Gamés aún se siente muy enero. Gil leía la edición en español del New York Times y en especial un ensayo de de John R. Bolton, el asesor de seguridad nacional de mayor duración del primer gobierno de Trump y fiscal general adjunto de la división civil del Departamento de Justicia en el gobierno de Reagan. Bolton terminó renunciando ante las locuras de Trump. Acá vamos:
Este lunes hace cuatro años, Donald Trump presionó a Mike Pence para que siguiera una interpretación surrealista del papel constitucional del vicepresidente en el recuento de los votos del Colegio Electoral. Pence se negó, desatando la furia de Trump por no subordinar los principios filosóficos o constitucionales al servicio de su presidente, mostrando así “deslealtad”. Así terminó la utilidad de Pence para el mundo de Trump, aunque fue un final honorable para Pence.
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Ahora Trump está seleccionando al personal clave para su segundo mandato. Aunque los posibles designados varían en filosofía, competencia y carácter, desafortunadamente un requisito es constante: la probabilidad de que ejecuten las órdenes de Trump sin observar las normas y estándares de un gobierno eficaz, o quizá incluso sin cumplir con la legalidad.
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En efecto, Trump, cuya comprensión de la Constitución es imperfecta, en realidad quiere que sus designados muestren vasallaje, un concepto medieval que no implica mera lealtad, sino sumisión. Reprender y degradar a los funcionarios del gabinete ante sus colegas, como hizo con el fiscal general Jeff Sessions y la secretaria de Seguridad Nacional Kirstjen Nielsen, entre otros, y luego mantenerlos en sus cargos es inquietante pero típico de Trump. En la coronación del rey Carlos de Inglaterra en 2023, el príncipe Guillermo prometió que sería “vasallo de vida o muerte” de su padre. Eso es vasallaje, afirmado públicamente, el tipo de vínculo personalista que Trump espera que eluda las obligaciones constitucionales.
Esto es indiscutiblemente perjudicial para una sociedad libre, pero es un hábito bien establecido de Trump. Ni a reyes ni a presidentes, ni a sus países, les sirve rodearse de aduladores y oportunistas. Los presidentes verdaderamente fuertes no temen a los asesores con opiniones firmes.
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¿Cómo funciona el vasallaje en el cargo? Esta es la verdadera prueba de la integridad personal de los designados, que demuestra si su lealtad es con la Constitución o con Trump. En el Departamento de Defensa, por ejemplo, donde los oficiales militares están obligados a no seguir órdenes ilegales, ¿qué ocurre si Trump ordena un despliegue nacional que viola la Ley Posse Comitatus? ¿Pete Hegseth, a quien Trump ha elegido como secretario de Defensa, rescindiría la orden o se limitará a transmitirla a los servicios armados? ¿Objetarán los oficiales uniformados, tal vez asesorados por abogados del gobierno? ¿Hasta dónde podría extenderse este caos en la cadena de mando, y qué daños duraderos podría causar?
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Órdenes ilegales análogas podrían causar crisis significativas en la comunidad de inteligencia, considerada por muchos, entre ellos Trump, el corazón oscuro del Estado profundo. Pero los departamentos y agencias federales que corren mayor riesgo son los encargados de hacer cumplir la ley, especialmente el Departamento de Justicia. Si Trump ordena que su elección para fiscal general, Pam Bondi, procese a Liz Cheney por posiblemente instigar para que se cometa perjurio ante la comisión de la Cámara de Representantes del 6 de enero, ¿qué hará Bondi? Podría decir que no está prohibido que los miembros del Congreso animen a los testigos a decir la verdad en las audiencias legislativas y que no hay pruebas de que Cassidy Hutchinson u otros testigos cometieran perjurio.
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Como resultado, podría haber un Departamento de Justicia en crisis continua. Sin embargo, pase lo que pase allí y en otros organismos, creo que el poder judicial federal, incluida la Corte Suprema bajo el presidente de la Corte, John Roberts, y especialmente los tribunales de primera instancia, no tolerarán durante mucho tiempo el tipo de procesamientos malintencionados que Trump está considerando en su campaña de represalias.
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Las personas designadas por Trump deben tener muy en cuenta la pericia del presidente electo para eludir las consecuen-
cias de sus actos, mientras que sus leales partidarios no suelen hacerlo. Que se lo pregunten a Michael Cohen y a Rudy Giuliani.
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras se acerca el mesero con la charola que sostiene el vodka Grey Goose para fabricar Gansos Salvajes, Gamés pondrá a circular la frase de Alfred de Musset por el mantel tan blanco: “¡Ah, el odio!, ¡el odio! La única pasión que sobrevive a la esperanza”.
Gil s’en va