La ex responsable del programa de Estancias Infantiles de la Secretaría del Bienestar Clara Torres (Ciudad Juárez, 1961) encabeza hoy una cruzada nacional por la niñez y repasa la filosofía de la “no violencia” de Gandhi. Recuerda que alguna ocasión estuvo a punto de ser encarcelada por participar en acciones de resistencia civil contra lo que considera “el fraude electoral más grande en la historia de México”, perpetrado en Chihuahua hace 33 años, y habla de sus inicios en la política.
Torres fue la primera baja sensible del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, al renunciar en febrero pasado por su desacuerdo con la suspensión del presupuesto para las guarderías que atienden a casi 330 mil menores en el país.
Cuatro veces campeona nacional de equitación, la ex diputada local chihuahuense tuvo como amigos de la infancia a caballos y perros; creció cantando la música de Juan Gabriel, con quien hizo una gran amistad, y estuvo a un paso de convertirse en cineasta con un guion sobre el descuido de los hijos de madres trabajadoras, pero la separación de sus mecenas, Jorge Vergara y Angélica Fuentes, dejó en suspenso ese capítulo.
Tengo entendido que desde muy joven hizo activismo político…
Hice mi carrera en Chihuahua y ahí me involucré en la política con Luis H. Álvarez y Guillermo Prieto, que me invitaron a un recorrido como candidatos a senadores y llegamos a una plaza, donde no había una sola persona, solamente un burro, y Guillermo Prieto decía “a ti, burro, que eres el único con conciencia política…”.
Imagínate lo qué pasó por mi mente, si tenía como 19 años y yo decía “¿qué es esto?” Ya de regreso en la carretera le digo: “oiga, don Luis, ¿están conscientes de que no van a ganar?”, y la respuesta fue lo que me motivó a meterme a la política. Me dijo, “mira, si mi vida entera sirve para ser un escalón que alguien pise y lleve mis ideales al poder, entonces valió la pena”.
¿Cómo fue su niñez?
Muy feliz, yo vivía retirada de la ciudad, con caballos; más que tener amigos tenía caballos, perros, vacas, gallinas y todo tipo de animales. Tenía unas vecinas, unas cuatas, pero mis amigos de infancia fueron caballos y perros.
¿Tenía un caballo favorito?
Sí, King, ese era mi caballo, un palomino, era muy tranquilo, mansito; me acuerdo que me iba a las caballerizas atrás del jardín y se echaba el caballo y yo me acostaba con él. Mi papá es un hombre al que le gusta mucho el campo y nos crió a la par a hijos y caballos, y no sabe qué le salió mejor.
Y en ese ambiente, ¿qué pensaba cuando le preguntaban qué quería ser de grande?
No sé, pero recuerdo que en la tiendita de abarrotes de la esquina vivía una niña, se llamaba Aidé, y un día me contó que no sabía leer, era de mi edad, de unos ocho años; entonces me la llevé a casa y me puse a enseñarle a leer, y mi papá me vio y me dijo: “yo me imagino que siempre te vas a dedicar a eso”, pero a los 11 años decidí ser abogada.
¿Y cómo inició su participación en la equitación, en las competencias?
Ah, pues a los 11 años yo salía a montar y ponía ladrillos y los saltaba en montura vaquera, entonces mi papá nos llevó a un club hípico y empecé a practicar la equitación y me fascinó.
Mi papá dijo que nunca nos iba a comprar un caballo y un día, cuando el instructor me dijo que iríamos a ver un caballo, le contesté: “no, a mí no me van a comprar uno”. El día que me lo compraron creo que fue el más feliz de mi vida.
Luego, en 2006, amanecí el 1 de enero y dije “este año me voy a proponer ir al campeonato nacional de equitación y voy a ser campeona”, así me lo propuse y fui campeona nacional en una categoría de debutantes.
Dejé de montar para estar con mis hijos, pero dije “¿y por qué me voy a retirar?”, y en 2010 monté otra vez y volví a ganar, fui cuatro veces campeona nacional. Los caballos son mi vicio.
¿Le ha costado raspones, luxaciones, fracturas?
Claro que me ha pasado de todo, me rompí un dedo y me lo debieron pegar cuando un caballo se levantó y me lo arrancó; me he caído, y ya con la edad que tengo, cada vez que me caigo termino en el hospital.
¿Con qué música creció en Ciudad Juárez?
Juan Gabriel. Mi instructor oía Juan Gabriel y se me hacía maravilloso, tenía 11 años y nos juntábamos mi hermana y mis vecinas y hacíamos dizque nuestras fiestas de Año Nuevo con los caballos y la música de Juan Gabriel. Me gustaba muchísimo.
¿Lo conoció?
Sí, lo conocí muy bien, fuimos amigos. Él me conoció porque un tiempo me metí mucho al tema de ecología y quiso conocerme; supo que me dedicaba a los niños y pues hicimos amistad. Una vez me invitó a su cumpleaños en su casa de Las Vegas y ahí estuve, con su esposa Laura, recuerdo que en la recámara yo abría el clóset y veía todos los trajes con los que cantaba y decía “¡qué emocionante!” Lo sigo escuchando, me encanta.
¿Qué le gusta leer?
Leer a Gandhi me cambió la vida, también leí Las 48 leyes del poder, de Roberto Greene.