El agua para la producción alimentaria se usa de forma ineficiente, situación que se traduce en una de las principales causas de la degradación medioambiental, incluido el agotamiento de los acuíferos, la reducción de los caudales, la degradación del hábitat de la fauna y la contaminación, explicó Verónica Romero Servín, subdirectora de Gestión de la Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento de México (Aneas).
Durante el Festival Virtual Aprendiendo el Valor del Agua, organizado por la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento del Estado de Puebla (Ceaspue), Romero Servín destacó que la agricultura consume la mayor proporción de las reservas de agua dulce, con un 69 por ciento.
“A menudo se pasa por alto el papel del agua en los hogares, escuelas, puestos de trabajo y en los centros de atención sanitaria o no se le atribuye un valor comparable al de otros usos. El agua es una necesidad humana básica, es necesaria para beber y facilita el saneamiento y la higiene, para mantener la vida y la salud”, apuntó.
Para la especialista, la sociedad, en general, no alcanzará el derecho al agua sin inversión para infraestructura y si no se le brinda el valor que realmente tiene el vital líquido, sobre todo, en periodos de pandemia como el actual en donde lavarse las manos y la higiene es fundamental para contrarrestar el virus.
Destacó que, al contrario de la mayoría de los recursos naturales, resulta difícil determinar el auténtico valor del agua, ante lo cual, su importancia no queda reflejada en las políticas públicas y en la inversión financiera.
“Esto no solo provoca desigualdades en el acceso a los recursos y a los servicios hídricos, sino que también produce un uso ineficiente e insostenible y la degradación de las propias reservas de agua, lo cual, interfiere en la consecución de casi todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible, así como en los derechos humanos básicos”, explicó.
El estrés hídrico de la región alimenta una serie de conflictos, ya que varios sectores, incluidos la agricultura, la energía hidroeléctrica, la minería e incluso el agua potable y el saneamiento, compiten por los escasos recursos.
Algunos de los mayores obstáculos a la hora de conseguir procesos de reparto eficaces se deben a una reglamentación deficiente y a la falta de incentivos de inversión, lo cual, refleja el bajo valor que, generalmente, se le atribuye al agua, destacó la investigadora.
“Lo que no cuesta no vale. Si yo digo que tengo que pagar 40 pesos de los servicios de agua, entonces, no la pago. Como no pasa nada si no la pago, no me suspenden el servicio, entonces, no me importa. Parte de esta falta de valor tiene que ver con el costo económico. No sabemos lo que en realidad cuesta que el agua llegue a mi casa, todo el ciclo del agua, en el insumo para potabilizar, en personal para que operen los distintos procesos y no tiene el valor que debería”, apuntó.
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