“Me gusta desde Timbiriche hasta Flans... y no soy fresa”

Entrevista | JAIME ROCHÍN

El comisionado Ejecutivo de Atención a Víctimas (CEAV) habla de sus pasiones, es fan del América y los Raiders de Oakland, “aunque tengan años sin ganar, por cierto”; dice que se identifica con Acuamán.

Como buen sinaloense, Jaime Rochín disfruta tanto de los mariscos y los tacos de carne, como de la música de los 80. (Foto: Javier Ríos)
Leopoldo Pena
Ciudad de México /

El comisionado Ejecutivo de Atención a Víctimas (CEAV), que apoya y repara el daño a los afectados de un delito federal o de una violación a sus derechos humanos, habla de sus pasiones.

Como buen sinaloense (Culiacán,1969), disfruta tanto de los mariscos y los tacos de carne, como de la música de los 80, del América y los Raiders de Oakland, “aunque tengan años sin ganar, por cierto”.

¿Qué música le gusta?

Escucho de todo tipo, pero las baladas de los 80, tanto en español como en inglés, es lo que más me gusta, porque además me lleva a la época de mi adolescencia.

¿Algún grupo ochentero en especial?

En inglés mi cantante favorito es Corey Hart, y mi grupo preferido A-ha. En español, todo lo de los 80, desde Flans, Timbiriche, Pandora hasta Parchis. Son grupos que escuchaba mucho y cantaba sus canciones.

¿Se considera fresa?

Ja, ja, ja, no. Lo que pasa es que en Culiacán prefería esa música que la banda, que es típica de mi estado. La banda nunca me gustó, como que estaba mal vista... por eso no me atraía.

¿Su super héroe favorito?

Me identifico con Acuamán porque, al igual que a él, a mí me gusta mucho el agua...

¿Cómo le gusta vestir?

Informal, porque además creo que la formalidad en la función que realizo puede generar distancia. Uso zapatos negros, son más fáciles de combinar, y mi color favorito es el azul.

¿Qué perfil se requiere para ser comisionado?

Mucha sensibilidad frente al dolor. Tener corazón para arropar, entender y acompañar la pena de las personas. Pero también paciencia y tranquilidad emocional para no quedarte con todo ese dolor, y evitar hacer personales las quejas. Como comisionado de víctimas te toca ser el que da la cara en medio de una cadena de injusticias, y enfrentar los reclamos directos de las víctimas, muy comprensibles por cierto. Entender a no tomar como personal las quejas de los afectados, sino que estás representando al Estado que muchas veces les ha fallado...

¿Algún hecho que lo haya marcado?

El caso de las víctimas de Tierra Blanca. Ver el dolor de las familias, el acompañar en el proceso de búsqueda cuando se hallaron pequeños restos de uno de los muchachos desaparecidos. Compartir el dolor y el llanto de las víctimas ha sido uno de los momentos más fuertes.

¿Algún suceso que le haya dejado satisfacción?

La reparación colectiva que hicimos en relación con el movimiento del 68. Fue el primer reconocimiento del Estado mexicano en el sentido de que allí hubo un crimen de Estado. Poder ver a esas víctimas, ya mayores, con más de 50 años pidiendo justicia, exigiendo la verdad de los hechos, para mí es uno de los actos que me han dado más satisfacción.

Igual con el reciente reconocimiento que hicimos de los hechos relativos a la llamada "guerra sucia", también como una reparación colectiva. Ahora estamos en el proceso de pasar a las reparaciones individuales y por eso todavía no es plena la dicha hasta que concluyamos con ese proceso.

¿Qué está leyendo? «‘La desaparición de Stephanie Mailer’, de Joël Dicker». (Especial)

¿Qué opina de que hay que pedir disculpas a los pueblos originarios de México?

Creo que hay muchas disculpas pendientes en el país que el Estado debe realizar. Nos podemos ir sin duda a los 200 años desde la Conquista para acá en el que se han violado muchos derechos de los pueblos indígenas y que hoy por hoy todavía sigue habiendo discriminación, abusos, falta de reconocimiento a su identidad, a sus normas, a sus leyes y costumbres. Creo que es sano que el Estado mexicano pueda ofrecer y motivar esas disculpas.

¿Su libro favorito?

Tengo varios, muchos. El primer libro que impactó en mí fue La columna de hierro, una novela de Taylor Caldwell sobre Marco Tulio Cicerón en la Roma imperial. Ese libro me guió mucho hacia lo que yo quería ser. De los mexicanos me gusta mucho Xavier Velasco, específicamente Diablo guardián. Ahora leo un autor que me encanta, Joël Dicker, La desaparición de Stephanie Mailer, una obra de 600 o 700 páginas, que va envolviendo en una serie de misterios e investigaciones policiacas muy interesantes. Es un autor de muchísimo éxito; es suizo, pero escribe desde Estados Unidos y las novelas las sitúa en ese país. Curiosamente son obras sobre desapariciones y homicidios.

Este es su segundo periodo frente a la CEAV que concluye en 2020, ¿qué le gustaría hacer cuando termine su gestión?

Nunca he dejado la docencia. Doy una clase los jueves en la Ibero sobre derechos de las víctimas para mantenerme despierto en la vida académica. Quizás el tema es saber escribir bien una novela, debe ser todo un arte, tengo textos académicos, pero quisiera transmitir las experiencias que he vivido en estos cinco años en la Comisión. Creo que podría escribir una historia interesante. Sin asumir un caso concreto, he visto tanto dolor, incluso gente que ha abusado de las propias víctimas... sería muy interesante plasmarlo como una novela.

Hay gente que lo ha hecho. Javier Sicilia, por ejemplo, escribió su experiencia como víctima en la novela El deshabitado. Para mí es uno de los libros que me ha ayudado a entender mi función, porque ahí vez reflejado el dolor de tantas víctimas, especialmente de los desaparecidos. Es uno de mis sueños.

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