Los efectos psicológicos de la pandemia relacionada con el coronavirus pueden desencadenar cuadros de ansiedad, hostilidad y nerviosismo. El confinamiento en los hogares no es la principal fuente de psicosis, sino la posibilidad latente de contagio que prevalece en la conciencia colectiva, señaló Quetzalcóatl Hernández Cervantes, coordinador del Doctorado en Investigación Psicológica de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Explicó que el distanciamiento social puede desencadenar en efectos psicológicos, sobre todo en quienes tienen antecedentes clínicos, situación ante la cual, la comunicación y el autoconocimiento son claves para pasar los tiempos de guarda en armonía.
“Con el paso de los días, es normal que comencemos a sentirnos desorientados por las grandes cantidades de información que hemos consumido, el tiempo que hemos pasado en el mismo lugar y la inevitable incertidumbre que rodea a la contingencia internacional”, apuntó.
Para el investigador de la Ibero, el escenario actual no es del todo desconocido y se puede encontrar un paralelismo con la contingencia por influenza de 2009 o la incertidumbre que se vivió en las familias tras los sismos de septiembre de 2017; además, las personas que ya vivieron intervenciones quirúrgicas o enfermedades de largo tratamiento ya tienen la experiencia de mantenerse en casa por tiempos prolongados.
El especialista de la institución que forma parte del Sistema Universitario Jesuita destacó que con el paso de los días de resguardo individualmente o en compañía de la familia, es inminente que las tensiones pueden crecer si no se les trata adecuadamente.
Ante la posibilidad de efectos psicológicos desencadenados por la pandemia, Hernández Cervanrez explicó que existen tres ejes de acción para reconocer y aliviar sentimientos negativos: validación, exteriorización y tolerancia.
La validación se relaciona con la aceptación de que se enfrentarán cuadros de sentimientos y emociones adversas; la exteriorización tiene que ver expresar los sentimientos y entender que todo es transitorio; mientras que la tolerancia se refiere a que cada persona vive estos escenarios de forma distinta, por lo que es importante permitir y fomentar los espacios de privacidad.
“Nos podemos llegar a cansar de esta convivencia diaria, lo cual no significa otra cosa más que el reajuste de los hábitos y estilo de vida. Es normal que existan discrepancias entre los integrantes de la familia durante la convivencia continua, tal como ocurre en los viajes o periodos vacacionales. Estas situaciones deben aceptarse como posibles, inminentes y naturales”, comentó Hernández Cervantes.
Para mucha gente, la crisis sanitaria llega en momentos de vulnerabilidad emocional o justo a la mitad de un tratamiento terapéutico o psiquiátrico, destacó el investigador, quien resaltó que, en estos casos, se cuenta con la facilidad de continuar los procesos clínicos a distancia para mantener la comunicación y llevar control de los casos.
Resaltó que la emergencia sanitaria orilla a practicar un distanciamiento social que aleja a las personas de forma física; sin embargo, la convivencia permanece de manera virtual gracias a la tecnología y las precauciones correspondientes.
“En lejanía, pero no en abandono. No es lo mismo estar distantes que mantenernos aislados. El aislamiento puede ser un fenómeno de rechazo social autoimpuesto cuyos antecedentes suelen ir más allá de la cuarentena. El principal diferenciador está en la comunicación significativa: el distanciamiento no nos priva de comunicarnos; el aislamiento, sí”, finalizó el académico."
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