Tres lecciones que nos dejó la crisis portuaria de EU

Existe una enorme brecha entre las utilidades de las grandes navieras globales y los salarios de los trabajadores

La Casa Blanca tuvo éxito en desactivar la huelga. AP
Rana Foroohar
Nueva York /

Solo quedan dos semanas antes de las elecciones estadunidenses, y la mayor parte de lo que leerán en la cobertura política será sobre el tic tac de las campañas. Así que, como una última mirada retrospectiva a la administración Biden y lo que ha significado para Estados Unidos, me gustaría enfocarme en la reciente huelga portuaria y cómo la Casa Blanca tuvo éxito para desactivarla.

La historia básica es que el Consejo Económico Nacional (NEC, por su sigla en inglés) y su Grupo de Trabajo de la Cadena de Suministro, que responde directo al presidente, comenzaron a negociar con todos los participantes en la huelga —puertos, terminales, gigantes navieros multinacionales, sindicatos y funcionarios locales— en mayo, cuatro meses completos antes de que el contrato de los miembros de la Asociación Internacional de Estibadores (ILA) expirara el 30 de septiembre. La primera tarea consistía en tratar de mitigar los efectos de la huelga en la costa este, donde atracan la mitad de las importaciones y exportaciones estadunidenses. En ese sentido, la Casa Blanca involucró a los minoristas, que comenzaron a redirigir los envíos a la costa oeste y a través de otros canales menos propensos a verse afectados por el paro. Este esfuerzo, que implicó aprender de la pandemia y del colapso del puente de Baltimore, es una de las razones por las que no vimos un mayor impacto en la oferta debido a la huelga.

Pero los esfuerzos se intensificaron cuando los funcionarios de NEC comenzaron a investigar los detalles del conflicto y, en particular, los balances de los gigantes navieros globales. Como me dijo un funcionario de la administración: “Cuando comenzamos a analizar esta industria y sus utilidades, fue sorprendente cómo eran mucho más altos los márgenes de lo que la oferta y la demanda básicas dictaban que debían ser”.

A continuación, un vistazo rápido a lo enormemente ricas que han sido las utilidades de las principales compañías navieras globales, en relación con los salarios de los trabajadores portuarios.

Entre 2015 y 2023, los miembros de la United States Maritime Alliance (USMX), que representa a las compañías navieras de propiedad extranjera, informaron utilidades que aumentaron al menos 350 por ciento. Comparemos esto con los salarios de los trabajadores estadunidenses, que subieron 42 por ciento, y los sueldos de los sindicalizados de ILA, que crecieron solo 15 por ciento.

Los mayores grupos de propiedad extranjera en particular, de los cuales varios de sus ejecutivos forman parte del consejo de administración de USMX, recaudaron cientos de miles de millones en utilidades y transmitieron ganancias récord a los accionistas. Maersk pagó más de 10 mil millones de dólares en dividendos a los accionistas en 2023 y más de 6 mil millones en 2022, mientras que Hapag-Lloyd pagó 11 mil millones de euros en 2023 y más de 6 mil millones en 2022.

Y muchos de los directores ejecutivos y sus familias se encuentran entre las personas más ricas del mundo. La familia Aponte, propietaria de Mediterranean Shipping Company, ganó decenas de miles de millones durante la pandemia y se convirtió en la familia más rica de Suiza, con estimaciones de que el patrimonio neto de la familia aumentó hasta los 100 mil millones de dólares.

El Grupo MSC, tal vez accidentalmente, reveló por primera vez su desempeño financiero. Según se informa, el holding de la compañía naviera más grande del mundo obtuvo 38 mil 400 millones de dólares en utilidades. La familia Saade, propietaria mayoritaria de la francesa CMA CGM, recibió una ganancia inesperada de miles de millones de dólares gracias a las utilidades récord de la compañía durante la pandemia. Los hermanos Chang, de Evergreen, tenían un patrimonio neto combinado de 4 mil 100 millones de dólares en mayor, según Forbes.

El desequilibrio entre el capital y la fuerza laboral es un tema que apasiona al presidente. Por eso, cuatro días antes de la fecha límite del 30 de septiembre dejó en claro que no había forma de que la administración invocara la ley Taft-Hartley, que permite al gobierno romper la huelga. En cambio, ordenó a las partes a sentarse a la mesa, y los altos funcionarios de la Casa Blanca hablaron con las empresas una por una, dejando en claro que un enorme timo de utilidades en medio de una pandemia mientras se negaban a pagar más dinero por la mano de obra no era una buena imagen.

