El Día de Año Nuevo, ante una multitud de 58,000 personas, el Vissel Kobe se enfrentó al Kashima Antlers en la 99 Copa del Emperador. El escenario fue asombroso. Fue el primer evento en el recién terminado Estadio Nacional de Japón de 1,400 millones de dólares (mdd), y una prueba del espectáculo que pronto acogería: los Juegos Olímpicos (JO) de Tokio 2020.
La prueba fue impecable y la fase previa a la ceremonia de inauguración del 24 de julio parecía pan comido. Entre los organizadores olímpicos, que habían supervisado los preparativos con valor de más de 25,000 mdd, y las compañías japonesas e internacionales que pagaron más de 3,100 mdd para convertir a Tokio 2020 en el evento deportivo con más patrocinios en la historia, hubo un suspiro de alivio colectivo.
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Para el gobierno de Tokio, que estimaba que el evento daría un impulso de 294,000 mdd a la economía nacional, todo parecía ir bien. Y para Shinzo Abe, primer ministro de Japón, los juegos ofrecían un potente símbolo de recuperación después del terremoto de Tohoku en 2011, y de sus políticas. Sin embargo, el coronavirus echó por tierra cada parte de eso.
Un faro de esperanza
Después de observar con impotencia cómo la enfermedad se transformó de una crisis en Wuhan a una pandemia global, Japón aceptó lo inevitable y acordó con el Comité Olímpico Internacional (COI) aplazar los juegos de verano para julio de 2021. Las preguntas clave ahora giran en torno a qué tanto afectará a la economía, qué tan debilitante será la confusión e incluso si los juegos podrán seguir adelante el próximo año.
La industria hotelera de Japón •ya afectada por las cancelaciones en febrero y marzo pasados• esperaba que los JO de 2020 le permitieran recuperar algunos ingresos en la segunda mitad del año.
La sensación general es que un gran proyecto nacional se arruinó. “Vine a este preciso lugar cuando tenía 14 años, para los Juegos Olímpicos de 1964”, dijo Kane Tabata, mientras tomaba fotos del Estadio Nacional el día que se anunció el aplazamiento. “No tenía boletos entonces, pero ahora tenía dos.
No quiero que me devuelvan mi dinero. Solo quiero estar vivo para cuando ocurran”. Masamichi Adachi, economista en jefe de UBS en Japón, dice que ese tipo de muestras de pesimismo deben tomarse en serio. Los JO de Tokio, y la posibilidad de que sigan adelante, son un indicador desalentador de la rapidez con que el mundo puede recuperarse de la pandemia.
El crecimiento económico real promedio en los países desarrollados que han sido sede de los JO desde 1992, muestra el mayor pico en los años previos, debido al dinero que se invierte en infraestructura. El año en el que se realizan ofrece un impulso limitado.
Bajo ese análisis, es poco probable que posponer los juegos cause graves daños económicos a corto plazo. “La preocupación son las consecuencias a largo plazo, en caso de que los juegos se cancelen por completo, especialmente porque significaría que la pandemia todavía no está bajo control”, dice Adachi.
Como reflejo de esas preocupaciones, hace dos semanas Abe le dijo a la nación que la antorcha olímpica permanecerá encendida y en el país hasta los juegos de 2021.
“Esta antorcha es la luz de la esperanza que guiará a la humanidad hasta la salida del largo y oscuro túnel que estamos enfrentando actualmente”, dijo. “Mi objetivo es hacer de los juegos un símbolo de la victoria de la humanidad”.
El Dato.290,000 mdd
es el impulso que darían las Olimpiadas a la economía de Japón
El liderazgo de Abe
Los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964 demostraron la recuperación de Japón tras la guerra; los de 2020 debían demostrar su resistencia a la demografía, su relevancia tecnológica y la fortaleza de su gente luego del terremoto de 2011.
