De Mario Ismael Zambada García dicen que es el dios de la droga, que controla cada gramo y cada dólar; que traficó armas a Nicaragua para la CIA; que su imperio lo construyó en Los Ángeles; que es un ranchero desconfiado y manipulador, con oídos y ojos hasta por debajo de las piedras; que hasta antes de esconderse en Durango solía vivir en uno de sus ranchos, rumbo a El Salado, Sinaloa, donde tomaba cervezas Pacífico bien frías; que es informante de la DEA; que García Luna lo dejó libre; que financió campañas presidenciales; o que la diabetes y el cáncer lo están matando. Incluso ahora no hay una versión fiable de cómo ha terminado en la cárcel. Parafraseando a Juan Villoro, los narcos no tienen currículum, apenas leyendas.
El hombre de los alias y los nombres falsos
UNO. Un aeropuerto, dos traficantes y dos hipótesis. La primera, que Mario Ismael Zambada García y Joaquín Guzmán López, el hijo de su compadre El Chapo, se han entregado a una de las agencias estadounidenses. La segunda, que el chamaco ha engañado al viejo traficante y este ha sido secuestrado en Culiacán. Después, o mejor antes, rebobinando, el piloto del avión King Air da marcha atrás con la torpeza que se adquiere cuando el tiempo gira. La aeronave se desprende de la pista del aeropuerto de Santa Teresa, en Texas, y vuela a la inversa porque esta historia arranca en el pasado.
DOS. El Mayo, El Padrino, La Cocina, El Señor del Sombrero, El MZ, La Señora, El Quinto Mes. Son algunos de los alias que le han endilgado al principal distribuidor de drogas en México, el que tiene más de diez fechas de nacimiento y, por lo menos, cinco nombres falsos. Hasta hoy se desconoce si su edad es de 76 años.
De su padre tampoco se conoce mucho: dicen que es comerciante, que es campesino, también existe la versión de que es un cubano en el exilio. De lo que no hay falla es de que nace en El Álamo, un ejido a 17 kilómetros al sur de Culiacán; que su madre es maestra; que es el quinto de seis hijos (tres mujeres y tres hombres); que el apodo de El Mayo deriva del diminutivo de su primer nombre; y que estudia la primaria en una escuela de la colonia Rafael Buelna, adonde se muda su familia a mediados de los años cincuenta, según información del semanario Ríodoce.
Cuando Zambada es adolescente, su padre fallece. Esto lo obliga a cambiar la escuela por los campos de caña. Conoce a Rosario Niebla Cardoza, Chayito, tres años mayor que él. Dejan de verse mientras él se emplea como chofer de un ingenio azucarero. Pero al cumplir los 17, la secuestra y se casa con ella. Luego vinieron los hijos: Vicente Zambada Niebla El Vicentillo (1975), además de María Teresa, Miriam Patricia (1971), Mónica del Rosario (1980) y Modesta (1982).
Por esta época, algunos relatos lo relacionan con dos importantes traficantes de heroína y mariguana: Lamberto Quintero y José Inés Calderón, ambos parientes de Rafael Caro Quintero y conocidos del entonces gobernador sinaloense Leopoldo Sánchez Celis, uno de varios narco-políticos que identifican académicos como Luis Astorga. Sin embargo, el historiador Frederick Venables ubica al traficante cubano Antonio Cruz Vázquez como mentor de El Mayo.
‘El Mayo’ conoce a los caciques de la heroína
TRES. Un excapitán de la policía cubana y espía de la tenebrosa CIA, Cruz Vázquez vive a finales de los sesenta en Nueva York con un certificado falso de nacimiento. Por eso no lo arrestan: lo atrapan por pelearse, luego por vender droga y, en 1970, por traer 270 kilos de mariguana. Aunque Cruz es condenado a cinco años de prisión, lo liberan antes, en 1973, “por buena conducta” y por “inestabilidad emocional”.
Entonces se traslada a Culiacán, donde conoce a los caciques de la heroína. Con la familia Zambada no solo lo ata una relación económica: se casa con Modesta, la hermana mayor de El Mayo. Es así como el todavía joven Ismael empieza a realizar tareas para su cuñado: “empaquetar la heroína marrón en maletas” y “ocultar la droga en los neumáticos de los automóviles”, de acuerdo con Venables. El arresto en 1976 de Alberto Sicilia Falcón, otro traficante cubano, ayudará a que Zambada y su cuñado cubran ese hueco en la maquinaria del tráfico que, ya desde entonces, manejan políticos, militares y policías, en complicidad con autoridades estadounidenses.
El 30 de septiembre de 1976, el ejército mexicano, con financiamiento gringo, lanza oficialmente la Operación Cóndor, que era más una campaña simulada contra la siembra de amapola y mariguana en el famoso Triángulo Dorado, la sierra que comparten Chihuahua, Sinaloa y Durango. A diferencia de los anteriores operativos fallidos —Plan Cóndor (1975) y Plan Canador (1976)— esta vez muchos traficantes abandonan el nido. Pero Zambada y Cruz deciden quedarse.
