Emigdio Trujillo Sánchez es un hombre mayor que ama la naturaleza. Cada mañana camina entre cientos de bonsáis que ha cultivado con esmero desde hace 47 años en su solar atlixquense. Todo comenzó cuando al hojear una revista vio una foto de un bonsái y quedó fascinado; entonces, investigó y viajó a Estados Unidos y Japón para saber del tema hasta ser el experto que hoy es.
En entrevista para MILENIO Puebla, Emigdio cuenta que inició este proyecto al sembrar una semilla de ahuehuete en una maceta, la cual cultivó y diseñó con la técnica de bonsái. Ahora este pequeño ahuehuete es acompañado de juníperos, bugambilia, pirules, olivos y olmos en el museo de “John Naka”.
Al visitar el sitio Emigdio cuenta que existen hay dos formas de hacer bonsáis: una es sembrando el árbol desde la semilla como en su principio él lo hizo, y otra es rescatando árboles de la naturaleza.
“En Japón es muy común ir a la montaña y rescatar troncos de árboles viejos de 200 o 300 años. Poco a poco lo van sacando con técnicas especiales, se lleva al vivero, se pasan dos o tres años y luego se comienzan a trabajar”, explicó.
Cada árbol tiene su historia, por ello Emigdio tiene fichas de sus ejemplares donde coloca el nombre botánico, el nombre común, el estilo, la edad, los años de formación y entrenamiento, tiempo de alambrado y la medida. Además, fotografía cada bonsái cada año, pues así registra su crecimiento a detalle.
En este lugar se trabaja con las herramientas, técnicas y conocimientos establecidos por John Yoshio Naka, maestro del bonsái, cuyo lema es: “El bonsái no tiene límites”, reconocido en el mundo por su obra maestra “Goshin”, que es un bonsái en forma de un bosque en miniatura, el cual representa a su familia. De ahí que este museo lleva su nombre.
Un bonsái se cultiva con amor
Con el paso de los años, Emigdio Trujillo Sánchez perfeccionó su técnica del cultivo, pues si hay algo que le produce tristeza es que la planta muera o se lastime. Por ello, desde un inicio selecciona las plantas o arbustos con más carácter, los coloca en una maceta especial de cerámica o fibra de vidrio, y los fija con alambre a su base para que nunca se caigan.
La tierra que se usa en este arte es especial, algunos utilizan una mezcla de sustrato para que el agua se drene al instante que se riega y no se quede estancada, pero a la vez buscan una piedra que se mantenga húmeda para el bonsái. Emigdio usa una mezcla de akadamas mexicanas rojas y beige, gruesas y finas, que se colocan de acuerdo a la especie y tamaño de maceta. Este producto se vende en la tienda del museo y en una empresa minorista de mejoras del hogar, ferretería, bricolaje y materiales de construcción.
De forma posterior se elige el frente del bonsái y se poda para darle una personalidad. Esto siempre se hace con un diseño asimétrico, aunque el diseño dependerá si se sigue el estilo chino o japonés.
“Los chinos sacan un poco la raíz para lucir su forma natural pero los japoneses no, ellos quieren una raíz radial que no se muestre” explica Emigdio.
Estos son solo los cuidados básicos de un bonsái, pero el siguiente reto es el diseño, ya que se trata de lograr la figura de un árbol maduro con su forma natural como si se observara en un paisaje y para esto se requiere paciencia y técnica.
“Ya aprendí que puedo acelerar las cosas, traigo a maestros internacionales de China, Japón Estado Unidos y Europa para que nos enseñen las técnicas y nos han apoyado a aumentar el nivel de técnica y artístico”, comenta.
En un bonsái cada una de sus ramas debe apuntar hacia los lados pues se intenta dar la apariencia de un árbol mayor. Incluso hay técnicas para crear una imagen avejentada y eso se logra tallando parte del tronco, haciendo un hueco sin que se muera la planta.
Además, el follaje es muy importante pues es la parte verde y va acorde al tamaño del bonsái; éste puede ser pequeño de 33 centímetros, mediano de 58 a 65 centímetros o el grande de 1.50 centímetros de altura, hasta de 3 metros.
