Subrayo en un libro esta máxima de Bertrand Rusell: Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar. Dificilísimo: un día puedes caer en cuenta de que quemaste los puentes que debiste cruzar, te quedaste en la otra orilla y del otro lado están tus sueños, los quemaste.
Siempre me negué al psicoanálisis práctico, pero un día di mi brazo a torcer y entré al análisis vía zoom. La analista:
—Deme noticias de la calle —le he contado de mis caminatas.
—Estuve en el Parque España. Todas las casas que rodean el parque fueron de la familia —le digo—. Sigo: yo nací ya sin dinero, pero mi hermano y mis hermanas mayores cayeron de la riqueza al abismo de la pérdida.
—¿Y usted se pasa la vida tratando de recuperar aquella pérdida originaria?
—Sí, tal vez he querido salvarlos, sobre todo a mis padres, pero nadie salva a nadie. Primero tenemos que salvarnos de nosotros mismos.
—Usted quiere salvar a todos. Se siente omnipotente.
—Usted confunde omnipotencia con solidaridad —la provoqué.
Como otras veces me contiene con un frase:
—No me vaya a dar un discurso, Rafael.
—No doy discursos, de acuerdo —me venzo a mí mismo.
Cuando salí del zoom y apagué la pantalla, me pregunté si no había soñado todo este intercambio. Recordé el seminario que un viejo amigo y yo hacíamos con mi hermano mayor, conocedor del psicoanálisis.
Busqué mi viejo cuaderno de notas: Freud dijo que el sueño es la liberación del espíritu de la presión de la naturaleza externa, un desprendimiento del alma de las cadenas de la materia. Los sueños siempre han representado un enigma para los seres humanos y han estado presentes en prácticamente todas las obras artísticas a lo largo de la humanidad.
El gran descubrimiento del psicoanálisis para Freud fue, sin duda, la interpretación de los sueños, éste era su orgullo intelectual. Para él los sueños eran el camino ideal para contactar con todos los afectos e ideas que permanecían fuera de la conciencia.
Fui muy feliz en ese largo seminario. No debí quemar ese puente. En cambio crucé el otro, el de la empresa cultural, el gasto, la inversión, la utilidad, las acciones, el dinero. La analista dio en el clavo ardiente: salvar en mí al empresario que mi padre no pudo ser cuando se desbarrancó con sus sueños de grandeza. Atravieso un puente, no sé a dónde lleva.