El narcocorrido que no quiere escuchar García Luna
CUATRO. La versión oficial relata que el 9 de septiembre de 2009 (09/09/09), al mediodía, un pastor evangelista boliviano, José Marc Flores Pereira secuestró el vuelo 576 de Aeroméxico que despegó de Cancún, para alertar al país de un terremoto. Se valió de una ‘bomba’ fabricada con dos latas, tierra y luces navideñas, consignó Genaro García Luna, entonces secretario federal de Seguridad Pública en tiempos de Felipe Calderón y principal actor en el supuesto rescate de pasajeros, hoy preso en una cárcel en Estados Unidos.
Sin embargo, Cachuy Rubio, un cantante sinaloense de narcocorridos, me cuenta un relato paralelo que contradice a García Luna. En realidad, en ese avión que aterrizó en la Ciudad de México viajaba El Mayo y pretendían arrestarlo. “En ese tiempo una gente que trabajaba con el ‘señor’ [Zambada] me entregó un corrido para que lo grabáramos en el estudio. Se llama Se quedaron con las ganas”, cuenta Rubio por WhatsApp.
“Me dijo que estaba autorizado por el ‘señor’, que se lo quería regalar y pues se lo grabamos”. Rubio le metió música, le añadió un puño de heroísmo e incluyó el tema en uno de sus discos. “La letra es muy directa: por un informante, García Luna supo que ‘el señor’ viajaba en ese avión y quiso detenerlo para lucirse”, asegura. “Pero el señor hizo unas llamadas y García Luna tuvo que soltarlo en contra de su voluntad”. Las autoridades estadounidenses ofrecían entonces una recompensa de 10 millones de dólares por su cabeza.
“Era un mega operativo instalado por la Sedena,
700 elementos en esa terminal aérea,
Por el informe de un dedo que quiso ganarse una feria.
El informe era correcto, un hombre de cincuentaitantos
Y de señas muy notorias, blanco y muy bien conservado,
Que era el jefe de jefes con el apodo del Mayo.
Ya la daba por un hecho Genaro García Luna,
Se repartieron el queso antes de ordeñar la vaca,
Devolvieron los ascensos, se quedaron con las ganas”.
Flores Pereira fue declarado inimputable por “salud mental”. Pero quedó libre en 2014 y ofreció entrevistas para hablar del fin del mundo. No se ha sabido más de él.
Así inicia la leyenda del dios de la droga
CINCO. Zambada se muda a Los Ángeles en 1977, al parecer su cuñado Cruz lo recluta para que opere la red de tráfico de heroína. Es decir: para que envíe por aire ‘el producto’ a Tucson y para que almacene ‘la chiva’ en Las Vegas, antes de venderla en Nueva York y Nueva Jersey. Estaba en Los Ángeles cuando se entera del asesinato del traficante Pedro Avilés, por órdenes de la DEA, la agencia pensada por Richard Nixon para fundar y controlar organizaciones criminales, a las que bautizan como cárteles. Ocurre con las organizaciones de Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, Miguel Ángel Félix Gallardo, Manuel Salcido y de otros caciques sinaloenses que la agencia denomina el Cártel de Guadalajara. De acuerdo con el desaparecido José Alfredo Andrade Bojorges, exabogado de Amado Carrillo, la creación del cártel es posible gracias a la protección de los más altos funcionarios de la época, entre ellos, el general Francisco Amaya Rodríguez, del gobernador jalisciense Flavio Romero; o el director de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), Javier García Paniagua.
SEIS. Cruz adquiere un apego al juego y al Caesars Palace: las pérdidas de casi tres millones de dólares hablan de su ludopatía. La fiesta y las malas decisiones le pasan factura el 28 de enero de 1978: él y su piloto son arrestados por tráfico de heroína. El artículo “La última apuesta de un contrabandista”, publicado el 7 de noviembre de 1978 en el Washington Post, cuenta que fue sentenciado a 15 años de prisión por traficar cerca de 270 kilos de heroína. Ante su ausencia, El Mayo se hace cargo del negocio.
Según El Extraditado, libro del periodista Juan Carlos Reyna, en esos años Zambada conoce a Benjamín Arellano Félix, otro traficante mexicano que vive en Los Ángeles y con quien amarra compadrazgo. En 1982, los compadres se trasladan con sus familias a Tijuana (incluyendo a la segunda esposa de El MZ, Leticia Ortiz, con quien tiene a Serafín y a Teresa). Juntos, pero no revueltos, El Mayo y Benjamín trafican varias toneladas de cocaína, la droga que ha superado a la mariguana y a la heroína. Algunos kilos los cruzan por la garita con toda impunidad, otros son contrabandeados por los aeropuertos, previos sobornos, y muchos, muchos kilos más son traficados por túneles que empiezan en casas de Tijuana y salen en bodegas en San Ysidro.