La armonía entre la maceta y el árbol es primordial en este arte, por lo que debe ser una maceta no menor al tamaño del árbol para evitar desproporción. “De preferencia de cerámica y la de entrenamiento de fibra de vidrio. La maceta de cerámica es la adecuada porque la raíz no la rompe como a una de barro”, explica Emigdio.
Asimismo, agrega que el bonsái debe permanecer en exterior, pues son árboles y pertenecen a la naturaleza. Por último, Emigdio cuenta que le regaló a un maestro japonés un bonsái de jacaranda y él allá en Japón lo tiene en su invernadero por el clima y solo la saca en primavera. “Cuando fui a visitarlo, vi que la jacaranda la puso en medio de sus árboles que tienen 100 años, que orgullo”.
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Variedad natural
Trujillo Sánchez señala que la naturaleza tiene muchas especies de árboles, pero lo recomendable es hacer bonsáis con las plantas de la región donde se vive, pues comenta que la mayoría de gente quiere cultivar un maple japonés o un cerezo, pero éstos tarde o temprano se mueren por el clima, aunque se tengan muchos cuidados.
En este museo vivo hay un bonsái de ahuehuete de 46 años de edad y 31 de entrenamiento, inspirado en el “árbol de la noche triste” donde, según la historia, Hernán Cortés lamentó su derrota. Este tiene su ápice muerto.
Mientras, el pirúl tiene un tronco fuerte que sostienen ramas colgantes, lo mismo que los olmos que, aunque en su tamaño normal alcanzan hasta los 40 metros, aquí se les admira en esplendor pero en miniatura.
En el museo el visitante encontrará un bonsái de copal o papelillo, cuyos frutos al madurar son rojos y su resina se conoce como copal. Este es de los más sembrados en la Mixteca poblana y su versión bonsái es de las más atractivas.
En este lugar hay especies de otros lugares como Eugenia, un árbol de Tarragona, España; está la Uva de Mar, que es también del mediterráneo o el Alcornoque y es un árbol de Portugal cuya corteza es única y se usa para crear el corcho de las botellas de vino. Además, el jade, arbusto que la gente ubica con el nombre de monedita, pero que es de origen africano o el Laurel de la india, del cual hay varios ejemplares a la venta.
Los olivos son otros de los bonsáis que se pueden apreciar en este lugar. Al respecto, Emigdio Trujillo cuenta que en su momento estos árboles llegaron con los españoles a tierras mexicanas junto con el árbol de naranja y la vid, pero fueron retirados porque la vid competía con las de España y sólo se quedaron los olivos, pero limitados a iglesias, monasterios y los pueblos. Por ello, tener un ejemplar es un privilegio y en este museo hay varios.
Además, en este lugar se puede observar el bonsái de cazahuate, que es un árbol de flores blancas que luce en plenitud en diciembre y suele crecer en matorrales y tierras secas; el colorín, árbol mexicano de flores color rojo; bugambilia de flores de distintos colores, el manzano que da frutos y los hermosos Juníperos, tipo estrella, punta azul y punta dorada, ideales para regalar o iniciarse en este arte.
Manos al jardín
Emigdio Trujillo Sánchez inició el arte del bonsái en compañía de su esposa Martha, pero ahora cuenta con un gran equipo de trabajo que desde las 8 de la mañana se pone el uniforme para revisar qué árboles necesitan mantenimiento, los hidratan, los desraman, los despuntan y una vez al mes los fumigan contra las plagas.
Además del jardín de El Edén, cuidan a los nuevos bonsáis. Si alguien tiene la intensión de tener uno, pero desconoce cómo cuidarlo, en este lugar hay una escuela que ofrece talleres, los cuales por pandemia se suspendieron, pero si la situación lo permite en marzo podrían reactivarse con seis alumnos. En el taller el maestro Emigdio les enseñará a diseñarlo y dará las instrucciones para trabajarlo y cuidarlo en casa.
Para asegurar la supervivencia del bonsái en la tienda del lugar venden akadamas, fertilizante, antiplagas, macetas, herramientas, libros y revistas, pues este museo se mantiene de sus ventas.
Para conocer los detalles, se puede visitar su página en Facebook, donde incluso Emigdio comparte consejos y muestra en foto sus creaciones, las cuales llegan hasta tener 5 mil “Likes” y hasta comparte las historias de cada ejemplar, las cuales atesora pues para él cada uno de estos pequeños árboles es como un pequeño hijo.
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