Arquitecta, diseñadora, ganadora de distintivos premios y activista, ¿hay algo que Amy Francis-Smith no pueda hacer? Quizá comer algo que no sea carne de vaca, peras, calabazas y arroz, porque podría morir. Así comenzó a pintar su vida en 2015, cuando comenzó a desarrollar reacciones alérgicas a casi todo.
Su vida en Leicester, Inglaterra, dio un giro inesperado cuando su cuerpo rechazaba todos los alimentos y productos, pues le provocaban casos de anafiliaxia, es decir, una reacción alérgica aguda y potencialmente mortal, que incluye erupciones cutáneas, náuseas, vómitos, así como dificultad para respirar y shock.
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“Tuve problemas de salud desde que nací, incluida la pérdida auditiva parcial, y usé silla de ruedas de forma intermitente desde que nací, pero en 2015 enfermé drásticamente. Estaba sufriendo una anafilaxia total casi a diario. Mi cuerpo rechazaba todo: alimentos, fragancias, productos químicos, medicinas y la mayor parte de la vida moderna”, cuenta Francis-Smith en su sitio web oficial.
Pero sus alergias no se limitaban a la comida, sino que también reaccionaba de manera adversa ante el uso de transporte público, ambientadores, y temperaturas extremas de calor y frío.
Además del sufrimiento en el que se encontraba, Amy también tuvo que lidiar con los prejuicios y la incredulidad y el escepticismo de los médicos, que llegaron a sugerir que sus síntomas eran psicosomáticos o incluso autoinfligidos. Lo que sumado a los síntomas la orillaron a iniciar un aislamiento completo.
Incluso, Francis-Smith se vio obligada a vender todas sus pertenencias en eBay y se quedó con sus últimas 400 libras (poco más de 8 mil pesos). La joven no tenía derecho a recibir prestaciones por incapacidad, ya que no podía trabajar, según contó a medios locales británicos.
Dependía completamente “de la amabilidad y generosidad de mis padres y mi pareja. Incluso aposté a comprar frascos de suplementos medio usados en eBay porque no podía permitirme el lujo de sellarlos (¡no lo recomiendo!)”, dijo en una de sus publicaciones de Instagram.
Pero a los 32 su tortura tuvo nombre y apellido y fue diagnosticada con síndrome de activación de mastocitos un año más tarde de que sus padecimientos comenzaran. Se trata de una rara condición en la que un paciente experimenta síntomas repetidos de reacciones alérgicas a artículos cotidianos.
“Me diagnosticaron el síndrome de activación de mastocitos, una afección sistémica que afecta a prácticamente todos los órganos. Estaba postrada en cama, escondiéndome del mundo. Tenía desnutrición, dolor de nervios, me dolía el bazo todo el tiempo, tenía un cerebro que no funcionaba y un cuerpo que apenas funcionaba”, indicó.
También, descubrió que tenía el síndrome de Crohns y Ehlers-Danlos, que son trastornos hereditarios que afectan principalmente a la piel, las articulaciones y las paredes de los vasos sanguíneos.
“Ser diagnosticado con síndrome de Crohn y Ehlers-Danlos también explicó las décadas de dislocación articular e intenso malestar”, agregó.
Una vez diagnosticada, comenzó a mejorar con el tratamiento necesario y hoy se encuentra en remisión total. Su experiencia cercana a la muerte y su padecimiento le dieron los ánimos para fundar su propia firma de arquitectura, la cual está enfocada en ayudar a personas con discapacidades que necesitan de una casa.
A través de sus plataformas, Amy celebró su remisión y aunque admitió que “La vida durante la última década ha sido inexplicablemente difícil en ocasiones” se encuentra agradecida por todo.
“He sufrido, he sentido dolor, me han abierto sin anestesia y casi pierdo la vida varias docenas de veces. Acercarse tanto al borde es un lugar aterrador. (…) Estoy muy agradecida de tener ahora la energía para volver a entrar al mundo, lista para luchar contra las injusticias que enfrentan las personas con discapacidad”, dijo.
LP