Un joven con una gorra de béisbol en la que pone “Dior”, mujeres con bebés envueltos en mantas, niños con abrigos de invierno. Todos pasaron con cautela de embarcaciones endebles a la recia embarcación de la Guardia Nacional Marítima de Túnez, alejándose de sus sueños de una vida en Europa.
Helados, mojados y desconsolados, estaban entre los cientos de personas detenidas cada noche en redadas nocturnas para buscar barcos migrantes en el Mar Mediterráneo.
“¡Siéntense! ¡Siéntense! ¡Siéntense!”, la orden a gritos confirmó que el grupo ya no estaba al mando de su destino. Una mujer sollozaba.
En una expedición nocturna con la Guardia Nacional la semana pasada, The Associated Press vio a migrantes que imploraban continuar sus viajes a Italia en embarcaciones mal preparadas, algunas de las cuales hacían agua. Durante 14 horas, 372 personas fueron desalojadas de los frágiles botes.
Un número sin precedentes de personas, la mayoría del África subsahariana, ha emprendido este año la peligrosa travesía. En el primer trimestre del año, 13.000 migrantes fueron obligados a abandonar sus barcos en la ciudad portuaria de Sfax, en el este de Túnez y que es el principal punto de salida. Entre 2021 y 2022, el número de migrantes que puso rumbo a Europa, la mayoría a Italia pero también a Malta, casi se multiplicó por dos.
En un solo día de marzo se detuvo a una cifra récord de 2.900 migrantes en la región de Sfax, que también incluye la ciudad costera de Mahdia y las Islas Kerkennah, ante la costa Sfax, indicó el general de brigada de la Guardia Nacional Sabeur Younes.
La migración a Europa está creciendo, y en 2022 tocó techo con 189.620 personas, según la Organización Internacional para las Migraciones. Es la cifra más alta desde 2016, cuando cerca de 400.000 personas dejaron sus hogares, un año después de que más de un millón de personas, en su mayoría sirios que huían de la guerra, buscaran refugio en 2015.
Para muchos africanos subsaharianos, que no necesitan visa para viajar a Túnez, el país norteafricano sirve de trampolín para Europa, mientras que otras personas llegan desde Libia, que comparte frontera con Túnez.
Cada noche, los barcos de la Guardia Nacional peinan las aguas. Recuperar los cuerpos de los muertos es la parte más sombría del trabajo. En 2022, 580 migrantes murieron o desaparecieron en el mar, según el Foro Tunecino para los Derechos Económicos o Sociales.
Esta semana, las autoridades en Sfax se apresuraban a sepultar unos 90 cuerpos varados en las playas de la región de Sfax en los últimos días, según indicó el martes la agencia oficial de noticias TAP. La morgue del principal hospital está llena, lo que da más urgencia a los entierros. No se reportaron muertes o desapariciones la noche en la que AP estuvo presente.
Los grupos de personas sacadas del agua durante varias salidas de pequeñas embarcaciones son reunidas en un barco nodriza de la Guardia Nacional y devueltas a Sfax.
Se las considera víctimas y no infractores, y son liberadas en el puerto. Muchos lo intentarán de nuevo.
Para el lunes, 36,610 migrantes -incluidos 2.882 tunecinos- habían llegado a Italia desde que comenzó el año. Son unas cuatro veces más que las llegadas en cada uno de los dos años anteriores, según el Ministerio italiano del Interior. Muchos se dirigen a Lampedusa, una isla al sur de Sicilia, a unos 180 kilómetros (110 millas) de Sfax, un viaje que requiere una gran dosis de desesperación y coraje.
“Estamos dispuestos a ahogarnos y morir para mejorar nuestra situación”, dijo un hombre sirio que sólo se identificó como Mohamed, ya que como muchos migrantes atrapados en el mar temía revelar su nombre completo. “Ya conoce la situación en Siria, guerra e inestabilidad”, dijo, añadiendo que había perdido cuatro familiares en la guerra.
Italia intenta frenar las llegadas desde Túnez y estabilizar el país norteafricano, sumido en su peor crisis económica en una generación y envuelto en crecientes tensiones sociales y políticas. Roma declaró este mes el estado de emergencia para ayudar a lidiar con la oleada de migrantes y después aumentó la presión cordial sobre Túnez con promesas de inversiones y ayuda en las duras negociaciones para conseguir un préstamo del Fondo Monetario Internacional.
Pero esos incentivos no lograrán detener la nueva oleada de personas del África subsahariana y el floreciente negocio en embarcaciones metálicas más baratas que han impulsado la migración desde Túnez.
Los africanos subsaharianos, algunos de los cuales llevan años en Túnez sin permiso de residencia y con trabajos mal pagados, empezaron a huir del país después de que el presidente de Túnez, Kais Saied, que cada vez se torna más autoritario, exigiera medidas urgentes en febrero contra los africanos negros y afirmara que forman parte de una conspiración para borrar la identidad de su país. Algunos países evacuaron a sus ciudadanos de vuelta a casa.
Muchos africanos subsaharianos miraron a Europa como salida.
“Si un hombre negro hace algo malo en Túnez, entonces los tunecinos nos ven a todos como malos y nos expulsan”, dijo un hombre de Costa de Marfil que rechazó dar su nombre por temores por la tensa situación para los africanos negros en Túnez. “No es lógico. Todos somos humanos”.
Younes, el jefe de la Guardia Nacional, sugirió que el furor en torno a la comunidad africana subsahariana contribuyó a aumentar los intentos de cruce. “Después de lo que ocurrió, voilà. Ya no tienen los medios para quedarse aquí”, explicó. “Lo intentarán todo para llegar al otro lado”.
Pero hay otro factor que ha animado a la gente a arriesgar su vida para llegar a Europa.
El año pasado empezaron a verse en el mar unos endebles botes de metal hechos a mano, más baratos pero menos estables que las embarcaciones de madera y que se han convertido en un negocio en alza. Los barcos se fabrican de forma clandestina en la región de Sfax.
Se hicieron detenciones, “pero por desgracia siempre hay otros artesanos que las construyen”, dijo Younes.
Incluso se está reclutando a extranjeros, como egipcios, para soldar los botes. Los que son descubiertos reciben tan sólo una multa, porque las autoridades no han logrado establecer una conexión con los contrabandistas.
Para el oficial de la Guardia Nacional, falta una conexión crucial con Italia.
“Necesitamos contacto directo con los italianos para los barcos en peligro de hundirse” que han salido de la zona de rescate de Túnez, dijo Younes, que rechazó la idea de que Túnez no haga suficiente para detener el flujo de migrantes.
Para los que intentan el viaje, Túnez ya hace demasiado: acabar con sus sueños.
“¡Queremos irnos de Túnez! Déjennos morir en el mar. Es nuestra decisión”, gritaron algunos de los pasajeros obligados a dejar los botes. “Es nuestro destino”.
Entre las personas desalojadas había una bebé abrigada con un traje polar de camuflaje, la cabeza cubierta por un gorro con orejas de gatito y que parecía vestida para una ocasión especial, cancelada de improviso por la Guardia Nacional.
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