Petro sigue los pasos de AMLO, frente al pelotón de fusilamiento

Tres veces candidato presidencial, ex alcalde de Bogotá, perseguido por las élites de Colombia, el ex guerrillero Gustavo Petro puede convertirse en el primer presidente de izquierda.

Gustavo Petro. (Reuters)
Colombia /

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. 

El personaje más solitario de “Cien Años de Soledad”, el que Gabriel García Márquez usó para darle inicio a su más famosa novela, conmovió tanto a Gustavo Petro que recurrió a él para tomar su nom de guerre insurgente, “Aureliano”, al integrarse a la organización revolucionaria M-19 en 1977, cuando apenas tenía 17 años.

Hoy, cuando Petro puede convertirse en el primer presidente colombiano de izquierdas o ser otro de tantos derrotados por un sistema diseñado para excluir esa posibilidad, vale preguntarse qué tanto marcó la elección de aquel Petro adolescente su trayectoria futura. El coronel Buendía peleó nada menos que 32 guerras civiles… y todas las perdió. Pero en más de la mitad de ellas, tuvo un amor y un hijo de cada uno, un récord de 100 por ciento de éxito progenitor. Y verse colocado frente a pelotones de fusilamiento se le hizo costumbre.

El aspirante de la coalición de izquierdas llamada Pacto Histórico, Gustavo Petro, tiene varios rasgos determinantes en estilo, imagen y oportunidad que resuenan fuerte en el México de estos años: fue alcalde de la capital del país y éste es su tercer intento por llegar a la Presidencia, en el que está más cerca que nunca; es el látigo verbal que ha castigado sin cesar a cada presidente colombiano de este siglo, en particular al hasta ahora predominante, Álvaro Uribe.

La impopularidad del actual mandatario Iván Duque abrió la grieta por la que por fin parece posible romper la hegemonía histórica de los partidos de derecha; en lugar de destruirlo, una ofensiva judicial montada en su contra magnificó su estatura política y provocó que las multitudes salieran a las calles en su defensa; orador experto en atraer la atención de todos, no es un líder que suela escuchar a sus asesores; lo que para algunos es necedad, para él es la determinación que lo impulsa a la victoria; le atribuyen un espíritu de redentor, mesiánico; e incluso lo acusan de muchos de los mismos supuestos pecados que a Andrés Manuel López Obrador.


El candidato colombiano está enfrentando una “guerra sucia de lo más indigno”, declaró el mandatario tabasqueño el 3 de junio, “todo lo que ya vimos y padecimos en México. ‘Petro, un peligro para Colombia, comunista, guerrillero, Colombia va a ser como Venezuela’, pero con todo, unidos todos los conservadores, y sin ética, olvidando que la política es un imperativo ético”.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia se quejó al considerar que estas palabras fueron una “injerencia desobligante en los asuntos internos de nuestro país” y pidió “respetar la autonomía del pueblo colombiano”.

El gesto de AMLO, no debería sorprender, dadas las similitudes que los acercan. Aunque tal vez esas son todas.

De las armas a las urnas

A ese Petro muchacho, idealista, que había decidido tomar el arma, una mujer le dijo entonces cómo hacerlo: “Tiene que cogerla como a un pollito, sin apretarla muy duro, pero tampoco muy flojo, para poder atinar”. Muy flaco, de vista débil, no estaba hecho para el rol de combatiente sino para el de agitador, organizador, político. A los 25 años, fue capturado por el ejército. Sufrió tortura y encierro durante 18 meses. Y salió para impulsar el proceso de paz con el M-19 y ser electo diputado, en 1991.

Pero los grupos armados de derecha dejaron claro que castigarían la participación de los ex guerrilleros quitándoles la vida y Petro tuvo que exiliarse en Bélgica. Al regresar a su país y ganarse un sitio en el Senado, uno de sus ejes de acción fue confrontar la ofensiva lanzada desde instituciones gubernamentales para aniquilar la izquierda democrática, lo que denunció como “terrorismo de Estado”, así como la estrecha vinculación de políticos conservadores con grupos criminales paramilitares.

Después de un primer intento desafortunado de ganar la Presidencia, en 2010, Petro fue electo alcalde de Bogotá en 2012, logró reducir los índices de homicidios e hizo del acceso al agua uno de sus emblemas. También quiso resolver el grave problema de la recolección de basura, no obstante, y esto sirvió de pretexto para que en 2013 la Procuraduría General de la Nación lo destituyera e inhabilitara para ocupar cargos públicos por 15 años: siguieron pleitos legales –acompañados de grandes manifestaciones en su apoyo– hasta que, en 2017, fue anulada la decisión: se ordenó que le pagaran los salarios que le debían pero no que concluyera el mandato que le dieron los bogotanos, porque el periodo ya había expirado. La ciudadanía fue gobernada por un político distinto al que escogió.


No acabaron con la figura de Petro, en todo caso. La fortalecieron. Tras la primera vuelta electoral de 2018, los partidos de centro prefirieron apoyar a Iván Duque, candidato del ex presidente ultraderechista Uribe, antes que permitir una victoria de las izquierdas y Petro quedó en segundo lugar con una votación de 41 por ciento. Que fue inédita para su sector político: por primera vez, la izquierda tuvo posibilidades reales de alcanzar la presidencia.

Boric y Lula

Cuatro años más tarde, Petro ganó la primera vuelta con el 41% de los votos. El candidato de las derechas, el uribista Federico “Fico” Gutiérrez ni siquiera logró pasar a la segunda ronda. Lo hizo un “independiente”, Rodolfo Hernández, que en un primer momento pareció sumar su 28% al 24 por ciento de “Fico” y levantar una ventaja de 8 puntos sobre Petro, pero eventualmente se desmoronó y las últimas encuestas publicadas los colocan en un escalofriante empate.

La apuesta es que la Colombia que creen a quienes acusan a las izquierdas de terrorismo impida la victoria petrista. La acusación de chavismo es alimentada por quienes ocultan su crítica al régimen venezolano. En realidad, si llega a presidente, Petro puede situarse cerca de los mandatarios izquierdistas más renovadores, como el chileno Gabriel Boric y el brasileño Lula da Silva (que apunta a regresar a la Presidencia en octubre), y no del bolivarianismo.

Los signos ya se hacían notar desde su temprana afiliación al M-19 y no a otros grupos armados más tradicionales. De su entrada en esa organización dijo que “para mí fue un discurso refrescante, porque ya no quería estar en las discusiones entre trotskistas, maoístas, estalinistas ni mamertos”.

En su exilio europeo tomó la preocupación por la ecología y hoy plantea que América Latina debe superar el extractivismo para enfocarse en la transición energética, la industrialización y el conocimiento; y su aproximación al feminismo y a las reivindicaciones étnicas se ha expresado con fuerza en su alianza con el movimiento “Soy porque somos” de su pujante candidata a la Vicepresidencia, la líder afrodescendiente, ambientalista y antirracista Francia Márquez.

A final de cuentas, quizás la forma en que el coronel Buendía marcó el destino del ex guerrillero no sea la tendencia a perder una guerra tras otra ni la de engendrar hijos aquí y allá, sino el mágico momento de realismo cuando, aún desde el ardor del trópico de Macondo, el niño Aureliano pudo ir a conocer el hielo.

ledz

  • Témoris Grecko
  • Periodista, documentalista y analista político que ha cubierto conflictos sociales y armados en 95 países y territorios, publicado siete libros y escrito cinco documentales.

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