Jesús El Rey Zambada contó en su testimonio ante una corte gringa que es tal la cantidad de cocaína que mueve su hermano, que Félix Gallardo le pide ayuda para salvar su imperio, en riesgo tras la detención de Caro Quintero y Fonseca Carrillo por el secuestro y asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena en 1985. Esta ayuda a Gallardo convierte al Mayo no solo en el principal comprador de cocaína de los hermanos Rodríguez Orejuela. También es el mayor cliente mexicano de Pablo Escobar. Y es aquí, justo aquí, donde empieza la leyenda del dios de la droga.
Los rivales que declararon la guerra al ‘Mayo’ Zambada
SIETE. A diferencia de otros traficantes despilfarradores, El Mayo invierte en la agricultura y en la ganadería para lavar sus ganancias. Entonces funda la Nueva Industria de Ganaderos de Culiacán, en 1988, de acuerdo con información que dará a conocer el Departamento del Tesoro estadounidense en 2007. Vendrán más empresas: lecherías, un jardín de niños, un parque acuático, casas de cambio... Con los negocios legales, sin embargo, también aparecen las rivalidades.
En 1989, contó el periodista Jesús Blancornelas, en pleno cumpleaños de Zambada que se celebraba en Tijuana, uno de los Arellano, Ramón —el más violento de todos los tiempos—, asesina a Armando El Rayo López, amigo de Joaquín El Chapo Guzmán, un traficante en ascenso con quien El Mayo amarra cierta amistad. Ese mismo año, después del arresto de Gallardo, a Zambada le dejan el control de Sinaloa en una repartición de territorios que hizo el propio gobierno. Amado Carrillo, el jefe del Chapo, los cita en el entonces Distrito Federal y pactan que Ramón tiene que ser asesinado porque ha roto las reglas, según el diario que escribió El Vicentillo, publicado por la periodista Anabel Hernández en 2019.
Pero a quien El Chapo Guzmán y sus pistoleros intentan matar en 1990 es a Benjamín, el otro hermano, mientras conduce por las calles de Tijuana. “¡Agáchese, compadre!”, alcanza a jalar a Zambada, quien va de copiloto. Durante dos años, los Arellano y El Chapo intentarán asesinarse tantas veces con coches bomba fallidos, que terminarán sonando caricaturescos. En el diario del Vicentillo se lee que su padre logra hacer las paces con Benjamín, quien no solo le exige lealtad. También, que le pague más de 20 millones de dólares que le adeuda a manera de “derecho de piso”, a lo que Zambada se niega, pues él ya había trabajado sus rutas.
OCHO. En el otoño de 1992, de acuerdo con repetidas versiones de la prensa, Zambada invita a Benjamín Arellano a Puerto Vallarta para celebrar su cumpleaños 40. De acuerdo con el libro de Reyna, es Benjamín quien “planea tomarse unas vacaciones” y quien “le comparte su itinerario”. El Mayo presta su avión para que viajen la segunda esposa y los dos hijos de Benjamín, quien vuela solo, en avión privado. Sus hermanos Ramón, Pancho, Carlos y Javier, a quien apodan El Tigrillo y que creció jugando con El Vicentillo, llegan por separado, con sicarios incluidos.
Una vez que se distribuyen en diferentes hoteles y fincas, Benjamín habla con Zambada. Este se disculpa por no asistir a la cena de celebración en el restaurante Carlos O’Brians. “Me salió un jale”, le dijo. Después de cenar, Benjamín le pide a su hermano Pancho que lo regrese a donde se hospeda, no sin antes ordenarles a sus otros hermanos que se vayan a dormir, pero por qué chingados le van a hacer caso.
A eso de la 1 de la mañana, un intranquilo Benjamín pide a sus escoltas que busquen a sus hermanos. Nada. Al poco rato un pistolero del Tigrillo aparece y dice que todos han sido asesinados por más de 200 sicarios, vestidos de soldados. En realidad, han sido 40 pistoleros traídos por El Chapo y por Héctor El Güero Palma desde Nayarit, los que irrumpieron en Christine, una disco al interior del hotel Krystal. Y los han mandado, con el aval de Zambada, para asesinar a Ramón. Lo único que los matones han conseguido, sin embargo, es la retención del Tigrillo. Benjamín se comunica con El Mayo y con Carrillo. “Si la gente de El Chapo le hace algo a mi hermano me va a dar mucho coraje”, les advierte. Antes del amanecer, el menor de los Arellano es liberado en Tepic.
Benjamín responderá con un coche bomba que explota afuera de la casa de Leticia, la segunda esposa de Zambada, mientras celebran el cumpleaños número dos de Serafín. A partir de aquí, la guerra ya no tendrá vuelta.
Muchos años después, El Mayo escuchará que su compadre El Chapo, su hijo El Vicentillo y otros testigos del juicio en Brooklyn (2018, 2019) declaran que él, El jefe de jefes, “es el verdadero líder del Cártel de Sinaloa”.
Y mientras usted lee esto, es probable que Ismael Zambada Sicairos, El Mayito Flaco, esté ya al frente de las operaciones de la principal organización criminal.
GSC/ATJ