Y funcionó. Como me dijo un funcionario de la administración, “(los gigantes del transporte marítimo) sin duda no querían que se los culpara por una crisis del lado de la oferta en la economía estadunidense”. Supongo que tampoco estaban tan entusiasmados con la posibilidad de que un evento así marcara el comienzo de Trump 2.0.

Casi nadie en la prensa se ha enfocado en este tema, tal vez porque se trata de los esfuerzos de Joe Biden  en lugar de Donald Trump o Kamala Harris. Pero las lecciones de la huelga portuaria y su resolución son importantes para los líderes políticos y empresariales de cara al futuro. A continuación presento un resumen de las tres conclusiones principales.

1. Los funcionarios estadunidenses van a denunciar para avergonzar ahora la grotesca especulación corporativa por parte de las multinacionales. Es de esperar que esto aumente de forma drástica (y, debo admitirlo, irónicamente) si Trump es elegido, pero sospecho que Harris hará algo de lo mismo.

2. El gobierno federal ahora participa en la configuración preventiva del mercado en beneficio del interés público. Esto encaja con la era posneoliberal que inauguró Biden, que, como describo en mi columna de hoy, en realidad nos lleva de vuelta a las verdaderas raíces de los acuerdos de Bretton Woods, que fueron diluidos por los grandes intereses corporativos durante las últimas décadas.

3. Los trabajadores están ejerciendo más presión sobre las empresas no solo en relación con los salarios y las prestaciones, sino también con la tecnología. Esta huelga portuaria se produjo después de otros paros laborales, como los de Hollywood el año pasado, que tenían que ver con cómo y si las empresas pueden reemplazar a los trabajadores con tecnología. Pensemos que la razón por la que hemos llegado a este momento político es que entre 8 y 12 por ciento de la fuerza laboral industrial de los países ricos se vio afectada por China y la tecnología. Estamos a punto de ver cómo la inteligencia artificial, la automatización y otras herramientas industriales avanzadas se convierten en la conmoción china 2.0. La forma en que las empresas y los gobiernos afronten esto será una cuestión de vida o muerte para la democracia.

Peter, ¿qué opinas de las huelgas portuarias? ¿Añadirías alguna lección a mi lista?

Lecturas recomendadas

-No se pierdan el fantástico artículo de Zephyr Teachout en The New York Review of Books sobre por qué Harris no debe desvincularse de la posición de la administración Biden sobre el comercio. Esta es su vulnerabilidad crucial, pero aún hay tiempo para solucionarla.

-Muchas cosas excelentes en Financial Times esta semana, incluido mi colega Ed Luce sobre los posibles resultados de las elecciones estadunidenses y Martin Wolf sobre si (y cómo) China puede curar sus dolencias económicas.

-También en Financial Times, mi colega Sujeet Indap hace un análisis incisivo sobre cómo los paquetes de compensación desmesurados de los abogados pueden estar empujando a todo el sistema de justicia en la dirección equivocada: Y Elaine Moore analiza por qué los tech bros quieren tantos hijos. Respuesta: los amos del universo creen que su material genético “superior” debe difundirse ampliamente. Temo que el narcisismo también lo haga.

-Por lo demás, he estado investigando algunos libros nuevos e interesantes, incluido The Unaccountability Machine, de Dan Davies, sobre por qué más grande no es mejor cuando se trata de sistemas complejos. También estoy leyendo el fascinante relato de la historiadora británica Hannah Durkin sobre lo supervivientes de la Clotilda, que fue el último barco de esclavos que entró en Estados Unidos. La mera cercanía temporal de este acontecimiento (1860, cinco décadas después de que se suponía que se había abolido el tráfico de esclavos, aunque no la esclavitud en sí) hará reflexionar.


Peter Spiegel responde

Rana, has escrito extensamente acerca de la extraña economía de la industria del transporte marítimo internacional, así que no se me ocurriría desafiarte en tu análisis y conclusiones. Sería, en palabras de Walter Winchell, una batalla de ingenio con uno desarmado.

