Previo al estallido de la crisis sanitaria de coronavirus, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) esperaba que la producción mundial se expandiera a un ritmo de 2.5 por ciento en 2020, pero una vez declarada la pandemia, las expectativas se apagaron aceleradamente en solo tres meses: las nuevas predicciones indican que el producto interno bruto global decrecerá entre 0.9 y 1 por ciento si es que los gobiernos logran establecer medidas adecuadas para evitar una mayor caída.
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Autoridades en diferentes partes del mundo han tomado acciones de política económica, tanto monetaria como fiscal, para contrarrestar los efectos económicos del brote, pues la caída de mercados, la baja en precios de petróleo y la suspensión de actividades productivas alrededor del mundo para evitar contagios han llevado a un escenario de recesión mundial, señaló el Modelo de Pronóstico Económico Mundial de la ONU DESA, encargado de estimar los mejores y peores escenarios para el crecimiento mundial en 2020.
“Se necesitan medidas de políticas urgentes y audaces no solo para contener la pandemia y salvar vidas sino para proteger a los más vulnerables de nuestras sociedades de la ruina económica y para sostener el crecimiento económico y la estabilidad financiera”, señala el informe Situación y perspectivas de la Economía Mundial de la ONU DESA.
En el mejor de los casos, indicó el organismo, con descensos moderados en el consumo privado, la inversión y las exportaciones, y compensando los aumentos en el gasto público en los países del G-7 y China, el crecimiento mundial se reducirá a 1.2 por ciento en 2020.
En el peor, en lugar de crecer 2.5 por ciento este año, la producción mundial se contraerá al menos 0.9 por ciento, aunque el crecimiento global puede caer más si los gobiernos no toman medidas, y las restricciones a los movimientos y actividades económicas en estas economías se extienden más allá del segundo trimestre, advierte el organismo mundial.
De acuerdo con el modelo de la ONU la economía mundial se contrajo 1.7 por ciento en la crisis financiera de 2009. Hoy, la gravedad del impacto dependerá en gran medida de dos factores: la duración de las restricciones al movimiento de personas y las actividades económicas en las principales economías; y el tamaño real y la eficacia de las respuestas fiscales a la crisis.