A falta de un anuncio oficial al momento de escribir esta columna, se da por un hecho que el delantero griego Georgios Giakoumakis, dejaría al Cruz Azul para ir cedido por un año, con opción de compra, al PAOK de Salónica de la Liga de su país.
Se tardó el equipo dirigido por Nicolás Larcamón, pero al parecer encontró la fórmula menos dañina para deshacerse de un jugador, que no entró ya en planes, pero que hace un año llegó como un gran refuerzo proveniente de la MLS y al cual le quedan tres años más de contrato.
Este caso se ha vuelto relevante debido a lo que en los últimos días provocó la revelación “periodística” de su contrato: debates encendidos en los medios de información deportiva centrados en lo que se consideró el alto valor de su fichaje y en el cobro de supuestas comisiones indebidas de directivos y promotores involucrados en su llegada a la Liga Mx.
La realidad es que lo que ilustra el caso Giakoumakis no es algo a lo que escape ningún equipo de futbol profesional. Ni en México, ni en el mundo. Me refiero en primerísimo lugar al riesgo que implica adquirir la carta de transferencia de un futbolista cotizado (natural o artificialmente) y que luego, por la razón que usted quiera, termine con su valor de mercado derruido. Eso pasó con el griego. Llegó generando ilusión, mostró potencial y talento y luego, entre lesiones musculares reiteradas y otras cosas que no quedaron claras, se convirtió en un lastre.
Cada temporada, insisto, se pueden documentar infinidad de historias de este tipo, en la Liga que usted quiera seleccionar.
Pasa también el fenómeno contrario: jugadores con bajo valor de mercado que en un torneo o dos se cotizan al alza, en valores que nunca se imaginó que lograrían.
Por esto vuelvo sobre el tema del que ya hablé en mi anterior columna en este espacio. Las filtraciones interesadas de personajes interesados, no deberían de ser tomadas en automático para su publicación por periodistas que se consideren serios.