Una política exterior estadunidense para la clase media

La participación de Biden en el G7 revela los retos y perfiles de sus planes de nuevo orden económico

Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden (Reuters)
Rana Foroohar
Londres /

Lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para el mundo. Ese es el mensaje que EU intentaba vender en la reunión del G7 en Hiroshima. La administración Biden recién fue acusada, tanto por aliados como por adversarios, de poner a la nación en primer lugar, o incluso como el único, en algunas de sus políticas económicas. Pero en Japón, el equipo estadunidense trató de conectar los puntos entre sus estrategias económicas nacionales basadas en las personas y los lugares y su nuevo enfoque de la política exterior.

El asesor de seguridad nacional de Joe Biden, Jake Sullivan, hace poco pronunció un discurso en el que dijo que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) por sí mismo no es suficiente: debe ser sostenible y equitativo. Este es el reto de las próximas décadas y un claro alejamiento del modelo tradicional del consenso de Washington, que se enfocaba en el crecimiento ilimitado a través de la desregulación y la liberalización del comercio.

Después de conseguir que los europeos, los canadienses y los japoneses se sumaran a los esfuerzos por compartir una cadena de suministro de energía limpia antes del G7, la administración aprovechó su estancia en Japón para avanzar en los detalles de lo que puede ser una política industrial liderada por EU en torno al clima, en especial en el sur global. Esto también es nuevo: el consenso de Washington consistía en entregar al mundo un libro de tácticas de crecimiento único. El mundo actual es mucho más multipolar, una realidad que EU debe reconocer y a la que debe adaptarse en su intento de incorporar una mayor coalición de naciones a un nuevo orden económico, aunque sea uno que todavía no cuenta con una teoría unificada.

Sin embargo, algunos principios empiezan a tomar forma, sobre todo el de que se debe incentivar a los mercados mundiales de nuevas formas para dar prioridad no spñp al planeta, sino también a sus habitantes o, más en concreto, a sus trabajadores. Uno de los principales problemas del antiguo sistema de globalización era que sistemáticamente le daba prioridad al capital sobre la fuerza laboral. Esto puede dar lugar a un fuerte crecimiento, aunque no siempre, pero sin duda tiene como resultado un mayor financiamiento y fragilidad financiera (medida por el creciente número de crisis económicas).

También conduce a un aumento de la desigualdad a medida que la riqueza se concentra en unos cuantos lugares. Uno de los principales objetivos de Biden en su país ha sido luchar contra esto. En un discurso que pronunció en 2021, expuso un nuevo enfoque de la política nacional de competencia, diseñado para dar prioridad a los trabajadores. Este enfoque también se puso de manifiesto en el G7, con la promesa de luchar contra la “coerción económica”, ya sea que venga de las empresas o de los Estados.

Los objetivos inmediatos en este frente son la forma como Rusia utiliza como armas las materias primas y el mercantilismo chino, pero el objetivo final es evitar los cuellos de botella económicos dondequiera que se produzcan. Esto se basa en el impulso a la resiliencia por encima de la “eficiencia”, que no tiene tanto que ver con la “desvinculación” con China como con la “reducción de riesgos” en muchos mercados. Al enmarcar una nueva política comercial y exterior no en torno al conflicto entre Estados Unidos y China, sino en términos de limitar las peligrosas concentraciones de poder en cualquier nación o empresa, la administración espera abordar múltiples problemas a la vez --subsidios estatales desleales, problemas de monopolio en el país y en el extranjero y preocupaciones de seguridad nacional-- sin desatar una nueva guerra.

Esto significa crear más redundancia en las cadenas de suministro que tengan el potencial de que las conviertan en armas. También trabajar con nuevos socios del sur global para crear suministros más sólidos de materias primas como los minerales de tierras raras. Este tema también fue objeto de debate en la cumbre, en la que EU intentó demostrar que el friendshoring (la deslocalización de la producción o de las cadenas de suministro a países amigos o aliados) no es algo que tenga que solo se tenga que hacer con la Unión Europea, Japón, Canadá y Australia.

La reducción de riesgos es un mensaje al que las naciones del G7, y de hecho muchas otras, están respondiendo. Nadie quiere vivir en un mundo en el que un autócrata pueda apagar el suministro de cereales o gas a Europa, o en el que el abasto mundial de semiconductores de alta gama se pueda restringir mediante el bloqueo de una sola isla. Esa es la razón de los esfuerzos por trabajar con Europa, Japón, Corea, Taiwán e India para coordinar nuevos incentivos a los semiconductores, subsidiando más chips en todas partes.

Pero encontrar los parámetros y las instituciones para este nuevo mundo, y averiguar cómo incentivar de mejor manera el crecimiento sostenible y equitativo será un proceso largo y difícil. Aunque EU está dispuesto a poner sobre la mesa cuestiones como la reforma del Banco Mundial, no ha dedicado tanto tiempo a la cuestión más importante y urgente de cómo reformar la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y las tensiones se mantienen. En el comunicado del G7 se deja en claro el deseo de luchar contra cualquier “política y práctica que no tome en cuenta al mercado”, lo que para Estados Unidos incluye las de China que afectan de manera negativa a los trabajadores o al medio ambiente, y limitan el acceso a tecnologías que comprometen la seguridad nacional.

Aun así, Biden al final ofreció al mundo un argumento más claro sobre por qué los programas económicos nacionales emblemáticos, como la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por su sigla en inglés), la Ley de Chips y la asignación de más dinero a infraestructuras vinculadas a estándares laborales y ambientales estrictos, no tienen que ver con el nacionalismo, sino con un nuevo enfoque del crecimiento tanto nacional como mundial. “El presidente cree que un enfoque de abajo hacia arriba, o intermedio, centrado en la resiliencia, la sostenibilidad y el empoderamiento de los trabajadores es lo mejor para Estados Unidos y para el mundo”, dijo Mike Pyle, asesor adjunto de Seguridad Nacional.

Ya sea que se le llame una política exterior para la clase media o de una nueva política industrial global, lo cierto es que es muy diferente de la estrategia de “el mercado sabe más” que Estados Unidos ha seguido en su país y en el extranjero durante las últimas décadas.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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