valor combinado de 80 mil millones”.
Reemplazarlos con la efigie de Carlos III “probablemente lleve al menos dos años”.
El giro de la historia Isabel Alejandra María Windsor nació en Londres el 21 de abril de 1926, era la primogénita del duque y la duquesa de York y con un tío que estaba destinado a ser rey y ella, a ser “la sobrina” de su majestad.
Pero la historia dio un giro cuando en 1936 Eduardo VIII abdicó para casarse con una estadunidense Wallis Simpson, divorciada dos veces, lo que era imposible de aceptar para la época. Así el destino reescribió el camino: el duque de York se convirtió en Jorge VI e Isabel, en la heredera.
El 20 de noviembre de 1947 se casó con Felipe Mountbatten, perteneciente a la Casa Real griega.
Duraron 73 años en unión hasta abril del año pasado cuando el duque de Edimburgo murió a los 99 años. De la estirpe sobreviven cuatro hijos, ocho nietos y 12 bisnietos.
El 2 de junio de 1953 fue su coronación, a casi 16 meses de haberse convertido en reina. Entonces la tradición y el protocolo se fusionaron con la gran innovación del momento, el acto centenario sería trasmitido por la más alta tecnología: la televisión y en una programación en vivo.
Por primera vez se hacía: 40 por ciento de los británicos de entonces (20 millones) la siguieron en un evento que duró 11 horas ante las cámaras. A nivel mundial se estima que más de 227 millones de personas lo atestiguaron. La venta del nuevo aparato se fue por las nubes para que la gente, la mayoría aún no tenía televisores, pudiera seguir el histórico suceso.
Con su muerte se cierra un largo periodo, la era “isabelina” de más de 70 años, que se engarza a otra etapa fundamental de Gran Bretaña: la victoriana del siglo XIX, que duró casi 64 años bajo la tutela de su tatarabuela paterna, y a la que le despojó el reinado más prolongado en el país.
Con un panorama donde el papel de las monarquías es cuestionado en Europa, y cuando en la línea de sucesión directa del ahora rey, Carlos III, hay dos generaciones de herederos masculinos –su hijo Guillermo de 40 años y su nieto Jorge de nueve–, en muchas décadas no se vislumbra el ascenso de una mujer al trono y para entonces, quizá, el tipo de gobierno sea otro.
FLC