Los líderes mundiales hicieron muchas promesas audaces —y a menudo piadosas— sobre el cambio climático esta semana mientras se reunían en Davos. Una de las más sugestivos vino de Axel Weber, presidente de UBS, sobre los impuestos al carbono.
Él predijo que las finanzas están al borde de “un gran cambio en la estructura del mercado”, ya que los inversores empiezan a ser conscientes de los riesgos climáticos e incorporan los precios del carbono en sus decisiones de cartera. “El precio del carbono se convertirá en algo parecido a la Libor”, declaró. La Tasa de Oferta interbancaria de Londres —su nombre completo— sirvió como un punto de referencia vital para los mercados de préstamos occidentales durante tres décadas, hasta que las revelaciones en 2012 de que algunos operadores habían manipulado el Libor provocaron una revisión regulatoria.
¿Esta comparación es exagerada? Algunos rivales de UBS piensan que sí. “La analogía no funciona”, resopló un destacado banquero de Wall Street el jueves después de escuchar la predicción de Weber. Indicó que las tasas de Libor se establecen diariamente en función de las estimaciones de los bancos sobre las condiciones del mercado, mientras que un “precio” de carbono sería un concepto impuesto externamente, ideado en gran medida por burócratas.
Además, la historia de los precios del carbono no es una historia feliz. El concepto surgió por primera vez en el siglo anterior, cuando los economistas sugirieron que las compañías y otras instituciones deberían pagar multas por emitir contaminación de carbono, ya sea a una tarifa fija establecida por el gobierno o a un “precio” establecido a través de una licitación de mercado. Se suponía que esto impulsaría a las empresas a reducir sus emisiones.
- Te recomendamos Bancos rechazan romper con firmas contaminantes Financial Times
La Unión Europea y algunos otros lugares ya introdujeron ese tipo de sanciones, en un grado limitado. Pero la tasa actual de adopción global es tan dispareja —y los mecanismos que sustentan estos proyectos a veces tan imperfectos— que los “precios” implícitos existentes para el carbono han tenido hasta el momento un impacto limitado.
Recientemente, el FMI calculó que con la actual mezcolanza mundial de sistemas de fijación de precios del carbono, existe un “precio” global promedio de 2 dólares por tonelada. Pero advirtió que se necesita un precio promedio de 75 dólares por tonelada para alcanzar el objetivo del cambio climático de París de limitar el calentamiento global a menos de 2 grados.
La diferencia es deprimente, pero no significa que la idea esté muerta. Al contrario, el hecho de que se repitió en el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) esta semana muestra un creciente nivel de interés.
Tan solo el miércoles, el príncipe Carlos de Gran Bretaña llamó a los delegados de Davos a respaldar un impuesto al carbono y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, advirtió que la Unión Europea planea introducir aranceles a las importaciones de países sin precios del carbono en un esfuerzo por impulsar una adopción global más amplia.
La administración actual en la Casa Blanca se burla de esto y lo llama “proteccionismo”. Pero algunas luminarias republicanas de EU, entre ellas Hank Paulson y George Shultz, están pidiendo un impuesto al carbono, aunque renombrado como “dividendo de carbono” para atraer a los votantes. Las compañías petroleras, entre ellas BP, ExxonMobil y Total, respaldan esta iniciativa.
Esto no garantiza que el mundo prestará atención a la petición del príncipe Carlos en el corto plazo, de una manera sensata o globalmente coherente. Pero hablar sobre un impuesto al carbono ayuda a aclarar a las empresas los costos inminentes para ellos si los gobiernos toman en serio el cambio climático. Esta semana, Refinitiv calculó que si los responsables globales de la formulación de políticas imponen un precio de carbono de 75 dólares por tonelada en el futuro, crearía un impacto de 4 billones de dólares para las empresas. Ese número aterrador se puede tomar en cuenta en modelos para valorar activos.
Discutir los precios del carbono ahora tiene un segundo beneficio: nos ayuda a pensar en las transferencias financieras que podrían o deberían usarse para ayudar a poblaciones específicas o países enteros a adaptarse a un desastre climático. Cuando los economistas esbozan esquemas para los impuestos sobre el carbono, generalmente asumen que el efectivo recibido será redistribuido. Establecer un precio facilitará hacer los modelos de los futuros escenarios económicos y ayudaría a los políticos a comunicar a los votantes las opciones que se avecinan mucho antes de que se implemente un sistema de impuestos al carbono.
Estos modelos no equivalen a nada tan preciso (o con una aceptación tan generalizada) como una tasa de referencia de la Libor. En ese sentido, entonces, la audaz predicción de Weber todavía parece inversosímil. Pero por lo menos, los eventos de esta semana demostraron que el debate en las empresas sobre el cambio climático está avanzando más rápido de lo que cualquiera podría haber predicho hace un año.
Tarde o temprano alguien tendrá que idear referencias creíbles para anclar los productos financieros verdes. Al faltar alternativas, un precio imperfecto del carbono es probablemente la opción menos mala. Esperemos que resulte ser menos escandaloso que la Libor.
CLAVES
CAMBIOS A LA VISTA
Alex Weber, presidente de UBS predijo que las finanzas están al borde de un gran cambio en la estructura de mercado, pues los inversores empiezan a ser conscientes del cambio climático y a incorporar los precios del carbono en sus decisiones económicas.
TARIFA
El precio del carbono es un concepto impuesto externamente que ha sido ideado en gran medida por burócratas, incluso el Banco Mundial indica que existe una alianza de líderes de diferentes naciones que se reúne para desarrollar políticas de fijación de dicho precio.
HISTORIA
El concepto surgió por primera vez en el siglo XX, cuando los economistas sugirieron que las compañías y otras instituciones deberían pagar multas por emitir contaminación de carbono.
IMPACTO LIMITADO
La tasa actual de adopción global es tan dispareja que los “precios” implícitos existentes para el carbono han tenido hasta el momento un impacto limitado.