Pese a la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el Hospital General Balbuena los pacientes portadores de covid-19 comparten la misma sala de urgencias con otros que llegan por algún otro padecimiento. Lo único que los divide es un biombo de tela.
De acuerdo con la OMS, para evitar más contagios es indispensable que todos los infectados por el coronavirus sean atendidos en un área exclusiva para ellos, sin embargo, durante un recorrido que realizó MILENIO por el interior de este nosocomio de segundo nivel se pudo constatar que ahí esta indicación no es una realidad.
“Son ocho camas en un espacio de 5 metros de ancho por 8 de largo, en donde lo que separa a estos pacientes con otros... son dos biombos de no más de metro y medio de largo por dos de ancho. Además, aquí se comparten aparatos médicos y, si nos descuidamos, hasta utensilios”, afirma el médico cirujano que nos invitó a pasar.
En el lugar, las necesidades del área complican que exista una sana distancia, los botes de basura con guantes, gasas y demás desechos están a la intemperie.
Los empleados de intendencia no usan cubrebocas ni guantes; el trapeador que usan para limpiar los pisos de la sala de urgencias, es el mismo con el que trapean los pasillos de todo el hospital, lo que propicia, según los médicos, “que el virus se propague en áreas no infectadas”.
En el interior de este hospital también es común ver a los médicos sin los cubrebocas N-95, sin guantes, traje de protección ni gafas de seguridad. Aquellos que los portan es porque desembolsaron de su dinero hasta 500 pesos.
Una de las laboratoristas de este centro médico inclusive tuvo que diseñar su propia mascarilla y gogles con aumento. “Compré un filtro que es para gases y aparte le voy a poner otro filtro con carbón activado encima. De otra manera, los cubrebocas delgados que nos dan aquí a mí no me sirven”, expresa mientras enseña la mascarilla improvisada.
Además de estas deficiencias, al menos en este hospital a los adultos mayores no se les autorizó dejar de laborar con goce de sueldo para protegerlos del covid-19.
Un camillero de 69 años, que trabaja en este centro médico y a quien llamaremos Leonardo, compartió a MILENIO que desde hace semana y media solicitó su licencia, pero le fue rechazada.
“Como no soy diabético ni hipertenso me dijeron que tenía que trabajar aunque fuera adulto mayor. A cambio, el jefe de mantenimiento nos ofreció tomar un día extra de descanso”, refiere.
MILENIO también tuvo acceso a esas solicitudes de licencia que fueron rechazadas. En la mayoría se contestó con un mensaje escrito en un papel pequeño: “No procedió” o “Traer diagnóstico del ISSSte que avale riesgo”.
La alternativa para este personal es tomar vacaciones: así se pueden aislar unos días sin poner en riesgo su salud y empleo.
El hospital General Balbuena no es el único en esta situación, pues el Belisario Domínguez está en las mismas circunstancias, a pesar de que fue asignado para atender a los portadores de covid-19 en la fase tres de contingencia.
Aquí, además se enfrenta la insuficiencia de maquinaria. Un ejemplo es el equipo de rayos x portátil, aparato necesario para conocer la afectación del pulmón.
“Teníamos dos, ahorita ya nada más va a funcionar uno porque uno se deshabilitó por una desconfiguración”, señala el técnico radiólogo que prefiere no revelar su identidad.
En ambos hospitales hay una preocupación mayor y es la que tiene que ver con el medicamento. Doctores señalan que los han enviado a la guerra “sin escudo y sin fusiles”, pues el paracetamol y la epinefrina se están agotando.
“Con ellos se defiende a los pacientes de este virus, pero ni eso tenemos y apenas estamos en la fase 2. Imagínese qué va a pasar cuando entremos en la 3. ¡Vamos a caer como moscas!”, advierte uno de los especialistas que integra al grupo de terapia intensiva en el hospital Belisario Domínguez.
ledz