Pizzas y sombreros: los símbolos entre los que se libra la ‘narco guerra’ en Culiacán

Desde el lunes 9 de septiembre la capital sinaloense ha sido epicentro de jornadas violentas que poco a poco confirmaron una de las fracturas internas más importantes que ha padecido el Cártel de Sinaloa a lo largo de su historia.

Sombreros y pizzas: los símbolos entre los que se libra la 'narco guerra' en Culiacán | Milenio
Anel Tello
Ciudad de México /

Ocho días han transcurrido desde que las alertas en los radios dieron luz verde para que civiles armados irrumpieran en Culiacán y destaran múltiples jornadas violentas como parte de un conflicto interno en el Cártel de Sinaloa que protagonizan dos de las familias más poderosas del estado: Los Guzmán y Los Zambada.

De acuerdo con fuentes consultadas por los periodistas Luis Chaparro y Carlos Raeb Morales para MILENIO, fue un lugarteniente identificado como El Comanche de la facción que encabeza Ismael Zambada Sicairos, alias El Mayito Flaco, quien dio la orden de iniciar una batalla en contra de Los Chapitos por el control de Culiacán.

Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, -ambos hijos del otrora narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán- se encuentran en el ojo del huracán luego de que se les señalara de participar en la traición que llevó a manos de autoridades estadounidenses a Ismael El Mayo Zambada el pasado jueves 25 de julio.

Y es que, la versión que más credibilidad ha tomado en torno a la captura del último capo de la vieja guardia del Cártel de Sinaloa es que fue víctima de un secuestro coordinado por Joaquín Guzmán López, hermano de Iván, Alfredo y Ovidio y uno de los líderes de la facción de Los Chapitos.

El Mayo Zambada fue detenido junto a su ahijado Joaquín Guzmán López en un aeródromo privado cercano a El Paso, Texas | Especial

Fue el mismo Ismael Zambada García quien narró lo ocurrido aquella tarde de julio en una declaración difundida por su abogado, Frank Pérez. No obstante, el cofundador del Cártel de Sinaloa hizo un llamado a mantener la paz.

"Hago un llamado a los sinaloenses a la mesura y a mantener la paz en nuestro estado. Nada se resuelve con violencia. Ya hemos recorrido ese camino y todos perdemos", se lee al final de la declaración de El Mayo Zambada difundida el 10 de agosto.

Pese a que los ánimos en Sinaloa se mantuvieron en incertidumbre los días siguientes a su detención, tres semanas después la guerra estalló en Culiacán.

La disputa por la capital sinaloense


Enfrentamiento en Culiacán, Sinaloa, deja a un soldado herido; hay 11 detenidos

Ráfagas de disparos, narcobloqueos, enfrentamientos armados y múltiples alertas han mantenido a las y los habitantes de Culiacán bajo fuego en los últimos ocho días.

La ola de violencia desatada en la capital sinaloense orilló incluso a las autoridades a cancelar los festejos con motivo del Día de la Independencia de México , así como a suspender provisionalmente las clases. Aún así, la Fiscalía General del Estado (FGE) de Sinaloa, contabilizó once homicidios en Culiacán y Elota entre la madrugada del sábado 14 y la tarde del 15 de septiembre.

Uno de aquellos episodios que destacó durante el fin de semana fue el hallazgo de cinco cadáveres de hombres de aproximadamente 30 años de edad al sur de la capital sinaloense, específicamente frente al parque acuático splash club.

Desde la captura de El mayo violencia en Culiacán aumentó.

Tal y como reportó el semanario Río Doce, las víctimas se ubicaron atadas de las manos y presentaban múltiples heridas con arma de fuego pero no solo eso, pues el crimen quedó sellado con un peculiar detalle: todos portaban un sombrero en la cabeza.

Solamente un día antes, una cabeza humana fue abandonada a un costado de la escuela primaria Valentín Gómez Farías en la colonia República Mexicana en Culiacán. Según reportan medios locales, el hallazgo podría estar relacionado con un cuerpo decapitado y esposado que fue encontrado junto al concurrido parque 87 en la capital sinaloense.

Aunque la brutalidad del hallazgo por sí misma generó temor entre la ciudadanía fueron las condiciones en las que se encontró la cabeza las que, nuevamente, llamaron la atención pues fue colocada dentro de una caja de pizza que aún contenía algunas rebanadas.

Ni en el caso de los cinco cuerpos con sombrero apilados al sur de Culiacán, ni en de la cabeza en la caja de pizza fueron colocadas narcomantas o mensajes atribuidos a grupos delictivos, sin embargo, los símbolos expuestos en las escenas del crimen marcan la pauta para entender el conflicto en la entidad y también sugieren un cambio dentro del discurso en la violencia contemporánea de México.