Más allá del valor financiero directo para Japón, dice el director ejecutivo de uno de los 15 patrocinadores “de oro” de los juegos, Tokio 2020 fue “un acto nacional de mensajes económicos” que mantuvo los mercados de valores, las empresas y las reformas del país bajo el foco de la inversión internacional durante siete años.
Todo eso se dejó de lado y puso el liderazgo de Abe, quien comprometió al gobierno a un paquete de estímulo “sin precedentes” para hacer frente al virus, bajo un escrutinio aún más intenso. Las principales fuentes de ingresos del COI son los derechos de transmisión global y los acuerdos de patrocinio.
Estos se relacionan con los juegos en sí, por lo que se espera que los contratos se renueven. La organización ganó 5,700 mdd en el “ciclo olímpico” de cuatro años que cubre los Juegos de Invierno de Sochi 2014 y los de Río de Janeiro dos años después.
Los patrocinadores nacionales corren el riesgo de quedar mal si se retiran, especialmente ahora que Abe presentó explícitamente a los juegos de 2021 como un faro de esperanza para la recuperación mundial del coronavirus.
Varios patrocinadores importantes dicen que no existe una cláusula que cubra el aplazamiento del contrato y, por lo tanto, aún no pueden evaluar su situación financiera.
Otros dicen que si les piden más dinero para desplegar los acuerdos de patrocinio el próximo año, no saben si los presupuestos de mercadotecnia serán suficientes. “Nos gustaría continuar con nuestro patrocinio”, dice Takashi Uchida, presidente de Tokyo Gas. “Pero no podemos decir con certeza si lo haremos o no; no tenemos información disponible”.
Por ejemplo, la mayoría de los apartamentos en la Villa Olímpica ya se vendieron y los compradores se mudarían después de los juegos. También se habían reservado cientos de miles de noches en hoteles. El plan era continuar.
El COI dijo que “con más de cuatro meses antes de los juegos no hay necesidad de tomar decisiones drásticas en esta etapa”. En siete días, esa posición se desmoronó. Quedó minada cuando otros organismos deportivos comenzaron a tomar medidas.
Los órganos rectores del fútbol decidieron posponer por un año el Campeonato Europeo y la Copa América. Los atletas olímpicos también comenzaron a hacer públicas sus preocupaciones a medida que se cancelaban los eventos de calificación.
La decisión tenía que ser mutua, dicen expertos legales, porque el acuerdo de la ciudad anfitriona del COI significa que si cualquiera de las partes pospone o cancela unilateralmente los juegos, podría esperar demandas multimillonarias. Pero a medida que aumentaron las críticas, la posición en privado de Bach cambió decididamente a favor del aplazamiento.
Firmes ante la adversidad
El énfasis ahora está en limitar el golpe a la economía japonesa, que parecía haber entrado en recesión incluso antes de que se aplazaran los JO. Durante varios años, Tokio se ha atiborrado de bombo olímpico, reservaciones de hoteles y la anticipación comercial de una nación que, desde que ganó el derecho a organizar los juegos, vio un aumento de 10 millones de turistas por año, hasta los 32 millones de 2019.
Para 2020 se esperaba elevar esa cifra 2 millones más. Y aunque los observadores tienen claro que un aplazamiento es mejor que una cancelación, la mayoría argumenta que es prematuro esperar que los juegos reprogramados para 2021 proporcionen un nuevo impulso económico.
Kiichi Murashima, economista de Japón en Citigroup, dice que se podría perder un gasto estimado de 275,000 millones de yenes por parte de los visitantes que entran al país. Incluso si el impacto macroeconómico de la postergación no resultara tan grande, el daño para algunos sectores podría ser muy severo.
Después de que se pospusieron los juegos, Yasuhiro Yamashita, presidente del Comité Olímpico Japonés, dijo que llegó el momento de “restablecer nuestra mentalidad”. Algunos dudan que sea posible, otros sospechan que Japón y su historia de adaptación constante a los desastres, puede estar en una posición única para hacerlo.