El Banco de Inglaterra proyecta el menor crecimiento de los ingresos laborales reales después de impuestos en más de 70 años, con una caída de 2 por ciento este año y otro medio por ciento en 2023. Estas perspectivas deprimentes reflejan los retos generados por el fuerte aumento de los precios de las importaciones y los riesgos de una inflación más generalizada. Entre las principales economías de altos ingresos, Reino Unido parece estar más afectado. Los riesgos inflacionarios se ven similares a los de Estados Unidos, pero Reino Unido también es un gran importador neto de energía, sobre todo de gas, mientras los precios se han disparado. El gobierno pudo esperar que el debilitamiento de las nubes de la pandemia dejara una economía iluminada por el sol, pero, como es su costumbre, los acontecimientos se interpusieron en el camino. La economía, la gente y el gobierno se enfrentan a tiempos difíciles.
El Informe de Política Monetaria del banco, publicado la semana pasada, señala: “Las presiones inflacionarias globales aumentaron de forma significativa, impulsadas por los fuertes aumentos de los precios de la energía y el impacto al alza del desequilibrio entre la oferta y la demanda de bienes comercializables en sus precios. Sobre una base ponderada por Reino Unido, se espera que la inflación de los precios de las exportaciones mundiales, incluida la energía, haya aumentado hasta 11 por ciento en el cuarto trimestre de 2021”. Reino Unido no puede recuperar el control de la economía mundial. Solo EU generó casi todo el aumento del consumo de bienes entre el grupo de las siete principales economías el año pasado. Eso provocó los cuellos de botella de la oferta.
El banco prevé un pico de inflación de 7.25 por ciento en abril, y tres cuartas partes del aumento entre diciembre y abril se deben al aumento de los precios de la energía y los bienes. Pero tiene un problema aún mayor, que es similar al de EU. El mercado laboral se está calentando. El desempleo ya está por debajo de su tasa de equilibrio, según el banco. De forma menos especulativa, las empresas informan de las dificultades de contratación y del elevado nivel de vacantes. En conjunto, concluye el informe, hay un exceso de demanda en la economía, algo que todavía no es la situación en la zona euro.
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Lo que hace más difícil la situación es que el aumento de los precios de las importaciones, especialmente de la energía, impone una pérdida económica global. Como aprendimos en la década de 1970, esas pérdidas se deben absorber. Si la gente juega a pasar el paquete, insistiendo en que aumenten los sueldos y los salarios para compensar la reducción de los ingresos reales, el resultado será una reducción de las utilidades, que perjudicará a la inversión, o provocará una espiral inflacionaria, algo que perjudicará a casi todo el mundo.
Andrew Bailey, el gobernador del Banco de Inglaterra, comentó la semana pasada que “necesitamos ver una moderación de los aumentos salariales… para superar este problema más rápido”. Este comentario sin duda fue impopular y quizá inútil, pero analíticamente tenía razón. Cuanto más traten los asalariados de restablecer su poder adquisitivo en una economía golpeada por estas pérdidas impuestas desde el exterior, más alta será la inflación y más despiadada la restricción monetaria. El deseo de Boris Johnson de una economía de altos salarios y alto crecimiento es irrelevante. Lo preocupante es que la política monetaria necesaria para frenar los riesgos inflacionarios de segunda ronda termine siendo aún más perjudicial económicamente.
Pero no se trata solo de la política monetaria. Al igual que en EU, aunque de forma diferente, la política fiscal también es relevante. Esto es así en dos sentidos distintos. Una es que solo el gobierno tiene los medios para amortiguar a los más perjudicados contra las pérdidas impuestas por el aumento de los precios. La segunda dimensión es que la postura fiscal general influirá en la demanda global y, por tanto, en lo que el banco tiene que hacer.
En cuanto a la primera, el gobierno introdujo un paquete de medidas para aliviar el aumento de los costos de la energía, con un gasto de 9 mil millones de libras (0.4 por ciento del producto interno bruto) para el próximo año. Las medidas consisten en un descuento de 200 libras en todas las facturas de electricidad a partir de octubre, algo que costará 5 mil 500 millones de libras. Sin embargo, esto solo durará un año y después debe ser devuelto. Si los precios de la energía siguen altos, muchas personas pasaran apuros e incluso se endeuden. Otras 150 libras de ayuda se destinarán a los hogares situados en los cuatro tramos inferiores del impuesto municipal, con un costo de 3 mil 500 millones de libras. Según la Resolution Foundation, incluso después del reembolso de 200 libras, el aumento anual de los precios de la energía (tras el salto del tope de precios en abril) será de 39 por ciento.
Este paquete está mal enfocado. Gran parte del beneficio irá a parar a personas que no necesitan el dinero y un número significativo de personas más pobres no lo recibirán. En general, la carga para los pobres seguirá siendo la más pesada, porque son los que más gastan en energía.
Mientras, el aumento previsto de las cotizaciones a la seguridad social está previsto que siga adelante. Ante argumenté que tanto el propio impuesto como la política de asistencia social que financia son indefendibles. Igual de importante es que este aumento en los impuestos se sumará al impacto del aumento de los precios de la energía y de otros bienes y servicios. Un optimista puede argumentar que esta combinación de golpes a la demanda permitirá al menos que el endurecimiento monetario sea menor de lo que hubiera sido necesario. Un pesimista responderá que este golpe múltiple hará que los trabajadores estén aún más decididos a recuperar sus ingresos reales perdidos mediante el aumento de los salarios.
La alta inflación, los fuertes aumentos de los costos de la energía y el debilitamiento de la economía ya están entre nosotros. El insensato aumento de impuestos que se avecina lo empeorará. El banco prevé un crecimiento de 1.25 por ciento el próximo año y de 1 por ciento en 2024. El gobierno esperaba algo mejor. No se tuvo suerte. Los tiempos tristes de nuevo están aquí.