Grupos de interés, verdaderos opositores a reformas de Biden

El feroz cabildeo de las industrias farmacéutica, energética y financiera ha frenado las promesas de cambio “histórico”, “enorme” y “radical” que hizo la actual administración estadunidense

Las propuestas, populares entre votantes republicanos y demócratas. J. Ernst/Reuters
Edward Luce
Londres /

El proceso legislativo a menudo es comparado con observar cómo se hace una salchicha. Una mejor metáfora para la agenda Build Back Better del presidente estadunidense, Joe Biden, sería la elaboración de un placebo. Los adjetivos como “histórico”, “enorme” y “radical” aún se aplican a sus planes, incluso cuando se están reduciendo a simulacros de donde comenzaron. El destino de la presidencia de Biden todavía puede depender de su aprobación, pero está muy lejos de ser la reforma única en una generación que buscaba ser.

La diferencia entre esa promesa y la realidad se explica por el poder perdurable de los grandes grupos de cabildeo. Biden quería darle a Medicare la autoridad para negociar precios más bajos de medicamentos con receta, que en promedio son dos veces y media más altos que en otros países ricos. El feroz cabildeo de la industria farmacéutica puso fin a eso y, con ello, una rara oportunidad para que Washington aproveche su influencia para hacer que los medicamentos sean más asequibles.

La industria de combustibles fósiles de Estados Unidos también está ganando. Los intentos de debatir un impuesto al carbono se siguen estrangulando desde la cuna. Ahora los 150 mil millones de dólares de Biden para dar a las compañías de electricidad un incentivo para que descarten el carbón y el gas a favor de energía renovable se están eliminando del proyecto de ley. Eso privará a Biden de una plataforma moral diplomática en la próxima cumbre sobre el cambio climático COP26 en Glasgow. Si EU, con emisiones de carbono per cápita un 70 por ciento más altas que el promedio de los países ricos, no puede dejar el carbón, ¿cómo puede persuadir a China y a India?

El sector de los servicios financieros también tiene motivos para celebrar. Los planes de Biden de darle al Servicio de Impuestos Internos un alcance modesto para monitorear las entradas y salidas brutas de ciertas cuentas bancarias también están en retroceso. La industria bancaria lo describe como una licencia para someter a los estadunidenses a una vigilancia continua. El proyecto de ley no propone ese tipo de autoridad. Su objetivo es reducir parte del billón de dólares en evasión fiscal anual estimada en EU. El objetivo de reducir las “fugas” bajo el sistema existente se vuelve más crítico a medida que se diluyen las propuestas fiscales más amplias de Biden.

Algunos de los reveses del presidente son de creación propia. Los demócratas promovieron mal sus proyectos de ley. El error más básico es hablar en números a 10 años, lo que hace que el Plan para las Familias Estadunidenses de 3.5 billones de dólares suene gigantesco. En realidad, los dos proyectos de ley —incluido el de infraestructura de 1.2 billones de dólares— costarán poco más de 1 por ciento del producto interno bruto (PIB) de EU al año en nuevos gastos. El uso de grandes números da a los críticos del gobierno una oportunidad para describirlos como inflacionarios. Hay poca evidencia de eso. En comparación con el impacto de las compras mensuales de activos financieros por 120 mil millones de dólares por parte de la Reserva Federal de EU desde el inicio de la pandemia, las reformas de Biden son modestas.

Se puede perdonar a los votantes por pensar de otra manera. Los medios estadunidenses no han ayudado a las cosas. Cuando hay una batalla de proceso que pueden dramatizar, los periodistas políticos tienen menos interés en el contenido. Le hacen un flaco favor a su audiencia. Tales dramas requieren dos lados, en este caso, centristas versus progresistas. Sin embargo, en realidad, casi todos los demócratas en el Congreso apoyan ambos proyectos de ley. Las excepciones importantes son Joe Manchin, de Virginia Occidental, y Kyrsten Sinema, de Arizona, de los cuales cada uno de sus votos es esencial en un Senado dividido en 50 a 50. Manchin está financiado por intereses del carbón y tiene participaciones personales en la industria. Sinema es uno de los principales receptores de grandes donaciones farmacéuticas. Esa es la historia más didáctica. La otra es que los republicanos se oponen al proyecto de ley más grande.

Sin embargo, los viejos hábitos no mueren con facilidad. Es más fácil hablar de “moderados” versus “izquierdistas” que señalar la facilidad con la que los grupos de cabildeo pueden mermar modestas mejoras en la red de seguridad de Estados Unidos y cambios hacia una economía de energía limpia. La mayoría de los elementos principales de las propuestas de Biden son populares entre los votantes republicanos y demócratas. Esto incluye desgravación fiscal por hijos, licencia parental, educación preescolar universal y precios más bajos de medicamentos.

Pero la sabiduría política estadunidense se refracta a través de múltiples lentes y lo que quieren los votantes rara vez se ve en el otro lado. Washington está hundido en una agonía ritual por el exceso de alcance del gobierno y la irresponsabilidad fiscal. Ambas partes son cómplices de esto. Los partidarios de Biden comenzaron describiendo sus reformas como las más importantes desde la Gran Sociedad de Lyndon Johnson e incluso el New Deal de Franklin Roosevelt. Eso hizo más fácil para sus oponentes advertir sobre una toma de poder socialista.

En realidad, estamos presenciando una historia conocida: las propuestas de tamaño medio son diluidas por los grandes grupos de cabildeo. ¿Acaso les sorprende que los votantes sean tan cínicos? 

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