Pero creo que vale la pena considerar tu relato de la participación activa de la administración Biden en la disputa —y su postura a favor del sindicato en la huelga— por otra razón. Biden ha caracterizado su presidencia como la más prosindical en la historia moderna. No solo se puso del lado del sindicato de estibadores en las huelgas portuarias, también se unió al famoso plantón con el sindicato de United Auto Workers el año pasado en su paro laboral contra los principales grupos automotrices estadunidenses.

Esa defensa presidencial ha coincidido (o, algunos dirían, ha desatado) uno de los periodos más turbulentos de malestar de la fuerza laboral en la historia reciente. Según el Departamento de Trabajo, en 2023 hubo 35 paros laborales importantes que afectaron a 460 mil trabajadores. Se trata del segundo mayor número en EU desde la década de 1980.

Además de las huelgas de los estibadores y de la UAW, Boeing está intentando resolver un paro laboral de un mes de sus maquinistas; los guionistas y actores de Hollywood hicieron paro contra los principales estudios cinematográficos, y Starbucks y Amazon intentan defenderse de los esfuerzos por organizar a su personal y mano de obra. La Junta Nacional de Relaciones Laborales recién anunció que había recibido 3 mil 286 peticiones para organizarse en los últimos 12 meses, una cantidad que es más del doble de la que había cuando Biden asumió el cargo.

Aparte de los méritos de estas acciones, existen importantes ramificaciones políticas, de las cuales, aparentemente, ninguna ha sido beneficiosa para Biden y su posible sucesora, Kamala Harris.

La primera consecuencia de la defensa de los derechos laborales de Biden es que se ha añadido a la lista de particularidades que esgrimen los líderes empresariales cuando argumentan que esta Casa Blanca es antiempresarial. Además de las agresivas políticas antimonopolio de la Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia, así como de la regulación y aplicación activas de la ley en la Comisión de Bolsa y Valores, la postura a favor de los sindicatos de Biden es una de las quejas más frecuentes que escucho de los líderes empresariales. Creo que esa es la razón por la que no se ve el tipo de apoyo empresarial que recibieron Barack Obama y Bill Clinton por sus candidaturas.

La segunda consecuencia de la postura de Biden es un reflejo distorsionado de la primera: a pesar del enojo empresarial por la defensa del presidente, los demócratas no han visto un aumento real en el apoyo de los miembros sindicales. El presidente de los Teamsters, Sean O’Brien, habló en la convención republicana en Milwaukee a principios de este año, y su sindicato no respaldó a nadie para presidente, la primera vez que el grupo no respalda a un demócrata en casi 30 años. Y las encuestas muestran que apenas la mitad de los miembros sindicales apoyan a Harris.

Esta no es una buena noticia para Kamala, sobre todo en los estados en disputa con gran presencia sindical en el Medio Oeste industrial. Entonces, Rana, a pesar de lo que argumentas de que son importantes méritos económicos de la intervención de Biden en la huelga portuaria, no creo que vea ningún beneficio político de su intervención. Los miembros del sindicato parecen estar agradeciéndole su apoyo a Donald Trump.


Sus comentarios

Y ahora una palabra de nuestros lectores de Swamp Notes

En respuesta a: “Mi esposa y yo tuvimos la buena suerte de visitar Berlín hace varios años y poder ver al embajador Eizenstat hablar sobre las reparaciones del Holocausto y presentar a la audiencia a un sobreviviente del Holocausto que también dio una charla fascinante. Lo que más me impresionó fue cómo Eizenstat puso el remordimiento de Alemania (por supuesto, como vemos hoy, no es universal allí) y las reparaciones en contexto dado el titubeo de muchos otros países. Estaba dando crédito a quien se lo merecía, a pesar de que sin duda creció como yo con una fuerte aversión hacia el país.
Además, también señalaría que a muchos en generaciones anteriores de diplomáticos del Departamento de Estado de EU (y tal vez todavía) no solo no les importaba mucho lo que les sucedía a los judíos, sino que tampoco contratarían a un judío para el departamento si finalmente no se vieran obligados a hacerlo. Afortunadamente, las cosas han mejorado en el Departamento de Estado a lo largo de los años, y Eizenstat es una razón clave para eso”. -Rick Soloway.
Financial Times Limited. Declaimer 2021


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