Sombreros y pizzas: las nuevas narco - pintas

Elementos de Sedena, Policía Estatal y personal de Tránsito Municipal de Culiacán, Sinaloa | Cuartoscuro

La Doctora en Antropología por la Universidad de Columbia y licenciada en Relaciones Internacionales por El Colegio de México, Natalia Mendoza Rockwell, realizó un análisis que apunta a los medios de comunicación, agentes del Ministerio Público y expertos en seguridad como los encargados de interpretar la evidencia de hechos delictivos -como los ocurridos recientemente en Culiacán- para situarlos dentro de una narrativa.

Según la experta, en las explicaciones de los móviles de episodios violentos protagonizados por grupos delictivos suele predominar el control de rutas y plazas, así como el castigo a la deserción o a la traición.

Dicha premisa, situada en lo que ocurre en la capital sinaloense, confirma la disputa que existe entre dos de las facciones más poderosas del Cártel de Sinaloa: La Chapiza y La Mayiza.

Si bien ninguna de las dos escisiones se ha adjudicado textualmente los crímenes, son los elementos abandonados en las escenas del crimen los que dan cuenta de su presunto involucramiento en los hechos. 

Por un lado, se encuentra Ismael Zambada Sicairos, quien al heredar el imperio criminal de su padre encabeza a diversas células delictivas y brazos armados que han adoptado uno de los alias del cofundador del Cártel de Sinaloa para identificarse: El Señor del Sombrero.

En contraparte, los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán acogieron las pizzas como símbolo de su facción derivado del juego de palabras con las que suelen autodenominarse pues, si bien son conocidos también como Los Chapitos o Los Menores, sus subordinados se asumen como parte de La Chapiza.

“En el gabacho se parte el queso pa’ la CH y la PIZZA puro belicón que huevos trae, no es pa’ adornar. Sushi del Ranch Roll llevo pa’ las plebes y un antro fresón el que puede, puede, JGL, haciendo verdes”, se escucha incluso en un popular corrido tumbado interpretado por Natanael Cano y Fuerza Regida.
La Chapiza llega a TikTok

Dichos precedentes resultan suficientes para señalar que tanto Los Chapitos como El Mayito Flaco han desatado una narcoguerra en la capital sinaloense en la que las controversiales ‘narco-pintas’ han sido desplazadas por símbolos que dicen aún más que las propias palabras.

Con las nuevas generaciones de narcotraficantes también comienza a cambiar el discurso de la violencia en México que se estructuró en 2006 cuando miembros de organizaciones delictivas comenzaron a intervenir directamente en los espacios públicos, regionales y nacionales con mantas atadas a cadáveres, llamadas telefónicas a medios de comunicación, entrevistas, videos, comentarios en foros de internet o confesiones anónimas.

Pese a ello, símbolos como el sombrero o la pizza popularizados recientemente por el contexto violento desatado en Culiacán continúan teniendo acciones discursivas similares a las de las narco - pintas o narcomantas, según expone la Doctora Natalia Mendoza Rockwell.

"La mayoría de las narco-pintas llevan a cabo dos tipos de acciones discursivas. La primera es la adjudicación de la violencia. Esto implica no simplemente la imposición de una interpretación del hecho violento, sino también la apropiación del valor simbólico de esa muerte [...] la segunda acción característica de las narco-pintas es la amenaza. Ambas acciones discursivas derivan su significado y su eficacia lingüística del hecho de aparecer junto a un cadáver", describe la académica en su artículo Narcobanners or the Criminal's Confine (2016).

De este modo, tanto las narcomantas como los sombreros y las pizzas figuran dentro del hampa de México como etiquetas que se sobreponen a la evidencia física de la violencia para apropiarse de su valor simbólico.

La experta destaca que este tipo de recursos son utilizados también por grupos delictivos como propaganda cuando suelen ser dirigidos al público en general para buscar legitimar sus acciones. Es decir, no explican la violencia como resultado de rivalidades y traiciones sino como limpieza bajo el argumento de “solo muere quien debe morir”.

Ismael Zambada Sicairos alias El Mayito Flaco, es buscado por EU | DEA.gov

En la narrativa de las jornadas violentas de Culiacán, tanto La Chapiza como subordinados de El Mayito Flaco se han acusado mutuamente de incurrir en actividades que afectan a la sociedad civil y utilizan ese juicio para continuar desatando enfrentamientos, secuestros y asesinatos.

Aunque dichos discursos impresos en escenas del crimen marcan la pauta a autoridades y analistas para entender el rompecabezas criminal que se acomoda en Culiacán, serán las investigaciones las que confirmen el involucramiento de las respectivas facciones en disputa en aquellos crímenes ante la posibilidad de que utilizar ciertos elementos tenga como objetivo despistar a la ciudadanía sobre lo que realmente ocurre en la capital sinaloense.

ATJ

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