Antes de la última gran reunión de la COP, en París en 2015, la innovación apenas figuraba en la agenda climática. Este año en Glasgow ocupará un lugar central. Cambiar el enfoque mundial hacia la invención de tecnologías limpias fue uno de los mayores éxitos de la COP de París. Continuar esa trayectoria es, quizá, su mayor oportunidad este año, porque la innovación es la única forma en que el mundo puede reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero de aproximadamente 51 mil millones de toneladas por año a cero para 2050.
Ahora hay más dinero para investigación y desarrollo y más capital de riesgo para nuevas empresas limpias en sectores difíciles de descarbonizar. Como resultado, algunas tecnologías limpias, como el combustible sostenible para aviones, el acero ecológico y las baterías extrapoderosas, ahora existen y están listas para escalar.
Sin embargo, si el mundo en verdad está comprometido con la innovación climática, estos avances deben ser solo el comienzo de la historia, no el final. En la COP26 debemos pensar en cómo convertir conceptos probados en laboratorio en productos ubicuos que la gente quiere y puede comprar. Esto requerirá un esfuerzo masivo para financiar cientos de proyectos comerciales en etapa temprana.
Es increíblemente desafiante para cualquier startup comercializar su producto, pero lo es solo para las empresas de energía. Cuando inicié Microsoft, no necesitábamos mucha infraestructura para escribir código y, una vez que lo habíamos escrito, podíamos hacer copias casi infinitas con perfecta fidelidad por muy poco dinero.
Las tecnologías climáticamente inteligentes son más difíciles de navegar. Una vez que logre producir hidrógeno verde en un laboratorio, debo demostrar que funciona de manera segura y confiable. Eso significa construir una planta física enorme, solucionar problemas de ingeniería, suministro y distribución, repetirlos una y otra vez y reducir costos de manera constante. Estos proyectos son complicados, riesgosos, costosos y muy difícil financiarlos.
En tecnología limpia hay otra complicación. Cuando se termina todo ese trabajo complicado, riesgoso y costoso, se obtiene un producto que hace más o menos lo mismo que el que está destinado a reemplazar: el acero verde tiene casi la misma funcionalidad que el acero actual, pero cuesta más.
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Es difícil encontrar compradores y los bancos cobran más por los préstamos. El alto costo de capital aumenta el precio de los productos. Debido a que el financiamiento es tan difícil de conseguir, la demostración comercial puede ser un proceso terriblemente lento. La clave de la agenda de innovación climática es hacerlo más rápido.
Creo que podemos hacer esto. Cientos de gobiernos y empresas han asumido compromisos netos cero y tienen miles de millones de dólares para invertir. Si creamos sistemas que los incentiven a financiar estos proyectos, entonces tenemos la posibilidad de acelerar el ciclo de innovación. Al comprometer mucho más dinero para construir proyectos de demostración nos daremos la oportunidad para evitar un desastre climático.
Cuando pienso en llegar a las cero emisiones, me hago tres preguntas. Primero, ¿puede el mundo mantener el apoyo público para la acción climática? Eso depende de asegurar que la transición energética no cueste tanto. Segundo, ¿pueden las economías emergentes como India, Brasil y Sudáfrica —que han contribuido menos al cambio climático que los países ricos, pero son los más afectados— seguir reduciendo la pobreza sin emitir gases de efecto invernadero? Eso depende de reducir el precio de los materiales ecológicos.
Tercero, ¿qué pasa mientras? Los efectos de las altas temperaturas (sequías, inundaciones, deshidratación de la tierra y propagación de plagas) afectarán mucho a los agricultores. Estos cambios serán problemáticos para los agricultores de los países ricos, pero mortales para los de los de bajos ingresos. Necesitamos redoblar innovaciones como semillas mejoradas que ayuden a los agricultores pobres a cultivar más alimentos.
Se debe incluir en la agenda de la COP26 ampliar la innovación en tecnologías limpias, tanto para mitigar los peores impactos del clima como para adaptarse a los efectos, igual que cuando se puso la investigación científica y el desarrollo tecnológico en 2015.